Max von Sydow (1929 – 2020)

Max, de nombre le viene al actor

«Nosotros, los mortales, logramos la inmortalidad en las cosas que creamos en común y que quedan después de nosotros»

Albert Einstein 

       Se nos fue uno de los más grandes en todos los sentidos. Carl Adolf von Sydow, eligió el nombre de Max de un personaje cómico. Actor multidisciplinar, creador de personajes inolvidables que conmueven o hielan la sangre. Su mentor Ingmar Bergman, le descubrió en 1955 en el Teatro Municipal de Malmö haciendo de marido alcohólico harto de olor a mendacidad en La Gata Sobre el Tejado de Cinc. Hijo de una baronesa y de un catedrático universitario, Max tenía un porte aristocrático que no pasaba desapercibido. Estudió en un colegio donde hablaba alemán e inglés además del sueco, desde los nueve años, lo que le había enseñado a modular la voz y colocar correctamente la lengua para no equivocarse en los matices del sajón, raíz de las tres lenguas. Su poliglotismo encantó más aún a Bergman, tan amante de las dicciones perfectas.

         Continuó un tiempo en el teatro, pero el genio estaba ya escribiendo un papel para él, el del caballero que desafía a la muerte en una singular partida de ajedrez en El Séptimo Sello, de 1957. Y von Sydow consigue con su prestancia, su economía gestual y el cansancio de vivir por y para las armas, incitar a la unanimidad a la crítica internacional. En el mismo año rueda Fresas Salvajes también a las órdenes de Bergman, quien selecciona aún más sus frases para que luzca su estupenda voz. Es una auténtica lástima lo que nos perdemos en España por la manía de doblarlo todo. Recomendamos leer el artículo ¿Por quién doblan las películas?, de Cine o Sardina, de Guillermo Cabrera Infante, para una mejor información y deleite del cinéfilo.

         Y todo el mundo, literalmente, desea rodar con aquel sueco capaz de llenar la pantalla con un solo gesto o su ausencia. Es de los mejores actores que aguantaba la cámara y los planos largos, esos a los que los directores geniales obligan a sus mejores intérpretes. Ya habían experimentado con este aporte del cambio de planos ambos, actor y director, en su primera colaboración conjunta: Ahí Viene el Sr. Sleeman, rodada en 1956 y concluida en su montaje en enero de 1957.

          Antes había hecho alguna película con cineastas herederos de Maurice Stiller o Victor Sjöström, los dos primeros magos del cine sueco instalados en la lejana California, como Alf Sjöberg, reconocidísimo director teatral que adaptó para el cine obras cumbres de la escena como La Señorita Julia o Sólo una Madre, debut cinematográfico de Max en 1949. Pero, sin duda fue Bergman quien mejor entendió su versatilidad y su capacidad para lanzar frases claves de su filmografía al espectador. También Woody Allen, que se declaró «un Bergman frustrado» según sus propias palabras, consiguió rodar con su actor fetiche para sacarse la espina. Y Max interpretó un papel clave y absolutamente bergmaniano en una de las mejores obras de Allen: Hannah y sus Hermanas, de 1986, tras haber rodado con otro genio, Andrej Konchalovsky El Ansia de Vivir, 1985.

MAX von SYDOW. Pelle the Conqueror. December 14, 1988. Photo by Yani Begakis

         ¿Y por qué estos saltos…? Para hablar de Max el trotamundos. Rodó en más de veinte países en varios idiomas: sueco, danés, italiano, inglés, alemán, español y ruso. Y demostró una dicción que sin duda debería ser digna de estudio para cualquiera que desee ser actor. Sabía como nadie aprovechar sus planos, con palabras o silencios, porque Max von Sydow era un actor de gesto y de texto. Y si Bergman lo supo ver, fue George Stevens quien consiguió situarlo en Hollywood para que interpretara el papel de Jesucristo en La Historia más grande jamás contada (1965). Y así el mundo entero le admiró y disfrutó, más allá de los cinéfilos de festival en Europa. Y Max comenzó a rodar y rodar sin parar hasta las ciento cuarenta y cuatro actuaciones ante la cámara haciendo todo tipo de papeles. Recordemos, por ejemplo, ese rey amargado por el secuestro de su hija en Conan, el Bárbaro (1982) donde Valerie Quennessen dijo que todos los actores estaban intimidados ante la calidad de Max, pero que él les sorprendió y tranquilizó muchísimo con su gran apoyo y su fantástico humor.

         En España, mientras John Millius localizaba en nuestro país los exteriores de su película sobre el cómic Conan, Max aprovechó para rodar con José Antonio de la Loma Jugando con la Muerte (1982). Y casi veinte años después Intacto con Juan Carlos Fresnadillo, donde un veteranísimo Max von Sidow encarna el mal y destroza en cada plano al siempre inseguro en sus acentos Leonardo Sbaraglia. El tan versátil actor sueco interpreta a un judío superviviente de los campos de exterminio, después de haber sido para John Huston un oficial de campo de prisioneros alemán aficionado al fútbol, en Evasión o Victoria (1981).

         Entroncando con John Huston es indispensable hablar de la cantidad de genios del cine que confiaron sus personajes clave, a veces protagonista y muchas otras, extraordinarios secundarios, a Max von Sydow. La nómina es mareante. A los ya citados Bergman o Sjöberg en su Suecia natal, hay que añadir en Europa a Lars von Triers, Wim Wenders o Bille August, con quien consiguió su única nominación al óscar en la categoría de actor principal. O en Estados Unidos a George Stevens, William Friedkin, John Boorman, Sydney Pollack, Stuart Rosenberg; y ya en este siglo a Steven Spielberg, Martin Scorsese, Ridley Scott o J.J. Abrams en la séptima entrega de Star Wars, quien puso una guinda a sus papeles en cintas de ciencia ficción, género que le encantaba interpretar: desde la fallida Flash Gordon (M. Hodges, 1980), pasando por la fantástica Dune (D. Lynch, 1984) o Guerreros del Espacio (Stewart Raffill, 1984) o la lamentable Juez Dredd (Danny Cannon, 1995).

         El gusto por la interpretación de Max contrasta con lo poco que le agradaban los premios y tener que competir con compañeros de profesión. Fue nominado dos veces a los óscar de la AMPAS, el ya citado protagonista de Pele, el Conquistador (B. August, 1988) y el secundario de Tan Fuerte, Tan Cerca (Stephen Daldry, 2011). En ambas ocasiones no le otorgaron la estatuilla, como a otros tantísimos grandes, vivos o ya fallecidos, que no adornan sus vitrinas con el mozalbete desnudo con espadón. Tampoco la ventura le acompañó en los Globos de Oro, donde ni su reverendo misionero en Hawái (George Roy Hill, 1967), ni sucarismáticosacerdote católico en El Exorcista (W. Friedkin, 1974) le trajeron suerte.

         Pero la fortuna siempre estuvo tanto de su lado (quizás también al no llevarse los premios), como del nuestro. Del suyo, al haber asistido a un colegio políglota, al su facilidad para aprender idiomas, al perfeccionar su voz y dicción, al dedicarse a tan noble oficio, al ser visto por Bergman, al ser elevado a la categoría de mito tan joven y al regalarnos ciento cuarenta y cuatro, doce veces doce, su magia al llevar las frases de un guionista, las indicaciones de un director y el registro de un cámara,… a otra dimensión. Del nuestro, al regalarnos el placer de disfrutar de este arte que también es una industria, al haber tenido, y tener siempre, la oportunidad de degustar sus tantas y tan buenas interpretaciones.

         Gracias por tantos momentos magistrales desde 1955 hasta antes de ayer. Tack, tack så mycket, kära Max (Gracias, muchas gracias, querido Max).

Carlos Ibañez – Pilar Cañibano

Revista Atticus