Crítica película El escándalo (Bombshell) de Jay Roach

El escándalo – La caída de un hombre que se quería intocable

Ficha

Título original: Bombshell

Dirección: Jay Roach

Reparto: Charlize Theron, Margot Robbie, Nicole Kidman, John Lithgow, Allison Janney, Kate McKinnon, Malcolm McDowell, Mark Duplass, Alice Eve, Connie Britton, Alanna Ubach, Elisabeth Röhm, Madeline Zima, Brigette Lundy-Paine, Liv Hewson, London Fuller, Ashley Greene, Nazanin Boniadi, Stephen Root

Año: 2019

Duración: 108 min.

País: Estados Unidos

Guion: Charles Randolph

Música: Theodore Shapiro

Fotografía: Barry Ackroyd

Productora: Coproducción Estados Unidos-Canadá; Lionsgate / Lighthouse Management & Media / Bron Studios

Género: Drama | Biográfico. Basado en hechos reales. Periodismo

Sinopsis

Deconstrucción de la caída de uno de los imperios mediáticos más poderosos y controvertidos de las últimas décadas, Fox News, y de cómo un grupo de explosivas mujeres logró acabar con el hombre responsable de él: Roger Ailes.

Nicole Kidman stars as ‘Gretchen Carlson’ on the set of BOMBSHELL

Comentario

Era una cosa que todo el mundo sabía, o, por lo menos, las malas lenguas suponían y pregonaban a los cuatro vientos. Casi todas las mujeres que por allí pasaban (el despacho del poderoso Roger Alies) o ascendían, o les daban un programa o les prorrogaban el contrato. Pero nadie se atrevía a denunciar nada (ya se sabe, hipotecas, trabajo, hijos… el precio de la fama, el ansia del poder, el afán de notoriedad, mantener el estatus).

Pero la otra tiranía, la de la belleza, la de la eterna juventud, acabó con una de las presentadoras más influyentes: Gretchen Carlson (Nicole Kidman), al frente del programa matutino «Fox & Friends». Resultó ser algo más que una cara bonita. Urdió un plan para acabar con el hombre más poderoso de Fox News (incluso más que el propio Murdoch), Roger Ailes (John Lithgow). Ailes era el puto amo. Era el hombre intocable. En él se concentraba el poder absoluto. Tenía hilo directo hasta con el mismísimo Donald Trump (cuando era candidato a la presidencia de los EE. UU.). Con una llamada quitaba y ponía. Sus sugerencias eran órdenes. Desde su atalaya (ese despacho al frente del cual estaba una secretaria –sintomático que no sea atractiva físicamente, mayorcita, eso sí… fidelísima, y que era quien le servía las presas en su cubil-) controlaba todo. Cada entrevista, cada movimiento de cámara, cada pierna, todo. Sus llamadas irrumpían las mesas de redacción para corregir tal o cual noticia o, simplemente (maldito bribón) subir o bajar la falda de la presentadora («es un medio visual» – argumentaba el canalla-). Tenía los recursos y el poder necesario para acabar con cualquier enemigo, posible o real. Por eso nadie creía que la denuncia de Gretchen contra él por acoso sexual, saldría adelante.

Pero Gretchen encontró una aliada inesperada en su propia «casa»: Megyn Kelly (Charlize Theron), otra presentadora estrella de Fox News. Las mujeres de la Fox dieron la voz de alarma, se rebelaron contra la maquinaria de acoso y abuso sexual y de poder. Unos cuantos meses después, octubre de 2017, el New York Times informaría sobre las numerosas denuncias que el magnate de la industria del entretenimiento Harwey Weinstein había recibido por las mismas circunstancias. Ese reducido movimiento #MeToo que acababa de surgir se convirtió en un enorme tsunami global.

Charlize Theron es una mujer comprometida. Da vida a Megyn Kelly plantándole cara al poder. No solo con su apoyo al proyecto como actriz, sino también como productora. Ya en 2005, protagonizó En tierras de hombres (Niki Caro). Su papel de mujer vilipendiada por querer trabajar en la mina, un terreno acotado por los hombres, a pesar de que su propio padre trabajaba en ella, terminó por ser el primer gran caso de acoso sexual en el mundo laboral de los Estados Unidos. El mérito de las mujeres de la Fox (principalmente las tres denunciantes con mayor poder) fue el que supieron aparcar sus egos y hacer una piña común, trastocando los intentos de hacer creer que era una cuestión de cuota de pantalla para poner patas arriba la estructura de la organización. No eran ni amigas, ni feministas, ni rebeldes, casi ni compañeras (eso sí trabajaban en la misma empresa). Como sucedía en El vicio del poder (Adam Mckay, 2018), ayuda mucho a que nos identifiquemos con lo que sucede, es ruptura de la cuarta pared. De la mano del personaje que interpreta Theron, nos introduce en la historia, en su propia historia, y en el cómo funcionan estas cuestiones.

John Lithgow realiza un papel en el que, primero, está irreconocible. Y, segundo, está muy convincente. En el primer caso, más allá de coger unos kilos el mérito es de aquellos que han llevado el casting y los responsables de maquillaje. En este último aspecto, se ha llevado el Oscar por la caracterización que sufren las dos protagonistas principales. El de Lithgow es de esos papeles que cuando llegas a casa te tienes que duchar. Un personaje prepotente, soberbio y… baboso.

Roger Alies era el sheriff de la cosa televisiva y el ideólogo de la Fox News. Pero el amo de este potente medio de comunicación, la 20th Century Fox, no era otro que Rupert Murdoch (papel interpretado por Malcolm McDowell, clavadito a él por cierto). Además de aupar a Alies también construyó ídolos entre los republicanos (como son Bush y Donald Trump) gracias a su apoyo incondicional. Su medio, la Fox, sirve como altavoz, como «máquina de propaganda de la derecha», así lo definió Bill Clinton.

Jay Roach es el director de El escándalo (Bombshell). Anteriormente había realizado varias películas de entretenimiento puro y duro con los Austin Powers como protagonistas y los pelotazos taquilleros como Los padres de ella (2000) y Los padres de él (2004). Hasta llegar a Trumbo (2015) donde realiza una propuesta muy interesante tocando un tema como era la persecución de aquellas personas acusadas de comunistas en la industria del cine. Fue la caza de brujas de un guionista comprometido al que posteriormente Hollywood reconoció su labor gracias, entre otros, al empeño de recientemente fallecido Kirk Douglas. El acierto del director estadounidense en esta propuesta de cine político, es que junta en un mismo espacio las tres historias de las mujeres protagonistas que vienen a representar cada una de ellas una etapa de la vida. Por un lado, la principal denunciante, Gretchen, es la mujer madurada, la que ha llegado al culmen de su carrera, la más lista de su promoción y tan guapa que llegó a ser hasta Miss América, y que en un momento dado, y ante la enésima propuesta dice: hasta aquí hemos llegado. Muy sibilinamente se guardará un as en la manga para no quedarse con el culo al aire. Kelly está en lo más alto de la ola. Ha llegado ahí y ahora se dedica a surfear el éxito. Por esa razón, al principio se comporta como si no fuera con ella, mientras está más preocupada por la entrevista que tuvo con Donald Trump (entre otras cosas le acusó de mujeriego). Y la joven incauta que pasa por ser la novata, la nueva, la carne fresca (para Roger, por dios, no se me interprete mal), es el papel interpretado muy convincentemente por Margot Robbie, es la que sufre el acoso directo y duda con lo que le está sucediendo. Pertenece a una familia conservadora y creyente. Trata de conseguir una audiencia esquiva y tienen que sortear sus propios límites y dilemas morales y éticos. Una maldita trinidad que, en este caso, no implica que sea solo un único delito sino tres granos de un inmenso desierto.

El comienzo de El escándalo es una sucesión de personajes, es un ir y venir de gentes por los platós, los pasillos, los despachos de la Fox News. Es una saturación de personajes que pugnan por instalarse en el cerebro del espectador. Cuesta centrarse porque no dejaran de ser tres historias que tienen protagonista a cada una de las mujeres en cuestión eso sí con el denominador común del gran gurú, Roger Ailes. Esta confusión se acentúa sino estas familiarizado con la televisión estadounidense. Estamos hablando de que estas tres mujeres serían, en España, como «nuestras» Susana Griso, Ana Rosa Quintana o Ana Pastor. Es decir, que allí son rostros muy conocidos, pero para la mayoría de nosotros no.

Margot Robbie as ‘Kayla Pospisil’ and Kate McKinnon as ‘Jess Carr’ in BOMBSHELL. Photo Credit: Hilary Bronwyn Gayle.

El escándalo forma parte de esas películas que ficcionan unos hechos reconstruyendo una realidad. Una película necesaria por la denuncia social que supone. Sólida interpretación tanto femenina como masculina, pero que le cuesta empatizar con el espectador. Consigue atraer nuestra atención, a pesar de ese alto grado de confusión, por ese ir y venir del comienzo. No consigue emocionar salvo en un par de secuencias. Estas vienen de la mano de Margot Robbie en su papel de atribulada Kayla Pospisil. Una es cuando tiene que mostrar sus encantos al baboso Alies y la otra con una confesión que realiza por teléfono. En la primera nos sentimos incómodos voyeurs y en la segunda descorazonados ante el drama. Gran trabajo de la Robbie que empieza a ser considerada como algo más que una cara bonita.

El guion está firmado por Charles Randolph, Oscar por La gran apuesta (Adam McKay, 2016) quien hila fino para conseguir aunar esas tres estrategias narrativas con ese carrusel de personajes y escenarios. Junto con el realizador, su propuesta refleja formidablemente ese ambiente machista tóxico. Las miradas lascivas a las piernas cuando se cruzan en los pasillos con una mujer, la insinuaciones/sugerencias/ordenes de acortar la falda y el cómo las mujeres tienen que lidiar con ese desprecio (incluso abuso) de sus superiores. Aunque el resultado final flojea un poco para ser una imprescindible película.

Lo malo de todo esto, de los hechos que narran El escándalo, es que siendo deplorable el comportamiento del depredador sexual Alies, casi más lo era el hecho de que no tenía conciencia de su maldad y, peor aún, todo el mundo lo sabía. Era una cosa habitual. Dando por sentado que la costumbre banaliza su comportamiento como si fuera una cosa cotidiana, habitual, normal entre la élite corporativa y directiva. Sin pecado no hay culpa. Se murió no admitiendo culpa alguna. Y lo que te enerva más todavía, es que salió de la Fox saludando con una mano, con la cabeza alta y con la otra mano agarrando un talón con una cuantiosa indemnización. La repugnancia impregna la pantalla y traspasa hasta la sala. Tienes que tener mucho cuajo para que el abuso de poder y el acoso sexual te dejen indiferente. Ojalá ese aire fresco que supone esa serie de denuncias acaben con esta lacra que denigra a la mujer. Y es tarea de todos. Hay una secuencia que es clave. Se produce en el ascensor cuando la secretaria de Roger y Kayla (la joven ambiciosa) coinciden. Ante la mínima sugerencia de Kayla para acceder a su jefe, el depredador, ella no duda ni lo más mínimo y la conduce de la mano hasta el redil donde suceden las tropelías. Sabe perfectamente lo que allí pasa. Y no hace nada. Es más, muestra un rictus de satisfacción y a buen seguro, cuando no tiene la cámara enfrente, abrirá su cajón y en esa ficticia e irreal libreta apuntará una nueva adquisición para su jefe y a su lado pondrá una medalla para ella.

Había un lema en la sede de la Fox, en lo más alto, en la cúspide de la organización empresarial: «Para prosperar en la vida hay que mamarla». Hasta me duele el corazón al escribir esto que lo dice uno de los personajes de El escándalo. Como también nos dolió a todo el mundo ver escrito con letras de molde allá en lo más alto de la puerta de entrada: «El trabajo hace libre». Ahora que se acaban de cumplir los 75 años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, campo de exterminio de los alemanes (no hay que olvidarlo), aquel lema, como este, resultan de lo más ignominioso.

El cine es entretenimiento, pero también puede tener ese punto de denuncia social necesario que aporte luz a un tema tan espinoso como es la instrumentalización de la mujer como un objeto sexual. No es la mejor película del año, pero es una película que merece la pena. Vayan al cine. Entretiene y, a veces, sirve para formarnos una opinión.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus