Crítica película 1917 de Sam Mendes

1917 o el virtuosismo de Mendes/Deakins

Ficha

Título original: 1917

Año: 2019

Duración: 119 min.

País: Reino Unido Reino Unido

Dirección: Sam Mendes

Reparto: George MacKay, Dean-Charles Chapman, Mark Strong, Richard Madden, Benedict Cumberbatch, Colin Firth, Andrew Scott, Daniel Mays, Adrian Scarborough, Jamie Parker, Nabhaan Rizwan, Justin Edwards, Gerran Howell, Richard McCabe, Robert Maaser, John Hollingworth, Anson Boon, Jonny Lavelle, Michael Jibson, Chris Walley

Guion: Sam Mendes, Krysty Wilson-Cairns

Música: Thomas Newman

Fotografía: Roger Deakins

Productora: Coproducción Reino Unido-Estados Unidos; Amblin Partners / Neal Street Productions / DreamWorks SKG / New Republic Pictures. Distribuida por Universal Pictures

Género: Bélico. Drama | I Guerra Mundial

Sinopsis

En lo más crudo de la Primera Guerra Mundial, dos jóvenes soldados británicos, Schofield (George MacKay) y Blake (Dean-Charles Chapman) reciben una misión aparentemente imposible. En una carrera contrarreloj, deberán atravesar el territorio enemigo para entregar un mensaje que evitará un mortífero ataque contra cientos de soldados, entre ellos el propio hermano de Blake.

“La primera vez que entendí la idea de la guerra fue cuando mi abuelo me habló de sus experiencias en la Primera Guerra Mundial. Esta película no es una historia sobre mi abuelo, sino más bien sobre su espíritu, sobre lo que estos hombres tuvieron que pasar, sus sacrificios, la sensación de creer en algo más grande que uno mismo.

“Nuestros dos protagonistas emprenden un peligroso viaje por territorio enemigo con la misión de entregar un mensaje vital para salvar a 1600 soldados y nuestra cámara nunca los abandona. Quería acompañarlos a cada paso que dieran y a cada aliento que tomaran, y el director de fotografía Roger Deakins y yo hablamos sobre cómo filmar 1917 de modo que el público se sintiera lo más inmerso posible. La diseñamos para acercar a los espectadores lo máximo posible a la experiencia de los protagonistas. Ha sido el trabajo más emocionante de mi carrera”.

Sam Mendes

(from left) Schofield (George MacKay) and Blake (Dean-Charles Chapman) in «1917,» the new epic from Oscar®-winning filmmaker Sam Mendes.

Comentario

La nueva película del director británico Sam Mendes tiene un argumento que se puede resumir en unas pocas líneas: unos jóvenes soldados reciben la misión de llevar un mensaje de vital importancia a una parte del frente durante la Primera Guerra Mundial. A lo largo de casi ciento veinte minutos tendrán que sortear una serie de peligros para llevar a cabo su cometido. Así de sencillo. Pero para ello Mendes decidió complicarse la vida a la hora de filmar esa misión.

Los jóvenes encargados de la misión son el cabo Lance Blake (Dean-Charles Chapman, actor conocido por haber participado en Juego de tronos) y el cabo Lofse Schofield (George McKay). Son llamados al búnker de mando. Allí les ponen al día de la situación en la que se encuentra la frente. Están a punto de caer en una emboscada y el general Erinmore (corto papel interpretado por Colin Firth) le informa de que su misión es avisar al coronel MacKenzie (otra breve aparición en este caso de Benedict Cumberbatch) con una contraorden que supone la paralización del ataque (era una treta alemana de atraerles a la trampa) y así poder salvar la vida mil seiscientos compatriotas, incluida la de su hermano, el teniente Blake.

Sam Mendes nos ofrece una trepidante película ambientada en la Primera Guerra Mundial a partir de las historias que le contó su abuelo Alfred H. Mendes. Debido a su baja estatura, 1,63 metros, Alfred fue elegido para ser mensajero en el Frente Occidental. Su misión era ir de un lado para otro a través de las trincheras. Pero la historia había que encajarla en un contexto. Para los personajes, el director se inspiró en los compañeros que conoció durante su propio servicio militar. Ya tenía un embrión para su película. Pero había que moldear y darle forma. Mientras se documentaba, Sam Mendes descubrió, que, en 1917, los alemanes se retiraron de una parte del Frente Occidental. Cedieron un precioso terreno que habían conquistado con la muerte de miles de soldados. Era lo que se conoce como Siegfriedstellung (la línea Hindenburg). En realidad, lo que los alemanes hicieron, tras una exhaustiva planificación, fue la construcción de una enorme red de trincheras, un poco más retrasadas geográficamente, fuertemente fortificadas, y dotadas de una potente artillería. Con ello consiguieron reducir la longitud del frente lo que provocó un sobrante de tropas que se desplazaron a otra zona de combate, y, además convirtió esa zona en un fortín inexpugnable. Para esta línea defensiva los alemanes emplearon a medio millón de civiles alemanes y prisioneros de guerra. Lo hicieron entre los años 1916 y 1917 extendiéndose a lo largo de ciento sesenta km desde Lens, cerca de Arras, hasta el río Aisne, cerca de Soissons. La fortificación incluía búnkeres de cemento con emplazamiento para ametralladores, líneas de alambres, túneles para el movimiento interno de las tropas, profundas trincheras y puestos de mando acorazados.

(from left) Private Atkins (Adam Hugill), Private Parry (Gerran Howell) and Captain Smith (Mark Strong) in «1917,» the new epic from Oscar®-winning filmmaker Sam Mendes.

El relato fílmico trata de recoger esas experiencias de un joven que se dedicaba a llevar mensajes de un lado para otro, oculto por la niebla y favorecido por su escasa estatura. La Primera Guerra Mundial fue una guerra de trincheras, casi inmóvil, donde millones de personas perdieron la vida (se estipula que fueron cerca de treinta millones) en reducidas franjas de terreno (apenas doscientos o trescientos metros). Era casi una lucha cuerpo a cuerpo. Los alemanes fueron detenidos por las tropas francesas a escasos kilómetros de París. Se inició una guerra de desgaste en las que las líneas de trincheras apenas sufrían variaciones hasta 1917. Esto sucedía en lo que se conocía como Frente Occidental.

Esta retirada, o más bien repliegue, causó una tremenda incertidumbre en las tropas aliadas. No sabían si se había retirado, rendido o, si simplemente, era una treta más. Lo cierto es que, en ese repliegue, los alemanes aplicaron la política de tierra quemada. En esa franja de terreno no dejaron nada que se pudiera aprovechar. Talaron árboles, destruyeron granjas, mataron cualquier animal e inutilizaron pozos, así como echaron abajo líneas telegráficas, puentes o carreteras con el fin único de frenar el progreso de las tropas enemigas para retrasar su avance. Destrucción total en una zona que ya llevaba tres años y pico de conflicto. Lo dejaron todo arrasado, una tierra desolada llena de francotiradores, minas y cables trampa. Ese es el aspecto desolado, marciano, lleno de ratas, polvo, ceniza y barro que era la tierra de nadie y que los soldados tienen que atravesar.

«… me ofreció la oportunidad de entender el coste, los miles de jóvenes que murieron por unos centímetros de tierra».

Sam Mendes

Schofield (George MacKay, foreground) with fellow soldiers in «1917,» the new epic from Oscar®-winning filmmaker Sam Mendes.

La ambientación era una cuestión crucial. En Francia, en los lugares históricos no era posible el rodaje, ya que están considerados como auténticos santuarios donde se veneran a los caídos. Los exteriores se han buscado en Salisbury Plain, en el suroeste de Inglaterra, en Northumberland y Glasgow en Escocia, para las secuencias ambientadas en el noroeste de Francia. Y para las interminables líneas de trincheras en el centro de Inglaterra, en Bovingdon.

1917 es una magnífica película sobre una de las mayores vergüenzas de la Humanidad: la Primera Guerra Mundial. No sé si sería igual de magistral si no se hubiera rodado en ese «falso» plano secuencia. Sería otra película sin duda, pero con los mimbres que tiene, fuera cual fuera la cámara o cámaras utilizadas, o montajes de secuencias empleados, seguiría siendo una gran obra. En alguna crítica he podido leer que es un único plano secuencia. Falso. Hay un corte bien evidente (cuando se pasa del atardecer a la noche), pero por si nos quedaba alguna duda al respecto el propio director nos confiesa que rodó en largos planos, varios, eso sí, con la idea de transmitir la sensación de que seguimos a los protagonistas a lo largo de las trincheras, cruzando esa tierra de nadie y tratando de llegar a tiempo para entregar nuestro mensajes. Es decir, que Sam Mendes nos convierte a nosotros en los protagonistas de esta épica historia, nos mete de lleno en el fango. Detrás de este logro hay meses de duro trabajo, de una ardua planificación y de la labor y dirección técnica de Roger Deakins (Blade Runner 2049, 2018, Skyfall, 2013, Fargo, 1997).

George MacKay as Schofield in «1917,» the new epic from Oscar®-winning filmmaker Sam Mendes.

La importancia de un buen arranque que atrape. Ese es uno de los puntos clave en todo relato. Y aquí, en 1917 es extraordinario. Un primer plano sobre la verde hierba se va abriendo el campo visual para centrarnos en dos jóvenes soldados a los que seguimos (esa es la idea que se persigue a lo largo de los casi ciento veinte minutos). La hierba desaparece para sumergirnos en el fango y meternos de lleno en la angosta trinchera, nuestra sala en los próximos minutos. A partir de ahí seguiremos a nuestros protagonistas participando de esa angustia. Nos convertimos en uno de ellos, rodeando los caballos muertos, superando las alambradas de espino en esa bajada al infierno que suponía cruzar la tierra de nadie. Pero 1917 es algo más que un falso plano secuencia o un buen arranque. Contiene unas cuantas escenas primorosas como son las del avión caído y lo que sucede con posterioridad (con una gran intensidad emocional) o las bellas imágenes del crepúsculo con la ciudad desolada.

Es la octava película de Sam Mendes (American Beauty, 1999, Camino a la perdición, 2002, Revolutionary Road, 2008, Skyfall, 2012). Con 1917 acaba de conseguir dos Globos de Oro y parte como una de las favoritas en la cita de los Oscars. Lo tienen todo para que el tiempo convierte a esta película en una referencia como lo fue, en su día, Salvar al soldado Ryan de Steven Spielberg de 1999 (aquellas imágenes del desembarco en los primeros minutos de la cinta supusieron una autentica revolución en la manera de filmar). Si a la brillantez de los aspectos técnicos le sumamos una banda sonora (sobre todo con los títulos de crédito finales, una lástima que no tuviera más presencia), con un habitual de Mendes, Thomas Newman, y la solvente interpretación de los actores tenemos un conjunto inolvidable.  

«La tierra de nadie está hinchada como un cuerpo afectado por la enfermedad más repugnante y su hedor es el aliento del cáncer… la tierra de nadie bajo la nieve es como la cara de la Luna, caótica, recubierta de cráteres, inhabitable, terrible, la bóveda de la locura.

Paisajes horribles, sonidos viles… todo antinatural, devastado, roto; la distorsión de los muertos, cuyos cuerpos sin enterrar yacen fuera de los agujeros todo el día, toda la noche, las visiones más execrables sobre la Tierra.«

El poeta británico Wilfred Owen

«esperaba que hoy fuera un gran día; la esperanza es algo peligroso»

Mendes nos muestra la historia casi en tiempo real. Algo parecido pudimos ver en Birdman (2014, Alejandro G. Iñárritu). Lo que pasa en 1917 es que presenta una enorme dificultad por la cantidad de personajes que intervienen en algunas de esas tomas con el añadido de algunas explosiones o la intervención de alguna rata que quiere su ración de protagonismo. Si hubiera que ponerle un pero a la cinta, es precisamente ese virtuosismo que puede lastrar a la propia historia. Podemos caer en la tentación de estar más pendiente de ver donde ha realizado un corte que en la propia narración. Lo mismo le ha podido pasar al director: estar más pendiente del modo de hacer que en la propia acción, descuidando la justificación de algunos pasajes.

El cine bélico cuenta con buenos ejemplos. La II Guerra Mundial ha sido el objetivo de muchos directores. También lo ha sido la Guerra de Vietnam. Pero, en cuanto a la I Primera Guerra Mundial, no son muchas las películas que podemos visionar que tengan como verdadero protagonista a la Gran Guerra. Tangencialmente es protagonista, por ejemplo, en la Reina de África (John Houston, 1951), o en Lawrence de Arabia (David Lean, 1962). Senderos de gloria (1957) es la gran obra maestra de Stanley Kubrick y es un referente en este conflicto.

Aquel mensaje que tenía que llevar nuestro joven protagonista es la esperanza que nos empuja a tratar de conseguir nuestro logro superando una serie de problemas. Como si de una fuerza sobrehumana, dejando atrás al pusilánime, el héroe sortea los obstáculos. Desolación y guerra. Un episodio que marcó a la Humanidad causando estragos, muerte de millones de jóvenes y rencillas entre países que desembocó en otra guerra. Nada pareció cambiar. Ya se lo dijo al joven héroe: no te engañes, mañana volverá otra orden y volverá otro asalto. Los gerifaltes de la cosa bélica, en sus despachos, en sus búnkeres «de lujo», buscan una victoria pírrica («esperaba que hoy fuera un gran día; la esperanza es algo peligroso») a costa del sacrificio de sus soldados para engrosar sus currículos.

Os dejo el tráiler de la película:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus