64 SEMINCI – Crítica Lara de Jan-Ole Gerster

Sección Ofical – Crítica película Lara de Jan-Ole Gerster

Ficha

Título original: Lara

Dirección: Jan Ole Gerster

Reparto: Corinna Harfouch, Tom Schilling, Volkmar Kleinert, André Jung, Gudrun Ritter, Rainer Bock

Guion: Blaz Kutin

Música: Arash Safaian

Fotografía: Frank Griebe

Año: 2019

Duración: 98 min.

País: Alemania

Productora: Schiwago Film / Studiocanal Film

Género: Drama

Sinopsis

    Es el 60 cumpleaños de Lara, a quien no le faltan motivos para celebrarlo: su hijo Viktor va a dar el concierto de piano más importante de su carrera. Ella fue quien proyectó y guió su trayectoria musical, pero llevan varias semanas sin hablar y nada parece indicar que Lara será bienvenida en su debut como intérprete profesional. Sin pensárselo dos veces, compra todas las entradas que quedan a la venta y las distribuye entre cuantos se va encontrando. Pero cuanto más se esfuerza para que la velada sea un éxito, más se descontrola todo.

Comentario

            Esta nada poética Lara tocaya de la musa del Doctor Zhivago, médico y poeta, nos retrata a una mujer repleta de inseguridades tapadas, como todas, con una arrogancia a prueba de bomba y un estar diametralmente opuesta a lo que debería ser. Lara es divorciada, un ser solitario con un hijo único en quien, como todo mal padre, dispara sus frustraciones haciendo de él el pianista que ella nunca fue, o se atrevió a ser. Es el día de su sexagésimo cumpleaños y también el del estreno como compositor de su vástago. Y todo comienza con una mujer contemplando el Cielo sobre Berlín –aprovechando el Nobel de Handke –y que parece a punto de volar no como el ángel protagonista de la magistral cinta de Wenders, sino como un suicida más en esta sociedad deshumanizada.

            Todo evoluciona porque la policía llama a su puerta y su plan para que no haya más planes se frustra y comienza una carrera por redimirse sin quererlo de un solo día donde nos muestra que es un ser castrante, molesto y odioso (incluso odiable, a tenor de su visita a su antiguo puesto de trabajo como funcionaria del catastro municipal de la gran capital alemana). En distintos trazos, pero, sobre todo, en tres pinceladas, nos muestra que es vengativa, cruel y que no permite que nada ni nadie se interponga en su manera algo esquizoide de ver la vida, ésa que se quería quitar en los primeros fotogramas del metraje. Las pistas para seguir su personalidad, trazada desde dentro y mostrada hasta la alteración final como un yo social claro pero complejo en un buen trabajo del guionista, nos la da con un vestido, un arco de violín y una bofetada a una madre que le cuenta una verdad que ella no desea soportar. Y encontramos al hijo, inseguro como todo buen artista, pero aún más gracias a esa mujer a la que a veces sólo le falta llevar un tatuaje en el antebrazo con su grupo sanguíneo para ser más odiosa, y nos muestra al ex marido, que marca distancias y desea que su hijo no se acerque a ese triángulo de las Bermudas que le parió, paradigma de la disciplina prusiana, la ambición proyectada y la ofuscación malsana con algo tan hermoso como es la música, porque para ella el piano es lo que para Moisés la Tierra Prometida, algo que verá, pero jamás hollará.

            Y aparece un personaje clave, que como nos enseñó Orson Welles, el mago de Kenosha, en El Tercer Hombre, no es necesario salir en la película para ser el protagonista, y así se lo respetaron Carol Reed, el director de la cinta británica por excelencia, y el guionista y autor de la novela, Graham Greene: el profesor de piano de su infancia y adolescencia, quien tanto le frustró y que todo lo que acontece el resto de sus días hasta éste, el de sus sesenta años, marcó.

            El hijo estrena tras una parte tocando el sólo a Chopin asustado por un comentario grosero y sajador de su madre esa misma tarde en el jardín trasero de la casa de su abuela, donde se había refugiado tras salir de la casa de Lara, ese súcubo para aquellos a los que se supone que quiere. Y todo es un éxito, salvo la relación entre ambos y la confesión del viejo profesor, quien va recordando a la joven que ese día cumplía seis décadas en este mundo. Y le comenta algo que bombardea la línea de flotación de la protagonista, la señora Jenkins, y el drama de su inseguridad se convierte en la tragedia de una vida, la suya, tirada por unas palabras de un tercero, el profesor de piano. El resto es sólo unir las piezas del rompecabezas de su amargura existencial y su fracaso como persona.

            El estrambote final remarcando su ego desmedido a la par que su frustración enfermiza hasta encolerizarle, eso sí, siempre de puertas para dentro, ya dije que sólo en tres pinceladas nos muestra el resto; llega cuando va a ofrecer una botella de espumoso a un vecino que le pretende porque sabe que tiene un piano de pared y necesita decirse a sí misma que podría haber sido una gran intérprete importándole menos que la filosofía kantiana a un futbolista de elite la avanzada hora de la noche, la opinión del vecino y hasta el té que le está ofreciendo.

            Muy recomendable para los que quieran dedicarse a una actividad artística y muy poco para los cinéfilos empedernidos.

Os dejo un tráiler (con subtítulos en inglés):

Carlos Ibañez

Revista Atticus