Teatro – No me olvides (El maestro Juan Martínez que estaba allí)

“No me olvides (El maestro Juan Martínez que estaba allí)”

Teatro Zorrila, Valladolid

El Teatro Zorrilla acoge la obra No me olvides (El maestro Juan Martínez que estaba allí), Alfonso Lara pone en escena una producción arriesgada de la novela de Manuel Chaves Nogales.

Esta obra nos habla de tragedia, de oportunidades perdidas y de vidas truncadas, la lucha continua de un grupo de personas por intentar sobrevivir, la dureza de una época en la que lo único importante era seguir vivo, intentando ser fiel a uno mismo.

Una historia, adaptada con maestría por Alfonso Lara, utilizando diálogos ágiles y disertaciones intimistas por parte de los actores. Una dirección, por parte del propio Lara, a la altura de un texto histórico y de una visión muy concreta, en pro de la libertad, del individuo y la humanidad, contra todo conflicto armado o dictadura, independientemente del color de la misma, acompañado de un elenco de ocho actores y actrices que despliegan sensibilidad y saber hacer, en una puesta en escena dura y vital que en ocasiones nos sacará sabiamente una sonrisa.

Es esta una visión personal e intransferible de la Revolución Rusa, descrita por el periodista y escritor Manuel Chaves Nogales sobre los episodios que dice le sucedieron a Juan Martínez, un bailaor de flamenco Burgalés retirado que consume sus tardes en los cafetines de Montmartre, donde recuerda sus peripecias por media Europa junto a su mujer Sole. Huyendo de la I Guerra Mundial atraviesan Turquía, Rumanía y Bulgaria, y acaban en Rusia, donde creen estar a salvo del conflicto armado. Allí se verán atrapados por la Revolución de Octubre, y asistirán a los horrores de una guerra sangrienta, a veces les salvará Dios, otras les pondrá al borde de la muerte, según con el militar o el país en que se enfrenten. La soledad, el frío, el miedo, se dan cita en escena de la mano de un elenco que compacta y se visualiza coherente. Envueltos en un conflicto ajeno, el matrimonio irá de un lado a otro, Moscú, Petrogrado, Kiev, Turquía o París, serán algunos de los escenarios, pero también la calle, las pensiones de mala muerte, diversos cabarets, trenes nocturnos que pasan sin esperar, frustraciones, desidia, escenarios de guerra… Todo ello sin encontrar la tranquilidad, sino cargados de incertidumbre y desasosiego, los acompaña su arte y el deseo por la vida.

Sole, personaje interpretado por Pepa Rus, pone un toque de humor necesario, su naturalidad, el compañerismo, las ansias de lucha por la vida nos hace empatizar con ella desde el primer minuto, generando dulzura en las escenas más duras de la función junto a Alfonso Lara, en el papel de Juan. Lo interpreta con ingenio, sobre él recae el peso de la obra, un personaje que crece a medida que se suceden los acontecimientos y el paso del tiempo no parece mejorar las cosas, el paso por las checas, las conversaciones con militares y personajes de todo pelaje no harán más que aumentar su humanidad con sus iguales, lejos de que nadie le convenza con grandes discursos ideológicos mientras él solo parece sentir el odio del que le mira.

Juan Carlos Arráez, Piñaki Gómez, Pablo Rivero, Eva Boucherite, Rosa Fernández y Micaela Quesada completan este bonito elenco, personajes que se desdoblan en otros, cambios de registro, rabia por parte de algunos, cansancio y rutina por parte de otros. Magníficas intervenciones situando contextos y recordando situaciones pasadas. Juego de narices de clown en escena que más allá de la presencia en el circo, nos recordará a Payasos por la identidad, que denuncian y se preguntan cómo se puede abordar el humor desde historias llenas de dolor acompañados a menudo por narices negras. Cada personaje es defendido a capa y espada, y de este modo van construyendo esta historia de aventuras, un tanto cruel como tierna, así como la vida misma.

Sobresaliente el diseño de escenografía de Oscar Carmín, compuesta por rejas que se abren y se cierran, y que quizás algún día caigan cuando caiga la guerra, junto a su compañero de iluminación Felipe Ramos con su impecable trabajo, que nos situará en míseros locales, en oscuras checas o circos exiguos. Guadalupe Valero, encargada del vestuario, y José Luis Toral en el espacio sonoro, hacen de esta una puesta en escena redonda.

En definitiva, Juan y Sole en un viaje, el de su vida, el de la muerte de tantos y el sufrimiento de tantos otros, quizá surgido de pedir tierra, pan y trabajo desde la base social, o quizás surgida más bien del odio de las cúpulas que nunca sufrieron un solo rasguño y comían caliente a diario sin cartillas de racionamiento entre sus manos, ni largas colas de espera por un mendrugo de pan. Es una historia conmovedora de lucha por lo que se quiere, de drama por lo que se busca, de anhelo por sobrevivir y seguir adelante, pero sin olvidar. Siempre juntos trataron de solucionar sus penas. Por eso es un montaje para no olvidar, para sonreír y seguir, y es que no podemos desechar la historia, lo vivido, lo pasado y lo que hemos sido, y así construir un recuerdo mejor.

Esta obra nos recuerda el hastío que supone cualquier guerra, cualquier bando, cualquier cariz ideológico, que destruye lejos de construir.

Luisa Valares

Revista Atticus