Universo Isarel Galván en el LAVA

Universo Israel Galván

Laboratorio de las Artes, Valladolid

Israel Galván (Sevilla, 1973) el artista que se asoma al abismo de todos los tablaos flamencos del mundo mientras a los espectadores les recorre una corriente alterna por el espinazo. Todas las miradas convergen en él. Escucha la voz de Carmen Amaya y el eco se envuelve en la rama de un álamo verde. Y se entienden. Como se entiende el amor en los amantes.

IG es dueño de su tiempo y de su espacio y de su fuerza. Su corazón vive estremecido por el gusanillo del baile. No puede estarse quieto. Todos sus sueños los muestra esta noche en la Sala Concha Velasco. El sueño de la infancia donde se derraman los besos de su madre Eugenia de los Reyes y la maestría de su padre José Galván.

El destino desde la cuna era el baile flamenco. Y navegar por todos los mares con un parche en el ojo taconeando sobre la cubierta bailando Le Corsaire, de Barishnikov.

Lector de Arthur Conan Doyle y amante de la soledad se empeña cada noche cuando pisa las tablas intentar comprender la fascinante y dura condición humana. Sabe escuchar los latidos de su corazón  y sus pies pisan las brasas de todos los palos del flamenco.

Su espectáculo Fla.Co.Men que disfrutamos esta noche en el LAVA nos cuenta historias con el taconeo exacto que deslumbra al espectador. La emoción de la alegría y la emoción de la tristeza a dos pasos de tus ojos para alejar el sufrimiento y la melancolía.

Pasión y valentía a partes iguales y bien repartidos por todo el elenco que le acompaña. Cada vez que intervenían infundían vida, esperanza, alegría. Voluntad de disfrutar que era para lo que habíamos salido de casa.

Como subrayó Albert Camus, “nada hace tanto daño a la creación como el confort y el aburguesamiento de corazón” Porque toda creación, -Israel Galván es un creador- a menudo se alimenta de encontronazos y sin sabores, pero también de sueños.

Sales al Paseo Zorrilla y mientras tomas un “tentempié en el GastroLava” sigues asombrado porque pocas veces la felicidad, el peligro y la locura merecen tantos aplausos.  Amar algo es saberlo ver.

Marcos Pérez

fotografía: Nacho Carretero

Revista Atticus