Teatro – Lehman Trilogy

Teatro – Lehman Trilogy

Teatro Calderón, Valladolid

El infinito no es una medida humana: prefiero obras de teatro más modestas que no te lleven al límite físico y que te obliguen a tomar (sin receta médica) el correspondiente Ibuprofeno para el dolor de espalda.

Lehman Trilogy pasa de los 180 minutos. La primera parte dura alrededor de 55 minutos. Vamos a ello. Si la misión del arte, del teatro es conmoverte de alguna manera, estos primeros minutos ni me emocionaron ni provocó en mí ningún sentimiento especial. Ya, estaba  claro, que la familia Lehman empezaría de cero y luego se forraría a costa de ser unos usureros de primera. Dejando entrever ese dicho de que el dinero se va con cualquiera.

Los que amasan dinero solo quieren eso, amasar más dinero que se lo pregunten a Francisco Torquemada, ese personaje de Galdós, el avaro por excelencia que muere indigestado por el oro.

Ha dejado dicho Pascal Rambert que el teatro que interesa es el que tiene efectos sobre los cuerpos, comprobar como las palabras sirven para comprender parte de la vida, de ahora y de ayer y como pueden ser capaces de llegar a destruirte.

No soy muy partidario del teatro Thermomix. Este tipo de teatro es onanismo puro. ¿Qué significa esto? Pues que tengo la impresión de que el actor actúa para sí mismo, olvidándose del público. El teatro ha dicho Lluís Pascual hay que hacerlo para otros y, si no, no es teatro.

Estos 55 primeros minutos es evidente que no me emocionaron. Todo lo sencillo complejo me fascina y este tipo de teatro no era el caso. Y estos minutos tenían mucho de impostura y algo de pedantería teatral automatizada como para darse importancia. ¡Yo aquí soy el protagonista, mírame solo a mí!

Cuando el teatro no llega al corazón del espectador algo está ocurriendo. Sartre decía que el teatro  es subjetivo y no tiene nada que ver con circunstancias objetivas. Me parece que estos primeros 55 minutos han sido, eso, subjetivos; la cosa no ha salido como yo esperaba, me lo había imaginado de otra manera. Pero llega el primer descanso…  Comienza el segundo acto… Ya se lo cuento otro día. No les quiero cansar.

Marcos Pérez

Revista Atticus