Teatro – El precio de Arthur Miller

Teatro – El precio de Arthur Miller

Teatro Calderón, Valladolid

Se mueren los padres, hay que repartir la herencia y empieza la gresca. Nada nuevo bajo el sol. En esta obra el fantasma del padre recorre la sala y las tablas poniendo en solfa sentimientos, emociones, rencores, odios… todo lo consustancial al género humano. Y la pasta, claro, la dichosa pasta.

El precio, ha dicho Marcos Ordoñez, es una caldera que se va cargando de presión hasta que llega el inflamable y esperadísimo enfrentamiento entre los dos hermanos: Walter y Victor. Y no le falta razón. El público observa la explosión desde su butaca y va tomando partido. Se va posicionando. Dado que el género humano tiene dos tipos de moral: la que predicamos pero no practicamos y la que practicamos y raramente defendemos. Esa es la atmósfera en la que se mueven los personajes de Miller.

Entre todos los dones que conceden las hadas madrinas es el de los padres el más propio de la felicidad. El precio muestra claramente lo que significa el resentimiento. El resentimiento es corrosivo, no tiene fecha de caducidad. Como la ira. Aquí todos tienes motivos para ser infelices, hasta el tasador, interpretado magistralmente por Eduardo Blanco.

Las pulsaciones de Tristán Ulloa y Gonzalo de Castro superan en algunos momentos los noventa latidos por minuto. Se les nota acelerados. Las primeras filas están en tensión, saben que lo que están viendo es teatro del bueno. Teatro que te recorre el espinazo de arriba abajo y deja secuelas que tardarán un tiempo en cicatrizar.

Es lo que tienen los espejos. Porque quién más quién menos ha pasado por este trance. La herencia. Y Miller nos cuenta una de sus mejores historias, por no decir su última gran historia. Una historia rica, desbordante, coge al toro por los cuernos porque da una lección de lo que tiene que ser el teatro moderno.

Tristán Ulloa y Gonzalo de Castro son los duelistas. ¿Se acuerdan de esa película dirigida por Ridley Scott, basada en un libro de Conrad e interpretada por Harvey Keitel y Keith Carradine? Sus actuaciones relumbran por todo el Teatro Calderón porque están repletas de clasicismo y modernidad. Las escenas, fluyen como fluye la vida, saltando de un episodio a otro magistralmente. Mi admiración para ellos.

Y también para Eduardo Blanco. Sube al Everest con lo puesto y proporciona al público momentos supremos de su arte y va tejiendo su personaje con autoridad y tensión creciente.

Elisabet Gelabert mantiene el tipo con coraje y tensión. Dota a su personaje de verosimilitud, matices y fuerza mientras contempla el desencadenamiento de la pasión y el rencor entre los hermanos.

Valladolid. Teatro Calderón. El precio de Arthur Miller. Intérpretes: Tristán Ulloa, Gonzalo de Castro, Eduardo Blanco y Elisabet Gelabert.

Marcos Pérez

Revista Atticus