Teatro – Rojo con Juan Echanove

Teatro – Rojo

Con Juan Echanove y Ricardo Gómez

Estreno nacional en el Teatro Calderón, Valladolid.

Le preguntaron un día a Picasso el tiempo que había tardado en pintar un cuadro y respondió “cuarenta años”. Eso mismo podría haber contestado Rothko en la obra de teatro representada estos días en el Teatro Calderón. Y eso mismo podría haber respondido Juan Echanove cuando le pregunten por su trabajo en Rojo.

Estamos antes uno de los mejores trabajos de Echanove. Para todos los espectadores que nos hemos acercado al teatro a ver Rojo ha sido un acontecimiento. Llevamos diciendo toda esta semana a los amigos, en el trabajo, en el autobús, en la oficina, en el colegio “yo estuve allí” y vimos a Juan Echanove.

Estamos ante uno de los mejores actores de teatro del panorama español. Y además, me consta que en Valladolid ha estado muy a gusto. Y se ha entregado, ha demostrado que la generosidad es una de sus virtudes. Y su voz. ¡Qué voz!  Transparente, barroca, familiar, cristalina en una palabra. Y su presencia. La importancia de la presencia, que hay que agradecer.

El color negro, escribe Vicente Verdú, procura la inmortalidad. Es el equilibrio canónico que enaltece el cuadro, lo humaniza. Rothko (Juan Echanove) habla del color negro, el color del pánico, el color de la muerte con un pito en la mano y el pantalón y la camisa lleno de chorretones. El blanco es la pureza, es lo contrario que la muerte. Preguntas y más preguntas para descubrir que solo los muy ricos pueden comprar uno de sus cuadros. ¿Acaso la lírica constelación de Miró no se plasmó como en ningún otro sitio en la estrella del logotipo de la Caixa?

El arte, nos dice Rothko permite ver la desnudez de la vida real y despierta deseos y pensamientos sublimes a los espectadores que se quieren asomar a su profundidad. Sus cuadros pretenden arrastrarte a otros mundos para que con solo mirarles te puedas escapar en ellos.

La escenografía está muy bien estudiada. Nada está improvisado. Un estudio de un pintor, convertido en una caja fuerte (el sol molesta a Rothko) y lo curioso, lo sorprendente y velazqueño es que el público es el lienzo, allí se dirigen los actores para dar brochazos…

Por último decir que Ricardo Gómez va camino de convertirse en un artistazo. Es obvio que el personaje central es JE pero Ricardo Gómez sabe sacar provecho de su personaje. Su dicción es clara, tiene ritmo, cadencia y proximidad. Un personaje que se sabe próximo al espectador y va descubriendo cosas que este ni siquiera  imagina.

Marcos Pérez

Revista Atticus