Crítica El veredicto (La ley del menor) – Excelsa Emma Thompson

Crítica El veredicto (La ley del menor)

El mal menor

Ficha

Título: El veredicto. La ley del menor

Título original: The Children Act

Director: Richard Eyre

Guion: Ian McEwan

Reparto: Emma Thompson, Stanley Tucci, Fionn Whitehead, Ben Chaplin, Jason Watkins, Rosie Cavaliero, Nikki Amuka-Bird, Rupert Vansittart, Anthony Calf, Nicholas Jones, Eileen Walsh, Andrew Havill, Shaquille Ali-Yebuah, Daniel Eghan, Paul Jesson

País: Reino Unido

Estreno en USA: 14/09/2018

Estreno en España: 23/11/2018

Estreno en Reino Unido: 24/08/2018

Productora: Toledo Productions, BBC Films, FilmNation Entertainment

Distribuidora: A24

Distribuidora en España: Vértigo Films

Calificación: No recomendada para menores de 12 años

 

Sinopsis

Mientras su matrimonio con Jack (Stanley Tucci) se hunde, la eminente jueza de la Corte Suprema Fiona Maye (Emma Thompson) tiene que tomar una decisión que cambiará su vida. ¿Debe obligar al adolescente, Adam (Fionn Whitehead), a recibir una transfusión de sangre que podría salvar su vida? Su inusual visita al hospital causa un profundo efecto en ambos, agitando nuevas emociones en él y despertan­do sentimientos latentes en ella.

Comentario

«Cuando un tribunal determina cualquier cuestión con respecto a… la educación de un niño… el bienestar del niño será la consideración primordial del tribunal.»

The Children Act, 1989.

 

Fiona Maye (Emma Thompson) es una jueza de la Corte Suprema de Londres especializada en derecho de familia. Ronda los sesenta años. Vive una vida acomodada gozando de un buen estatus social. Amante de la buena música (incluso se atreve con el piano y con el canto); decora su casa, lujosa casa, con obras de arte. Todo este alto nivel de vida ha tenido un doble coste. Por un lado, ha sacrificado la oportunidad de ser madre en favor de su carrera y, por otro, el coste afectivo: ha descuidado su relación matrimonial. Jack (Stanley Tucci) está hastiado de tirar de su relación constantemente. Es el que propone, es el ideólogo, es el corazón de la relación. Ante la apatía de Fiona, en su día a día, y ante la constante negativa de ella, Jack le cuenta que está considerando tener una aventura amorosa. Muy bien razonada. No quiere el divorcio, la sigue queriendo a ella. La propuesta es para que nada cambie entre ellos dos. Fiona se queda estupefacta.

La jueza busca estabilidad en el refugio de su estrado. Mujer brillante, tiene que decidir sobre cuestiones éticas y morales que implican algo más que la aplicación de la ley. Es capaz de dar lo mejor de sí y, sin embargo, su matrimonio va a la deriva.

Un nuevo caso viene a ocupar la vida de Fiona. Tiene que apartar su crisis personal. El joven Adam (Fionn Whitehead) está enfermo y necesita una transfusión de sangre para poder sobrevivir. Por rezones religiosas sus padres (Adam es menor de 18 años) niegan esa transfusión poniendo en grave peligro la vida del joven. Es más, si no recibe esa trasfusión morirá. Fiona tiene el poder de decidir sobre su vida. Ante tal disyuntiva opta por tomar una decisión nada habitual y poco ortodoxa: decide trasladarse al hospital para charlar con el joven y ver si es consciente de la situación en la que se encuentra. Allí lo que se encuentra es a un joven apolíneo muy maduro para su edad. Pero está confundido y tras la charla con Fiona más todavía.

«La religión de mis padres era un veneno y usted fue el antídoto»

Adam a Fiona

La ley del menor. Ian McEwan

El veredicto es… Emma Thompson (Lo que queda del día, James Ivory, 1993, Sentido y sensibilidad, Ang Lee, 1996). La jueza Fiona es un personaje creado para su lucimiento. Comedida y convincente en su seriedad con la toga y dramatismo en su vida privada. Se mantiene hierática desde su estrado. No debe implicarse en los asuntos para poder tomar distancia y poder emitir una sentencia. Allí es… su Señoría. Eso mismo parece haberlo llevado a su hogar: un distanciamiento, una no implicación. A su lado Stanley Tucci (Spotlight Thomas McCarthy, 2015, El diablo viste de Prada, David Frankel, 2006) como marido enamorado de su mujer pero que se ve incapaz de retomar las riendas de su relación salvo con una propuesta endiablada. Sobrio. Fionn Whitehead (Dunkerque, Christopher Nolan, 2017), da vida a un muchacho enfermo que descubre la belleza de la vida cuando está a punto de cumplir los 18 años. Mostró maneras en Dunkerque y aquí se confirma como una joven promesa.

Una película que el director, Richard Eyre, (más conocido por su faceta de dirección teatral) plantea desde un lado femenino, dotándola de un intenso dramatismo El guion es obra del escritor McEwan. Está basado en la novela homónima La ley del menor. Los planteamientos de los conflictos están bien diseñados y funciona a la perfección.

El encuentro de Fiona y Adam en el hospital (y los siguientes) es el encuentro entre el amor y la creencia, es el encuentro entre la ley y la fe sincera. Es una ilusión, es una esperanza y es la plasmación para Fiona del final de su matrimonio. Ella ya no es el objeto de los desvelos como lo es para el joven, ya no recibe esos bellos poemas ni tantas atenciones. Y no es porque Jack no lo haga si no simplemente, porque ella se ha abandonado, se ha olvidado de vivir la vida y solo se ha dedicado a trabajar, a tratar de poner orden y que se cumpla la ley.

La película arranca con un caso de unos siameses recién nacidos que funciona como una sutil metáfora. Es como si el matrimonio fuera una pareja de siameses, nos viene a decir McEwan. En este caso solo existe un corazón (como si el matrimonio solo tuviera un motor de doble acompasamiento). La duda ética que se plantea el hospital es que si interviene para la separación de ambos, solo uno puede sobrevivir con ese corazón. Intervenir para matar o salvar a uno. La elección de un mal menor con el apoyo de la ley. Esa es la cuestión. Es como si la aventura que propone Jack sirviera para satisfacerle, para vivir –como él dice-, matando así su matrimonio, que no dejará de ser una relación que ha evolucionado hasta convertirse en una relación fraternal.

La transfusión de sangre que necesita el joven Adam no deja de ser otra metáfora. Es la sangre que le da la vida, pero lo que realmente se la da es el amor. El es un crío y tendrían que haber sido los padres los que por amor hacia él –y no hacia una creencia religiosa- le insuflaran vida. No tendría que haber esperado la intervención de la justicia y así evitar la terrible decisión que le corresponde a un juez. Una juez en este caso peculiar que se baja a la arena, se quiere mojar, quiere sensibilizarse lo más que pueda ante la terrible decisión que tiene que tomar. ¿No es eso un gesto de amor hacia el desconocido Adam? Y surge el amor, ese líquido que alimenta la razón y el corazón del joven Adam. Entonces lo ve claro, se le ilumina los ojos, recobra la vida, recobra la ilusión pérdida, recobra la fe en el ser humano. Pero ay, el amor, que jodido que es de sobrellevar cuando tus expectativas no se cumplen como uno quiere. Entonces surge, a caballo, a galope, el frenesí del loco amor. El doncel empuña su pluma y se lanza a la conquista, a una entelequia. ¿Cómo su juventud puede conquistar a la bella y madura princesa de cabellos dorados? Fiona, atractiva, culta, inteligente representa el anhelo de belleza para un chico que está verde en el amor, aunque demuestre un potente lado maduro. Pero la princesa descubre algo que creía perdido. Y se tambalea y duda y sufre y comprende. Adam se convertirá en ese joven enamorado en busca de su deseo hasta el punto de perder la razón (y algo más). Es el ideal del loco amor frente al amor fraternal que goza Fiona en su matrimonio. No es de extrañar que Fiona vea sacudidos sus cimientos ante este arrebato.

El veredicto es una película muy seductora. Un sencillo planteamiento con un sólido guion y una magnífica interpretación de Emma Thompson dando vida a una jueza que tiene que lidiar con la ética, la moral y el amor, mientras su matrimonio se resquebraja. Vayan al cine.

Os dejo un tráiler:

 

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus