63 SEMINCI Crítica La Mujer de la Montaña

63 SEMINCI Crítica La Mujer de la Montaña

Woman at War de Benedikt Erlingson

Mágica, enigmática, divertida, onírica y ciertamente con alma de cuento y cuerpo de comedia. La Mujer de la Montaña nos envuelve en la lucha solitaria, aunque con apoyos muy importantes, de una mujer contra la conversión de su isla, de su país, de su sociedad, en una sucursal económica de esos agujeros negros económicos que dominan y polarizan este mundo sin bloques, pero más miserable que nunca, con políticos arrodillados ante ese dinero que viene desde las dos grandes economías mundiales y dispuestos a mentir, tergiversar y manipular para que sus intereses sean los de toda la nación, aunque esto, no seamos ingenuos, todos lo sabemos y la cinta islandesa sólo lo subraya con una sonrisa.

Pero he aquí que la activista que es capaz de reventar una siderurgia cortando la electricidad tiene dos aliados: un cicloturista sudamericano y la inutilidad de la policía autóctona que detiene una y otra vez al pobre hombre confundiéndole con la saboteadora, provocando la hilaridad de cualquiera que no vista uniforme.

            Y también con un supuesto primo, su hermana gemela y una niña ucraniana, que espera a ser adoptada tras la guerra con Rusia y que es huérfana en un pueblo cercano a Donetsk. Y todo se complica y se vuelve más y más simple mientras tres músicos con una batería, un helicón y un piano (a veces sustituido por un acordeón) y tres cantantes tradicionales, a veces juntos, a veces por separado, tocan, cantan y se aparecen constantemente a Halla, «la mujer de la montaña», excelentísima actriz, dicho sea de paso.

Y se complica porque quiere ser madre, pero necesita a su hermana al ser soltera y precisar de un tutor legal en ausencia de padre por si a Halla le pasase algo, y la gemela se va a marchar a meditar y crecer como maestra de yoga en India durante los próximos dos años. Y teme que no se la den, y teme que su lucha caiga en saco roto y, más aún, que la policía, ahora ya con la colaboración de la CIA y el Mosad, la coja.

            Y se simplifica porque quiere a esa niña y debe mostrar su poderío tras escribir un manifiesto afirmando la soledad de su lucha. Y todo esto en una sociedad de un cuarto de millón de almas, con todo lo bueno y malo que eso pueda ofrecer.

El resto es poesía, imágenes y símiles que hay que buscar y saber captar y donde las mitologías nórdicas y grecorromanas están representadas.

Esta es una película para no perderse y reír y reírse de uno mismo al saber que seguro que los oscuros poderes, siempre tan codiciosos, nos han manipulado alguna vez y que nuestra integridad debe estar en el respeto hacia nuestros hijos y nietos, pero también a lo que tomamos prestado de nuestros padres y abuelos… El resto es sólo dinero y es algo tan pobre que sólo lo quieren los que carecen de algo tan fundamental como son los principios. Halla, la protagonista, nos lo muestra con su altar particular con sendas instantáneas en blanco y negro presidiendo su salón: Gandhi y Madiba.

            Y de una de las frases más famosas del segundo, de Nelson Mandela creo que tomó el director, Benedikt Erlingsson, la idea central de esta película:

Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es el que no siente miedo, sino el que vence ese temor. Y Halla, la mujer de la montaña, la lleva en su ADN.

Os dejo un tráiler:

Carlos Ibañez

Revista Atticus