63 SEMINCI Crítica Mi obra maestra de Gastón Duprat

63 SEMINCI Crítica Mi obra maestra de Gastón Duprat

 

En la redacción de Revista Atticus ya nos llamó la atención dos películas firmadas por Gastón Duprat: El hombre de al lado (2009) y la más reciente y galardonada en el 61 SEMINCI, El ciudadano ilustre (2016), por lo tanto, teníamos mucho interés en ver esta nueva entrega.

 

Arturo (Guillermo Francella) es un galerista de arte encantador, sofisticado y un poco inescrupuloso. Tiene su propia galería de arte en el centro de Buenos Aires, ciudad que le fascina. Renzo (Luis Brandoni) es un pintor hosco, un poco salvaje y en franca decadencia. Odia el contacto social y está casi en la indigencia. Si bien al galerista y al pintor los une una vieja amistad, no coinciden en casi nada. Sus universos e ideas son opuestos, lo que genera grandes tensiones y peleas entre ellos. Pero a pesar de estas diferencias, son grandes amigos. Y de esa amistad trata esta comedia.

El título nos sugiere que bien podíamos estar ante una película de esas que ahora se realizan mucho que tiene que ver con el mundo del arte, ya sean dedicadas a grandes artistas (en esta edición hay un par de ellas fuera de lo que es la Sección Oficial) o, como en este caso, sobre los tejesmanejes que existen en el mercado del arte. O (en palabras del propio director en la rueda de prensa «la geografía del mundo del arte como un lugar donde suceden determinadas cosas»). Aunque está dedicada al arte y su entorno, bien podía ser otro colectivo el protagonista. Mi obra maestra es una película que ensalza el valor de la amistad. Gira alrededor de tres personajes. Dos roles perfectamente definidos el de Guillermo Francella como galerista y el de Luis Brandoni como artista gruñón, viejo y desnortado. A su lado nos sorprende ver en un papel secundario (pero de gran peso) a «nuestro» Raúl Arévalo como un «perroflauta» íntegro, insobornable y gran admirador de la obra de Nervi (en realidad las obras son de Carlos Gorriarena, fallecido hace unos años, con algunos lienzos colgados en el propio Museo de Bellas Artes de Buenos Aires).

En los primeros compases asistimos a la presentación de una obra. De manera didáctica nos invita a la contemplación de la obra y que lo hagamos por un minuto. Lo que parece ser el comienzo de una película con un claro valor didáctico, no lo es. Rápidamente una voz en off (del galerista Arturo Silva) nos hace una confesión tras alabar a la que él considera la mejor ciudad del mundo Buenos Aires: soy un asesino. Un flashback nos remite a unos cinco años atrás, momento en que vemos las dificultades por la que atraviesa la carrera de Nervi. Y como Arturo hace todo lo posible por ayudar al artista con el lleva una relación de más de treinta años.

Mi obra maestra es una película que nos ofrece una mirada ácida sobre el mundo del arte y sus entresijos mercantilistas. Divertida, irónica, reflexiva pone el acento en los galeristas, en los compulsivos compradores ricos y en los propios artistas. También en qué o quiénes influyen a la hora de tasar una obra o lo caprichoso que puede ser la moda en este mundo. O lo relevante que puede ser una muerte oportuna (o el golpe de efecto que ha supuesto recientemente la destrucción, en directo, de la obra de Banksy en una reciente subasta). Pero, sobre todo, también una mirada emotiva sobre lo que es la amistad. Al final hay una bella escena que resume un poco toda la película. Los dos amigos se sientan frente a una de las grandes obras maestras… la que nos ofrece la Naturaleza. Se sientan frente a la Quebrada de Humahuaca en Jujuy. Y el galerista no puede olvidar el lado crematístico y le propone a Nervi que le haga un cuadro para los reyes de Bélgica. El precio no tiene límite, le dice. Y el artista no puede olvidar su pasado renegón, liberal que está en contra de todos y todo, con ese carácter hosco y decadente que ha sido la constante en toda su vida. Y los dos se mandan a paseo (pero con cariño) «la lo veremos».

Alegre y entretenida propuesta en la sección matinal de esta 63 SEMINCI con una pareja de actores que nos trasmiten verosimilitud. A su lado, el acento hispano de la mano de un Raúl Arévalo de segundón, pero que se empeñó en trabajar con Duprat tras conocerle precisamente en la SEMINCI, hace dos años. Prácticamente todo el elenco estuvo presente en la rueda de prensa con un Arévalo, entregado y divertido que se ganó a los periodistas con su espontaneidad.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus