Crítica Teatro Dublineses de Ados Teatro

Crítica Teatro Dublineses de Ados Teatro

Teatro Zorrilla, Valladolid

El pasado domingo, 14 de octubre, el Teatro Zorrilla levanta el telón a la Compañía Ados Teatro, un equipo humano que hizo las delicias con su representación Dublineses, uno de los quince relatos cortos del escritor irlandés James Joyce.

La historia se presenta inicialmente como un festejo con baile llevado a cabo en una casa dublinesa, el día de Reyes de 1904. Una serie de personajes de clase media-alta acuden a una cena que las señoritas Morkan ofrecen todos los años en su casa. La velada respira un ambiente ideal: fuera nieva y dentro de la casa se respiran buenas costumbres, exquisita comida, tranquilidad, fraternidad y buen humor. Todo acompañado de dulces melodías, ya que Las Morkan son profesoras de música. Sin embargo, el tema de fondo de la historia es la muerte. La muerte de seres amados lleva a los personajes a la retrospección en sus vidas, sobre todo a través de la figura de Gretta.

Cuando la velada finaliza, suena una hermosa canción que despierta la melancolía de Gretta Conroy, la esposa del sobrino de las anfitrionas, Gabriel. A partir de ese momento la música le hará recordar un amor de su adolescencia. Un amor por alguien muerto, más poderoso que todo el resto de hechos y sentimientos que han conformado su vida… Gabriel Conroy, al final de la noche, tras la revelación sentimental de su mujer, medita a solas sobre el sinsentido de la vida.

La dirección ha corrido de la mano de  Garbi Losada, que se ha encargado también de la escenografía y de la adaptación de la obra en colaboración con Jose Antonio Vitoria. El reparto cuenta con maravillosos actores veteranos con una larga trayectoria a sus espaldas de teatro, cine y televisión;  Asier Hormaza que interpreta el personaje principal, Gabriel, educado y correcto en todo momento que es el que parece que tiene la vida más asentada, hizo una actuación brillante. Iñake Irastorza como Tía Julia, con una interpretación fantástica, delicada, carismática y muy muy dulce, era como estar viendo a esa anciana frágil que se podía caer en cualquier momento y sin embargo estaba llena de vida. Me ha impresionado muchísimo, una actriz super potente que ha conseguido emocionar, y transmitir una historia con su interpretación. Klara Mendizabal,  que decir de la voz de esta maravillosa soprano que nos dejó con la boca abierta, e hizo las delicias en la parte músical, un lujo.  Asier Sota, se hace de rogar para salir, ya que todos le esperan y él es el último en llegar a la casa, pero merece la pena verte en escena, increíble.  Naiara Arnedo, bellísima y elegante con la interpretación de Gretta, aparición de sentimientos. Aitor Beltrán, muy buena interrelación entre escenas y nos hizo sentir esos sentimientos de juventud. Isidoro Fernández, muy bueno, profundo e intenso y Lierni Fresnedo, con una doble interpretación en la obra y la complicación de personajes tan distintos es de quitarse el sombrero ante esta gran actriz, ella hizo que a simple vista no nos demos cuenta de que es la misma persona interpretando dos papeles por sus cambios de registro y actitud corporal en los personajes,  fantástica.

Todos ellos nos han construido una representación realista, y aun naturalista, en ocasiones sutilmente burlona, de las clases media y baja irlandesas, en el Dublín de los primeros años del siglo XX. Reflejando la «parálisis» cultural, mental y social que aquejaba a la ciudad, sometida paralelamente a los dictados del Imperio Británico y de la Iglesia católica.

Estos grandes actores han hecho que estemos metidos totalmente en su historia, como si formáramos parte de ella, hemos vivido esos momentos de sus vidas, amor, matrimonio, pasión, muerte… sin dejar de ser una representación ágil. Los que pudimos disfrutar de esta representación hemos reído pero también han brotado muchos sentimientos, nos habéis hecho sentir cercanos a los personajes y a lo que les está sucediendo.

En el escenario, la historia se resuelve con una puesta en escena minimalista y muy dinámica con la sutileza de las cortinas que nos hace imaginar la escena, concediendo a los interiores un hermoso claroscuro, cuyas luces y sombras la acercan en sus espacios y rincones al ambiente doméstico imprescindible para el relato y hacen que los actores (con sus mejores galas de la época) estén muy integrados, ya que además de  ser individuos, también forman parte de la propia escenografía y se funden con ella en una especie de ilusión óptica. Todo ello arropado por una serie de proyecciones audiovisuales y con un pilar esencial en la representación como es la música en directo.

Una impresionante actuación llena de belleza, sentimientos, emociones, esperanzas… y con un acto muy generoso de todos ellos, el saludo al público que sale de la sala.

 

Luisa Valares

fotografías: José Alberto Sánchez González

Revista Atticus