Teatro: Escena de caza en el Teatro Calderón, Valladolid

Teatro: Escena de caza en el Teatro Calderón, Valladolid

El segundo proyecto de MALDITOS COMPAÑÍA se construirá a partir de la película ESCENAS DE CAZA EN LA BAJA BAVIERA de Peter Fleischmann (1969), inspirada, a su vez, en una obra de teatro de Martin Sperr, donde se nos muestra el pueblo de Unholzingun, a cuyo seno vuelve de la prisión Abramm, un joven mecánico. En torno a él y a su inexplicable ausencia empiezan a correr una multitud de rumores sobre su sexualidad, convirtiéndole así en la víctima perfecta de un pueblo dispuesto a la violencia y la humillación más brutal contra todo aquel que se salte la norma establecida.

La crueldad del pueblo hacia Abramm, que desde un principio irá aumentando, acabará convirtiéndose en una auténtica caza al hombre. Una caza que nos acerca demasiado a lo que, si no le ponemos freno ni consciencia, puede aparecer bajo la piel de cada uno de nosotros.

 

ESCENAS DE CAZA cuenta con la dramaturgia de María Velasco, dirección de Alberto Velasco y está interpretada por Carmen del Conte, Karmen Garay, Rubén Frías, Borja Maestre, Sara Párbole, Txabi Pérez, María Pizarro-Pérez, Julio Rojas y Sam Slade.

El estreno absoluto será el 18 de noviembre en el Teatro Calderón de ValladolidDel 6 al 18 de Febrero de 2018 en el Teatro Kamikaze.

Nota del director

“La mezcla perfecta de miedo e ignorancia cocinan un odio hacia lo diferente que llega a matar a aguijonazos venenosos a quien está en su diana. Somos seres débiles que apuestan a lo que diga la abeja reina sin preguntarse nada más porque si señalas con tu aguijón a otro de la colmena, significa que tu estas libre de ser acosado (de momento).

Ser gordo, delgado, tener un lunar en el párpado derecho, sesear al hablar, ser homosexual, ser pelirrojo, ser albino en Uganda, ser foca en el ártico, ser esquimal en Nueva York, tener cuatro dedos en la mano izquierda, ser hombre y nacer en el cuerpo de una mujer, ser mujer y nacer en el cuerpo de un hombre, ser cristiano en una sociedad musulmana, ser laico en una sociedad cristiana, tener diversidad funcional, tartamudear, un sentido del humor particular, no tenerlo en absoluto, tener los dientes rotos, no tener dientes, un ojo de cada color… El motivo para ser el blanco de la diana es aleatorio y así será en nuestra pieza, puro azar. Cada representación le tocará a uno de los interpretes afrontar el papel del perseguido y saberse acosado por un simple e infantil juego de azar, a partir de ese momento el dispositivo dramático construirá la historia con fuertes puntales de texto, poesía visual y danza.

ESCENAS DE CAZA podría ser el título de cualquier escenario de nuestra España contemporánea, donde todos somos carne de cañón para ser perseguidos, donde el acoso está a la orden del día en todos los ámbitos, donde ser diferente y ser honesto a los que sientes puede acarrearte dolor a ti y todos los que te rodean… Ojalá fuese una cosa del pasado, un tema obsoleto, ojalá llegue el día del estreno y este tema se haya quedado caduco, ojalá… En el espejo del teatro donde toda sociedad ha de mirarse nosotros queremos construir una pieza poética visualmente con fuerza dramática y sentido del humor que refleje el amor, la honestidad y la dignidad que han de vestir todos los seres humanos, porque no hace falta entenderse ni amarse, tan solo respetarse.

¡Vive y deja vivir! Si te ocupas de amar con todas las fuerzas, de razonar con todas las posibilidades, de experimentar todas las sensaciones, sentir todas las emociones, en definitiva, si te ocupas de vivir… no habrá tiempo de mirar en las vidas vecinas porque tu propia vida te estará arrollando.

Bienvenidos a nuestra cacería donde el cazado tendrá la última palabra, donde el sacrificio de la ofrenda vestirá de razón el rito del teatro, donde las palabras atravesarán las cabezas como perdigones y los trofeos se devolverán a la vida en una verbena de vino y violines. ¡Que suelten a los perros!

Alberto Velasco

Nota de la autora

En todas las culturas abundan expresiones como “cabeza de turco” o “chivo expiatorio”. En inglés incluso existe un verbo, to scapegoat (scapegoating) que alude a la persecución de víctimas propiciatorias. Más allá de las revelaciones que nos hace la filología, todos albergamos vivencias y una memoria sensorial del bullying escolar (mucho más viejo que el anglicismo que ahora lo define en prensa y tv); de inocentadas, bromas pesadas y novatadas; del acoso laboral; de la mediatización de la rumorología y el escarnio público en la era de internet. Ante situaciones como esas, con mayor o menor capacidad de elección, nos hemos visto como víctimas o victimarios (si no, “colaboracionistas”, voyeurs, etcétera).

Podemos pensar en la relación que albergan estos fenómenos con los totalitarismos (de hecho, la obra de Sperr transcurre, en entreguerras, en la zona geográfica donde fructifica el nazismo). Pero también en las imágenes, a menudo provenientes de algún celular, de linchamientos colectivos a dictadores o penas de muerte. También en estos casos, como espectadores emancipados en la sociedad de la información, nos hemos estremecido o indignado, ¿nos hemos alegrado?, de forma consciente o no.

Por todas estas razones, el argumento de Escenas de caza es extrapolable a muchos otros contextos sociohistóricos, y necesariamente va a interpelarnos, removernos, y a hacer que nos repensemos todos en nuestros roles intercambiables de furtivos, cazadores, perros, reclamos, presas… Intercambiables, porque, como todos sabemos, también existen los cazadores cazados. Dijo el filósofo que “el hombre es un lobo para el hombre” (homo homini lupus) y la sociedad no deja de inventar sofisticadas metáforas de la licantropía Víctimas haberlas haylas, también, de todos los géneros: que si cojos, que si tuertos, que si mancos, que si ciegos; aunque, como dice el historiador y filósofo René Girard, en la mitología mundial también los hay excepcionalmente hermosos, carentes de cualquier tara.

Más allá del tema, la fascinación que ejerce, la película de Fleischmann, en consonancia con el espíritu transgresor y vanguardista del Nuevo cine alemán, propone una serie de mecanismos expresivos muy apetecibles para la compañía Malditos y la poética que viene desarrollando. Los dispositivos y juegos de azar, que revalorizan la idea del directo, seguirán presentes en la dramaturgia, puesto que también la elección del macho cabrío en sacrificio, desde el Levítico, se abandona a la contingencia.

El film plantea además una dialéctica de la masa frente al individuo y una “animalización” anatómica y fisonómica susceptibles de ser abordadas mediante la danza y la expresión motora y corporal, que son las disciplinas con las que Malditos coquetea a fin de devolver a las artes escénicas su potencial específico, por así decir, dionisiaco. En varias secuencias de la cinta, aparecen usos de la comida y la bebida, especialmente el cerdo y la cerveza, relacionados con la violencia primigenia que, en una versión libre, nosotros abordaremos desde la plástica (tanto la del verbo como la sonora y la visual).

Concluyo con la reflexión de que es prioritario, además de todo un desafío artístico, hacer trascender el tema de los procesos de victimización y el acoso, tan tematizado por los medios de comunicación y una ficción de tipo realista o psicologista, primeramente, mediante una perturbación de los sentidos. Solo así, cabe pensar en un cambio real en las conciencias (del que casi siempre se colige una transformación artística).

María Velasco

Ficha

Dramaturgia: María Velasco
Dirección: Alberto Velasco
Escenografía: Alessio Meloni
Diseño de vestuario: Sara Sánchez de la Morena
Diseño de iluminación: David Picazo
Música original: Mariano Marín
Construcción de escenografía: Prometeo Representaciones Volumétricas y Neo Taller Escenografía

Reparto: Carmen del Conte, Karmen Garay, Rubén Frías, Borja Maestre, Sara Párbole, Txabi Pérez, María Pizarro-Pérez, Julio Rojas y Sam Slade.

Una producción de Malditos Compañía y el Teatro Calderón de Valladolid

Estreno nacional: Valladolid, Teatro Calderón, 18 y 19 de Noviembre de 2017

fotografías: Chuchi Guerra

Revista Atticus