La rehabilitación del Mercado del Val (Valladolid) como elemento dinamizador de su entorno

El Mercado del Val como ejemplo de transformación del Patrimonio revitalizadora de la economía

Introducción

En la segunda mitad del siglo XIX en diversas ciudades españolas se plantea por parte de las Administraciones una nueva tipología arquitectónica estable y cubierta con el fin de solventar algunos aspectos y problemas sanitarios y distributivos que aquejaban a los mercados desde sus comienzos.

Entre los años 1844 y 1853, Víctor Baltard proyectó doce pabellones con techo y paredes de cristal y columnas de hierro que conforman Los Halles Centrales de Paris, un conjunto de Pabellones cuya sección, esbelta y delicada les confiere una jerarquía volumétrica única.

Un nuevo esquema compositivo que resuelve en clave monumental y con materiales nuevos el programa urbano que configuran los Mercados, estaciones y edificios industriales.

En la segunda mitad del siglo XIX se decide edificar tres mercados en el centro de Valladolid: el de El Campillo, el de Portugalete y el de El Val. Los tres fueron proyectados en 1878, durante la alcaldía de D. Miguel Íscar y ocuparían espacios urbanos céntricos derivados de los que quedaron libres por la desviación del cauce del Esgueva. El único que ha perdurado hasta hoy es el Mercado del Val, los otros dos fueron derribados en los años 60.

La creación de estos nuevos espacios de consumo, vinculados a los centros históricos o a barrios representativos de las urbes traen consigo que las calles y plazas del entorno inmediato se reorganicen para dar respuesta al resurgimiento de la vocación comercial, a remembranza de lo que pudieron ser los mercados medievales de antaño, transformándose viviendas y locales en talleres, tiendas o almacenes comerciales que animan el tránsito hacia el mercado de abastos, edificio singular y enaltecido.

Son, por tanto, un nuevo referente urbano cuyo objetivo es la optimización como punto revitalizador tanto comercial como turístico y su consolidación como equipamiento público al servicio de la ciudad.

Pero los mercados no deben ser algo estático e inmóvil, deben transformarse en cada momento respondiendo a nuevos planteamientos y demandas sociales. Una actitud conservadora aboca a la muerte natural a edificios de incuestionable valor.

Es por eso que los mercados históricos como el Mercado del Val tienen que afrontar la reforma de sus estructuras, tanto arquitectónicas como comerciales y sociales, adecuándolas a los nuevos tiempos y a un nuevo público, ya que presentan problemas funcionales y estructurales con deficiencias en su estado físico y un agotamiento del modelo tradicional de mercado, que han afectado negativamente a este equipamiento y al entorno más próximo.

El deterioro del espacio urbano es una condición esencial para promover su revalorización, recuperación y revitalización. Ello proporciona un mayor dinamismo económico en su zona de influencia y en consecuencia confiere una atractiva alternancia de consumo y un gran valor arquitectónico al espacio.

Estas remodelaciones llevan aparejados importantes cambios en su entorno inmediato y próximo. Las sinergias producidas por un mayor flujo de gente y las posibilidades que genera alteran y aumenta el número de actividades que se desarrollan en su entorno.

El mercado se convertirá en verdadera locomotora de la zona urbana, en nuestro caso, el comercio del centro de la ciudad.

Se trata pues de potenciar valores y atractivos arquitectónicos del edificio y acomodar el conjunto a los usos previstos.

Pero esta transformación y revitalización zonal ha de partir desde el propio mercado, adecuando éste a nuevos conceptos y actividades comerciales. Nuevos y ampliados horarios, nuevas condiciones higiénicas y sanitarias, nuevas estrategias de marketing, nuevos productos, nuevos conceptos de luz e iluminación… son los fundamentos de esta intervención. Las nuevas costumbres de los compradores imponen una intervención a fondo.

Uno de los principales cambios a tener en cuenta ha sido la incorporación de un supermercado en el interior del mismo, ofreciendo al consumidor toda su gama de productos y muy especialmente los aportados por la industria agroalimentaria. Esto significa todos, excepto el producto fresco, que es, por otro lado, el principal activo del mercado.

Este pacto entre el mercado y el supermercado ha de reforzar el poder de atracción de los dos negocios, aunque cada uno salve sus sectores principales de actuación.

La experiencia acredita que en los últimos años los mercados se han convertido en un reclamo turístico de primer orden. En particular los mercados urbanos cubiertos situados en construcciones de gran relevancia patrimonial, principalmente del siglo XIX y principios del XX, que suman su valor arquitectónico al importante atractivo del mercado.

Como complemento, el carácter central del mercado, así como su situación en una zona histórica y monumental, une el aspecto comercial que marca el ritmo del funcionamiento de este espacio, con su condición de articulador de otros fenómenos sociales importantes como el diálogo y/o la confrontación entre agentes turísticos, visitantes y locales.

Los mercados ofrecen al turista diferentes atractivos que los convierten en un notable punto de interés: centralidad, historia, patrimonio, atractivo visual, público y gastronomía locales. Ofreciendo una imagen particular y atractiva del lugar visitado, abierto no sólo a quienes buscan «lo local», «lo auténtico», sino también a quienes valoran especialmente aquello que no es «turístico», es decir, que no ha sido «creado específicamente para el turista».

 

El proyecto arquitectónico

El edificio del Mercado del Val ocupa una manzana completa de la ciudad de Valladolid, encontrándose delimitado en sus fachadas Norte y Sur, las de mayor longitud, por las calles Francisco Zarandona y Sandoval y en sus fachadas Este y Oeste, las de menor longitud, por la plaza del Val y calle San Benito.

Su entorno se caracteriza por tener todos los viales peatonales, salvo la calle Francisco Zarandona, que canaliza el tráfico que proviene de la calle Conde Ansúrez y calle Val para dirigirlo a la calle San Benito. La calle Sandoval se encuentra adoquinada constituyendo un espacio peatonal con acceso restringido para algunos vados y con posibilidad de aparcamiento vinculado al uso del mercado por las mañanas.

Se trata de un edificio conformado por una cimentación de mampostería sobre la que se apoya un zócalo formado por dos hiladas de sillares en los que van encajado los pilares, que carecen de basa.

Su cerramiento está constituido por un murete de media asta de ladrillo de dos colores y bastidores metálicos con lamas horizontales, situados en los intercolumnios.

Sobre la estructura vertical, la cubierta, formada por 26 formas a la Polenceau de 18,20 m de luz y dos formas a cuatro limas en los extremos, toda ella apoyada en ménsulas de fundición. La cubrición, de teja plana, sobre tablazón de madera y sobre ésta, la linterna compuesta por cuchillos curvos unidos por cinco correas en perfiles de doble T y dos perfiles en C en los aleros, unidos por angulares.

La Asociación de Industriales del Mercado del Val junto con el Ayuntamiento de Valladolid ha venido desarrollando, durante los últimos años, diversas iniciativas dirigidas a mejorar y promover el Mercado del Val como lugar emblemático de Valladolid y centro estratégico del comercio de proximidad en la ciudad.

A tal efecto, resultó imprescindible contar con un proyecto que comprendiera una planta de sótano destinada a la ubicación de un operador externo y de las estancias de funcionamiento e instalaciones propias del mercado, así como una reorganización total del espacio interior del mercado adaptando los usos a las condiciones actuales de venta y teniendo en cuenta las condiciones constructivas del mercado al objeto de obtener el mejor aprovechamiento del mismo para desarrollar el programa previsto.

El estudio preliminar efectuado establecía como crítico para el conjunto de la actuación la solución que se diera al acceso al sótano. En este sentido, la utilización óptima del espacio interior del Mercado, y el mantenimiento del volumen global protegido existente, hacía imprescindible la ubicación en el exterior del edificio de la rampa de acceso al sótano primero.

La existencia del cauce del río Esgueva, que discurre en paralelo al Mercado y a una somera profundidad, por la calle Sandoval y la anchura de la calle Francisco Zarandona de 7,5 m hizo que nos decantáramos por esta última para la ubicación de la rampa.

Esta solución conlleva únicamente la supresión de plazas de aparcamiento en superficie que quedan afectadas por la rampa, que serán compensadas por las ocho plazas de aparcamiento para facilitar las labores de carga y descarga de los industriales, ubicadas en la planta de sótano.

No es intención del Proyecto convertir el Mercado en un área o centro comercial cerrado. Por ello y para que no pierda su carácter de Mercado de Abastos, se llevan a cabo intervenciones ligeras y permeables, procurando la recuperación de algunas de las claves que motivaron su construcción, especialmente la visión global de la estructura de hierro, y la adecuación a las necesidades comerciales y sociales actuales.

Es prioritaria la lectura y puesta en valor de la estructura metálica del edificio. Para ello se propone la modificación de la ubicación de los puestos, separándolos de las fachadas lo que permite ampliar la entrada de luz en el interior del mercado. Con la nueva propuesta se consigue la completa iluminación de toda la estructura, tanto con luz natural como posteriormente con luz artificial.

La catalogación del edificio impide la utilización de la cubierta para ubicar cualquier tipo de instalación. Se utilizan pues, los núcleos de comunicación pegados a fachada en las zonas extremas de las plantas para la ubicación de algunos cuartos de instalaciones y rejillas de extracción, utilizando la planta de sótano con sus fachadas a la rampa para situar los restantes.

La asimetría longitudinal que provocan los volúmenes de los núcleos, junto a la de la nueva disposición de los puestos permite una variada lectura espacial de la estructura, verdadero referente del proyecto.

El mantenimiento del actual zócalo de ladrillo cara vista, con las lamas y la carpintería de aluminio, así como el cerramiento de enfoscado de mortero de cemento situado entre pilares imposibilita la visión de la estructura de hierro del edificio tanto desde el exterior como desde el interior.

Ha sido importante la descatalogación puntual del zócalo de ladrillo cara vista, las lamas y carpintería de aluminio (ambos ejecutados en 1982), para plantear una solución que utilizando el vidrio para el cerramiento de todo el perímetro del mercado (excepto el acceso por la calle San Benito y Plaza del Val donde se mantiene el estado actual del edificio con sus zócalos) permitiendo una mejor visión de toda la estructura de hierro del edificio y trasladar visualmente al exterior la actividad comercial que se está desarrollando en el interior, persiguiendo la modificación del concepto comercial actual, volcado exclusivamente en el espacio interior, para conseguir su comunicación directa con el exterior, haciendo partícipe al entorno urbano de la actividad que se desarrolla dentro.

La planta baja se organiza mediante islas que comprenden agrupaciones de cuatro, tres y dos puestos de venta cada una, y en donde prima como objetivo la homogeneidad de los puestos, con más superficie que los existentes en la actualidad y con una máxima superficie de exposición de los productos (dos fachadas).Alguno de los puestos, hasta completar 48 se encuentran debajo de la entreplanta.

Los dos cuerpos que conforman la entreplanta, situados sobre algunos de los puestos y separadas también de la fachada, tienen acceso independiente y comunicación directa con el exterior. Una de ellas se destina al restaurante y la otra servirá para albergar dependencias administrativas del mercado, reservando un espacio libre para todo tipo de actividades complementarias.

Se mantiene la disposición de los accesos originales a la planta del mercado, situando dos nuevos accesos peatonales por la calle Francisco Zarandona para garantizar la utilización de la mediana superficie y el restaurante con independencia del uso del mercado.

La conexión de la planta principal con las plantas de sótano y entreplanta se realiza en el interior del edificio, mediante dos núcleos de comunicación vertical dotados de ascensores. Existe también comunicación directa y visual de las plantas baja y sótano a través de escaleras mecánicas.

El sótano se destina para ubicar una mediana superficie como actividad comercial y para situar todas las instalaciones comunes del edificio, y un garaje para facilitar las labores de carga y descarga de los industriales, así como para el estacionamiento de vehículos eléctricos destinados para el reparto a domicilio de los productos.

Se trata por tanto, de una intervención que, manteniendo la esencia y personalidad propia del edificio, le confiere valores añadidos en cuanto a que su lectura espacial es más permeable, siendo su lenguaje industrial del siglo XIX perceptible tanto desde su interior como desde el exterior; y mantiene y actualiza el uso original de Mercado de Abastos adaptándolo a las necesidades del siglo XXI.

Artículo publicado en Revista Atticus Siete – 2017

José Mª Llanos Gato – Juan Calos Urdiain Laucirica

fotografías: Chuchi Guerra

Revista Atticus