Exposición Caillebotte, pintor y jardinero. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid

Gustave Caillebotte. Más allá del jardín

 

“Mi querido amigo,

 Estoy pintando una «Stanopea aurea»

Que ha florecido esta mañana, y no

Puedo dejarla porque la flor no dura

Más de tres o cuatro días y no vuelve

a salir hasta el año que viene. Preséntele

por tanto mis excusas a Mirbeau”

 

Carta de Gustave Caillebotte a Claude Monet,

11 de noviembre de 1890

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 Reconocer nuestra propia ignorancia es el primero de los pasos hacia la sabiduría. No recuerdo de quién es esta cita, o si es que yo misma he tratado de recomponer una frase a medida para explicar mi semi ignorancia del pintor francés Gustave Caillebotte. Para remediarlo, he asistido expectante a la rueda de prensa que ha ofrecido el centro madrileño a los medios esta mañana y visitado la exposición, que desde el 19 de julio y hasta el 30 de octubre presenta el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, como parte de programa cultural estival dentro de la programación anual.

Mi primer contacto con Caillebotte fue hace quince años, leyendo un libro sobre el movimiento francés por excelencia, el Impresionismo. Creo que se le nombraba junto a otros pintores franceses de segunda fila y su apellido, para más inri, estaba escrito de forma equivocada. Esta anécdota, junto a dos fotos en blanco y negro de pequeñas dimensiones con el tema de la naturaleza muerta (dos bodegones floreros) eran el escaso conocimiento que poseía sobre él.

Otro pintor maldito, imaginé. Atormentado, excéntrico, pobre y todos los adjetivos que suelen acompañar al cliché que posee el imaginario colectivo sobre el artista que no se ajusta al patrón. Nada más lejos. Gustave Caillebotte es cierto que no se adapta al perfil de pintor impresionista sin un céntimo en los bolsillos, que no vende un cuadro en vida, que se mantiene lejos del grupo inicial. Todo ello es verdad. Pero no fue por las circunstancias que rodearon al resto, sino por las suyas personales. Nació en el seno de una familia acomodada y estudió en la Escuela de Bellas Artes de París, formándose inicialmente en el taller de León Bonnat. Se apasionó por el dibujo y la pintura desde temprana edad. Y su amor por la naturaleza y el aire libre, le llevó a entablar amistad con el maestro de la luz y del jardín, Claude Monet. Con el que establece una relación de amistad profunda que solo se apagará con la temprana muerte de Caillebotte a los cuarenta años de edad.

No vendió ninguno de sus cuadros en vida. Nunca le hizo falta para poder comer; y en 1894, fecha de su prematuro fallecimiento causado por una apoplejía, donó toda su obra al Estado francés.

Esta vez, en mi segundo contacto con Caillebotte, lo he imaginado como una persona extremadamente sensible. Que camina cerca sin hacer ruido, sonriendo y observando. Una de esas personas a las que gustamos de no molestar por miedo a ahuyentarlas o a que pierdan la concentración. Como una de tantas mariposas cuyas alas se deshacen al mínimo soplo de viento. De todo ello hablan sus cuadros. De su delicada y armoniosa forma de pintar y entender el mundo. De volatilidad –sirva de ejemplo el fragmento de misiva con la que se introduce este artículo-, de lo efímero, lo intangible, la luminosidad, lo que no se puede abarcar apenas con los sentidos. En resumidas cuentas, la belleza en su estado más puro.

A pesar de su profundo conocimiento de los principios clasicistas del dibujo, la composición y el color –y de su dominio-, Gustave Caillebotte se siente atraído por el nuevo estilo imperante en París, el Impresionismo, tendente a romper con lo establecido anteriormente.

Acuchilladores de parquet (obra no mpresente en la exposición). Museo de Orsay, París
Foto 1 : Acuchilladores de parquet (obra no mpresente en la exposición). Les raboteurs de parquet, 1875. Óleo sobre tela, 102 x 146,5 cm. Musée d’Orsay, París. Nº inv.: RF 2718 (C) RMN (Musée d’Orsay)

Aún así, presenta su primera obra al Salón de 1875, Los acuchilladores (foto 1), que es rechazada por el jurado. Es en este momento cuando da el primer paso para acercarse a los pintores independientes de la capital francesa, como Pisarro, Renoir o Cézanne. Cultiva una pintura distinta. En cuanto a temática, perspectiva y paleta de color. Sus principales protagonistas son burgueses que caminan por las calles del París moderno de Haussmann. Pero no solo. También retrata obreros, trabajadores y operarios. El París dorado, de luces nocturnas y personajes que brillan, lo deja de buena gana a Degas (con sus bailarinas y teatros…), a Toulouse-Lautrec (con los carteles, los bares, y los cafés) o a Renoir. Caillebotte utilizará un punto de vista alto, casi aéreo, para representar calles, plazas, rincones de la Ciudad de la Luz bajo el reinado de Napoleón III. Un curioso ejemplo de ello será su obra El bulevar visto desde arriba (1880) (foto 2). Con claras influencias de los paneles japoneses. Su color fetiche en esta etapa será el gris y los tonos minerales, así como el verde de los árboles. Estas vistas se convertirán en el primer antecedente de la fotografía.

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Foto 2: El bulevar visto desde arriba, 1880 Óleo sobre lienzo. 65 x 54 cm Colección privada

 

En la cuarta exposición impresionista fue muy criticado por el abuso del azul cobalto y ultramar, así como por los toques neutros que concede a sus cuadros de naturaleza urbana.

Por ello, y tras una profunda reflexión, el pintor parisino cambia de registro. Pasa numerosos veranos en la propiedad familiar de Yerres. Allí se contagia del clima, del sol, de los aromas y los paisajes campestres. Así como de los deportes náuticos, como el remo, que adora practicar en su tiempo libre, dejando constancia de ello en Remero con sombrero de copa (foto 3) de 1878. Despega su pintura de jardines. Cuidados, ordenados, con fuentes… La gama de colores crece y se vuelve muy rica y variada. Paula Luengo, comisaria técnica de la exposición, declara que frente al aspecto sistemático del jardín y la pausa que proporciona la jardinería, «la navegación a vela simboliza el mundo exterior: la velocidad, la exploración y el riesgo. Una actividad más impredecible pero que igualmente le fascina».

Remero con sombrero de copa, 1878 Óleo sobre lienzo. 90 x 117 cm Colección privada
Foto 3: Remero con sombrero de copa, 1878
Óleo sobre lienzo. 90 x 117 cm
Colección privada

Junto a su hermano Martial compra un terreno en Petit Gennevilliers, donde construirá y creará su propio jardín de una manera muy personal. Compagina, en un primer momento, las estancias en Gennevilliers con los veranos en Normandía y las visitas a Claude Monet. Comparte con él su pasión por la botánica, y conocerá de primera mano los cuidados del famoso jardín de Giverny, intercambiando consejos sobre horticultura y jardinería.

 El jardín de Monet y el jardín de Caillebotte

 Mientras que la pincelada que utiliza Monet, es definida por Marina Ferretti Bocquillon, comisaria de la exposición, como «breve, viva y acompasada», la de Caillebotte es más compleja. Se vale de estudios preparatorios al óleo, así como de un punto de vista elevado y largas pinceladas que derivan en una «perspectiva oblicua que enseguida se ve detenida por el horizonte, lo que produce un efecto de tensión dinámica».

El jardín de Monet tiene claras influencias japonesas, que confieren al elemento acuático gran relevancia dentro del mismo. Los nenúfares se difuminan y se funden, hundiéndose en las profundidades del color.

El jardín de Caillebotte en Petit Gennevilliers lo diseña, lo proyecta y lo lleva a cabo él mismo. Consta de un invernadero, al que dota de calefacción para el invierno. Instala también su lugar de trabajo o estudio y añade parterres organizados a los lados. Cada uno de ellos dedicado al cultivo de un árbol o flor determinado. Incorporan además, los últimos avances en jardinería.

A través de las fotografías que hizo Martial de este jardín, se ha podido reconstruir cómo fue verdaderamente. Ya que debido a su inesperada muerte quedará inacabado, y finalmente destruido con los bombardeos de 1944 en la Segunda Guerra Mundial. El Museo Thyssen expone un vídeo con una simulación digital de la reconstrucción del jardín de Caillebotte muy interesante.

Una de las grandes innovaciones del pintor será la creación de paneles con pinturas de gran formato que sustituirán a los muros. También la idea de un gran decorado floral dentro de la casa. Monet lo desarrollará más tarde con sus Ninfeas. Gustave lo logra con el Parterre de margaritas (Foto 4), que realiza en torno a 1892-1893.

 

Parterre de Margaritas, hacia 1892-1893 Cuatro paneles. Óleo sobre lienzo. 100 x 50,3 cm (cada panel) Musée des impressionnismes, Giverny, MDIG 2016.2.1 a 4
Foto 4: Parterre de Margaritas, hacia 1892-1893. Cuatro paneles. Óleo sobre lienzo. 100 x 50,3 cm (cada panel). Musée des impressionnismes, Giverny, MDIG 2016.2.1 a 4

La variedad botánica impresiona al espectador: dalias, crisantemos, girasoles, gladiolos, margaritas, orquídeas, anturios… Un delirio para los sentidos. Un ejemplo Orquideas, 1893 (foto 5).

Foto 5: Orquídeas, 1893 Óleo sobre lienzo. 5,3 x 54 cm. Colección privada
Foto 5: Orquídeas, 1893
Óleo sobre lienzo. 5,3 x 54 cm. Colección privada

 

 Tras su fallecimiento, Caillebotte y su obra caen desgraciadamente en el olvido, eclipsados por las grandes figuras del movimiento impresionista y neoimpresionista. En los años veinte su nombre casi no aparece en los libros de Historia del Arte, y es su amigo Monet el único que se encargará de recordarlo, destacando su inmenso corazón, roto debido a una muerte precoz.

Este espíritu sensible y frágil, coleccionó durante toda su vida la obra de sus amigos impresionistas, conformando una nada desdeñable colección de pintura impresionista, que compraba a los artistas y atesoraba en sus residencias. Fue un gran mecenas, jardinero, pintor, botánico y dibujante. De personalidad exquisita y equilibrado carácter.

El Museo Thyssen-Bornemisza realiza, con esta muestra, un “intercambio” con el Musée des impresionnismes de Giverny, donde se expone y se da a conocer la figura de Sorolla. Uno de los objetivos de esta iniciativa, como señala Solana, es descubrir para el público español al pintor francés. De este modo, la exposición alternativa que se ofrece sobre Caravaggio y los pintores del norte, se completa con la impresionista. Siendo, a su vez, antagonistas. El Tenebrismo y el Impresionismo. Dos épocas distintas, dos pintores opuestos. Dos corrientes alternativas. El pintor maldito y el pintor sibarita. La pasión y la elegancia. Contraposiciones en la Historia del Arte. Como en la vida misma.

Puedes consultar otro trabajo que ofrecimos en Revista Atticus sobre la figura de Gustave Caillebotte.

Almudena Martínez Martín

Historiadora del Arte

Revista Atticus

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