Crítica película El héroe de Berlín. Jesse Owens desmonta ejmito de la raza aria

El héroe de Berlín

Biopic de Jesse Owens desaprovechado

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Película: El héroe de Berlín.

Título original: Race.

Dirección: Stephen Hopkins.

Interpretes: Stephan James (Jesse Owens), William Hurt, Jeremy Irons, Jason Sudeikis, Carice van Houten, Shanice Banton.

Países: Francia, Alemania y Canadá.

Año: 2016. Duración: 134 min.

Género: Biopic, drama.

Estreno en España: 15 Abril 2016.

Calificación por edades: No recomendada para menores de 7 años.

 

Sinopsis

El héroe de Berlín se centra en la vida de James Cleveland «Jesse» Owens (Stephan James). Son los años de la Gran Depresión americana, Jesse además de estudiar y entrenar, tiene que lidiar con las tensiones familiares, la tensión racial que se respiraba en la Universidad Estatal de Ohio y su propia competitividad.

En la facultad conocerá a Larry Snyder (Jason Sudeikis) con quien forjará una gran amistad. Gracias a su labor, el apoyo constante de su novia/esposa Ruth Solomon (Shanice Banton) y el esfuerzo inconmensurable de Jessen Owens es elegido para representar a los EE. UU. en el equipo olímpico que iría a Berlín en 1936, iempre y cuando los EE. UU. decidan participar en los mismos, puesto que Hitler quiere hacer de los mismos una propaganda de la supremacía de la raza aria. El debate lo mantienen Jeremiah Mahoney (William Hurt), presidente de la Unión Atlética Amateur y Avery Brundage (Jeremy Irons), director del Comité Olímpico Americano y gran defensor de que se celebrasen los JJ. OO. (y con oscuros intereses económicos). Jesse Owens se encontrará con la disyuntiva de si participar o no en los juegos por distintas presiones que iban mucho más allá de los intereses deportivos.

El héroe de Berlín también recoge el papel que tuvo la realizadora Leni Riefenstahl (creadora de la famosa película Olympia, papel interpretado por Carice van Houten) que captó las imágenes que pasarían a la posterioridad de las hazañas de Owens delante de quienes la contrataron para la exaltación de la raza aria: Hitler y su ministro de propaganda, Joseph Goebbels.

Comentario

 

«No fui invitado a estrechar la mano de Hitler, pero tampoco fui invitado a la Casa Blanca a dar la mano al Presidente».

Jesse Owens a su regreso a los EE. UU. tras los Juegos Olímpicos de Berlín, 1936

Me encantan las películas que nos convierten en verdaderos héroes deportivos, aunque sea desde la butaca de la sala de cine. Ascender cumbres imposibles o conseguir batir atléticos records, no forman, ni han formado, ni (a estas alturas de la vida) formarán parte de mi vida como reto a conseguir. Pero sí que lo son en mi prontuario onírico. Soñar es libertad. Esas hazañas de superación personal me hacen vibrar de emoción. Creo que en alguna de mis otras vidas debí de ser un esforzado atleta. Por otro lado, las películas que ponen un acento en las desigualdades sociales también me ofrecen un plus que me animan a ir a verlas. En El héroe de Berlín, una película biográfica de la vida de Jesse Owens, reúne la hazaña deportiva de unos de los hombres más rápidos de la historia y las vicisitudes por las que tuvo que pasar un negro en su carrera por alcanzar el éxito y el reconocimiento social de sus logros.

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El héroe de Berlín es un biopic del atleta estadounidense James Cleveland «Jesse» Owens (1913-1980). Participó con el equipo norteamericano en los Juegos Olímpicos de 1936 que se celebraron en Berlín, en pleno ascenso del nazismo. Alcanzó una gran fama al conseguir cuatro oros olímpicos en 100 y 200 metros, salto de longitud y la carrera de relevos de 4×100 metros. Tan importantes fueron estos logros como lo que sucedió en mayo del año anterior. En los campeonatos decisivos para la selección de los integrantes del equipo olímpico norteamericano, la Big Ten Conference, estableció, en apenas 45 minutos, tres records mundiales (saltó 8,13 en longitud, nadie saltaría más que él durante cerca de 25 años) e igualó otra marca y eso que venía arrastrando unas molestias que, sin duda, le mermaron su capacidad física. Ahí nació una leyenda, el antílope de ébano: «el mejor y más reconocido atleta de la historia».

Estos hechos, junto su vida sentimental y la relación que tuvo con su entrenador es lo que el director Stephen Hopkins (más conocido por su producción televisiva –24 horas, 2001 y Californication, 2007) ha llevado a la gran pantalla. Ahora hablaremos del resultado.

Tournage RACE

Lo bueno que tiene la película es que ha logrado que me interesen más los hechos históricos que la disección de la propia cinta. El director ha partido de un material que es un auténtico diamante: el hombre que acabó, casi de un plumazo, con el mito de la supremacía de la raza aria. Un negro ganando a los rubios de ojos azules en su propia casa. Vaya afrenta. Y si a esto le sumamos que estamos en un período en que en los EE. UU. vive su particular momento racista, en el que a los negros se los considera como seres inferiores (¡por Dios!) y se les sometía a todo tipo de vejaciones, como las de ir al fondo de un autobús público reservado en exclusiva para ellos o tener que esperar a que los blanquitos ¡del propio equipo! se ducharan primero… Tenemos ya ganada la atención del público. Pero Stephen Hopkins ha mezclado la vida sentimental del corredor; las discusiones dentro del propio seno olímpico norteamericano sobre la conveniencia de asistir a la convocatoria de los JJ. OO: de Berlín de 1936 (pleno auge de Hitler); la amistad de Jesse Owens con uno de sus máximo rivales, Lutz Long (paradigma de la raza aria); el papel de la realizadora Leni Riefenstahl como documentalistas de lo que iba a ser la propaganda nazi; y, por último, la hipocresía de los norteamericanos que critican a los alemanes y ellos mismos no reconocen los mismos derechos entre blancos y negros. Muchos temas, demasiados ramales. No es extraño que entre ellos se pierda la magnífica escena (casi al final) en la que Jesse Owens tiene que acudir a uno de los homenajes que le dispensaron tras su éxito y no le dejan acceder por la puerta principal, lo tiene que acceder por la trasera para que no se mezcle con los invitados. Él que es el objeto de homenaje. Hay que recordar que en su estancia en Alemania, Owens se alojó en los mismos hoteles que los atletas blancos, mientras que en su país, los afroamericanos no tenían los mismos derechos. Dicho lo cual, la cinta se diluye entre tanto frente abierto. No acentúa si en la vitoria ante los nazis, en la propia hazaña de batir 3 records casi en la misma hora, o, tal vez, pudiera haberse decantado en las condiciones de las que surgió Jesse Owens. Es una amalgama que consigue que nos quedemos más con ese hecho histórico a través de unas grandes imágenes. Un ejemplo de este descafeinamiento es cuando «el antílope de ébano» salta al estadio olímpico para disputar la prueba de 100 metros, no hay una pequeña introducción (como son las pruebas eliminares) o no nos ponen sobreaviso que se va a celebrar la prueba que dará con el ganador, con el hombre más rápido del planeta. No nos crea expectación, no nos crea la tensión dramática con la que se llega al cénit, cuando Owens traspasa la cinta. Creí que era una clasificatoria, cuando se oye por megafonía: el campeón olímpico de los 100 metros es Jesse Owens. Me hurtó un buen momento dramático, de esos que te ponen la piel de gallina (no se lo perdonaré).

El hombre de Berlín falla, de forma estrepitosa, en el guion al tener muchas subtramas y no centrarse en lo importante (o lo que quiera destacar) no creando los puntos de clímax necesarios. Pero la propuesta tiene el interés de sacar algo de luz sobre la figura de Jesse Owens. Hijo de un labrador y nieto de esclavos, emigró con su familia hacia el norte afincándose en Cleveland, Ohio. La maestra de la escuela es la que, al nombrarle, Owens contesto que se llama J. C. pero ella entendió Jesse y, por no contrariarla se quedó con Jesse Owens, por el que se le reconoció mundialmente. A pesar de que de pequeño tenía un cuerpo raquítico, con la adolescencia pasó a ser un portento físico. Su carrera comenzó en 1928. Ganó 74 de 79 carreras en las que participó. Diversas universidades se fijaron en él. Pero fue la Universidad de Ohio la que le eligió. No podía ofrecerle una beca de atletismo, pero le ofrecieron un trabajo para él y su padre. Alternó los entrenamientos con el trabajo de ascensorista, gasolinero, camarero y sus estudios. Se convirtió en el primer atleta en ganar cuatro oros en una misma olimpiada. Algo que no se volvió a ver hasta 1984 de la mano de Carl Lewis. A pesar de los logros, no volvió a tener la fortuna de competir (a su regreso tuvo que trabajar como bedel porque «las medallas no se pueden comer». Se dedicó más a las actividades circenses –correr contra un caballo- para sobrevivir hasta que hacia el final de su vida pudo obtener un buen trabajo en puestos de representación, gracias a la ayuda del gobierno americano, que entonces sí, le rescató.

Tournage RACE

Merece una mención aparte el magnífico trabajo de su actor principal Stephan James (Selma, 2014) junto a una atractiva Shanice Banton (atención a esta actriz) en el papel de novia/esposa. Junto a ellos están dos pesos pesados de la industria: Jeremy Irons y William Hurt.

Si habéis llegado hasta aquí, tal vez penséis que se me ha ido la pinza. He comentado más la propia biografía de un gran atleta que la película en sí. Esto es por algo. La cinta me ha decepcionado mucho. No se perdona que aquel que tiene mimbres para destacar se convierta en un mediocre por indolencia o desgana. Esa es la sensación que tengo tras haber visto El héroe de Berlín. Había un diamante en bruto y tras pasar por la industria cinematográfica nos han devuelto (al espectador) unas ricas gemas que no llegan ni de lejos al producto original. Si en una de mis anteriores críticas, Altamira, me refería a ella como un legado para mayor gloria de la familia Botín (Santuola –su descubridor-) aquí no puedo decir lo mismo. El héroe de Berlín no hace justicia a la historia de un hombre negro que fue un luchador, un gran atleta y un excelente embajador de todos aquellos que son vilipendiados por sus creencias, gustos o color de piel. Algo que, muy lamentablemente, sigue sucediendo hoy día tras casi 80 años. Jesse Owens demostró que los logros deportivos tienen una gran importancia tanto en la pista como fuera de ella. Se convirtió en un referente y modelo que aun hoy sigue inspirando a millones de personas. El espíritu de Jesse Owens sigue vivo gracias a su Fundación a cargo de sus tres hijas. Proporciona ayuda económica, apoyo y servicios para personas, con potencial y que lo necesitan para desarrollar su talento.

WJesse Owens

«Tal vez ningún atleta simbolizó mejor la lucha del hombre contra la tiranía, la pobreza y la intolerancia racial. Sus triunfos personales fueron el preludio de una carrera dedicada a ayudar a los demás. Su trabajo con los jóvenes atletas, como embajador no oficial en el extranjero, y portavoz de la libertad son un rico legado a sus conciudadanos».

Presidente Jimmy Carter, tras la muerte, el 31 de marzo de 1980, de Jesse Owens

Anécdota

En ese maremágnum de subtramas, cuando Jesse Owens ya se encuentra en Berlín, su entrenador casi es detenido cuando va a por unas zapatillas «especiales» para su atleta. Se trataba de una fábrica («Gerbüder Dassler Schuhfabrik») de dos hermanos, hijos de un zapatero, Adi Dassler y Rudolf Dassler. Confeccionaban unas zapatillas con materiales de buena calidad, perfecta manufactura y calidad extrema. Y con unos tacos en su punta. Las bondades del calzado habían llegado a los oídos del entrenador alemán. Pero fue Jesse Owens el encargado de glorificar las zapatillas. Otra afrenta, pues los hermanos Dassler eran fervientes admiradores del nazismo (pero ya se sabe que los intereses económicos no entienden de escrúpulos). Llegó la II Guerra Mundial y los alemanes desmantelaron la fábrica de calzado para destinarla al equipamiento bélico. Al finalizar la contienda las pequeñas desavenencias que tenían al principio, se convirtieron simple y llanamente en odio. Adi fundó Adidas y Rudolf fundó Puma. Crearon sus emporios deportivos y murieron odiando cada uno al otro. Esto da para otro guion de película.

Por cierto, si alguien sabe de alguna buena biografía de Jesse Owens que nos mande la reseña. Acabo de leer un buen libro que narra unos hechos que también se centran en los Juegos Olímpicos de Berlín y en cómo un equipo de remeros derrotó, en las narices de Hitler, a los alemanes por un solo segundo en la final de remo de ocho con timonel. Su autor es Daniel James Brown y lleva por título Remando como un solo hombre.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus

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