Crítica película ¡Ave, César! de los hermanos Coen

¡Ave César!

La nueva película de Joel y Ethan Coen

WCartel buenoFicha
Película: ¡Ave, César!
Título original: Hail, Caesar!
Reparto: Josh Brolin, George Clooney, Alden Ehrenreich, Ralph Fiennes, Jonah Hill, Scarlett Johansson, Frances McDormand, Tilda Swinton, Channing Tatum.
Dirección y guion: Joel Coen y Ethan Coen.
País: USA. Año: 2016. Duración: 106 min. Género: Comedia.
Producción: Tim Bevan, Eric Fellner, Joel Coen y Ethan Coen.
Música: Carter Burwell.
Estreno en España: 19 Febrero 2016.

Sinopsis
¡Ave, César! es un homenaje a la era dorada de Hollywood, una carta de amor a los grandes estudios de entonces salpicada con un toque de ironía. La película es un canto a la factoría de sueños, al tiempo que abre el telón para revelar el poco halagador funcionamiento de la industria del cine en su apogeo. La comedia transcurre en los años cincuenta, un periodo en el que la espléndida fachada de la industria cinematográfica empezaba a agrietarse. Cuando la mayor estrella cinematográfica mundial desaparece en pleno rodaje y sus secuestradores exigen un enorme rescate para entregarle sano y salvo, hará falta el poder de los grandes nombres de Hollywood para resolver el misterio de su desaparición.

Comentario
Con ¡Ave, César!, Joel y Ethan Coen desarrollan una de sus películas más imaginativas. Está ambientada en la década de los años 50, un momento en que las grandes compañías cinematográficas entendían la película como un conjunto artesanal y nada podía escapar a su control.

Eddie Mannix (Josh Brolin) es un ejecutivo de un estudio de Hollywood, Capitol Pictures Studios, que nos adentra en un típico día de trabajo en su despacho. Un ferviente católico que tiene que lidiar con los diferentes actores, directores, guionistas para que todas las producciones salgan sin retrasos. Dedicado a su trabajo en cuerpo y alma, las 24 horas del día. Hace de padre, consejero, intermediador. Todo. La cinta arranca cuando acude a rescatar, antes de que llegue la policía, a una de sus estrellas que estaba realizando una sesión de fotos algo subidas de tono, a horas intempestivas y saltándose el contrato. Mannix, en definitiva, es el solucionador.

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En los estudios se están rodando tres películas en las que Mannix tiene que intervenir. Lo hace en Alegremente bailamos cuando tiene que convencer a su director Laurence Laurentz (Ralph Fiennes) para que acepte al actor Hobie Doyle (Alden Ehrenreich). El actor está encasillado en papeles del oeste en los que apenas tiene que decir ¡arre! o ¡sooo! y no acaba de encajar como protagonista en el drama de Laurentz por su dificultad en vocalizar. En otro set, la actriz (experta nadadora) DeeAnna Moran (Scarlett Johansson) se encuentra rodando La hija de Jonás. Mannix tendrá que mediar con la prensa para evitar un escándalo (la actriz, soltera, se ha quedado embarazada). En otro estudio, la estrella de los musicales, Burt Gurney (Channing Tatum), rueda una escena de musical típico americano. Un grupo de marineros se encuentran en un bar y antes de partir se marcan un baile (con mucho claqué) para recordar que estarán unos cuantos meses sin mujeres (para más coña, con una estética muy gay).

Mientras tanto, la superproducción ¡Ave, César!, ambientada en la época en que tiene lugar la crucifixión de Cristo, está a punto de finalizar su rodaje. En un descanso, su principal estrella, Baird Whitlock (George Clooney), es secuestrada por un grupo que se hace llamar El Futuro. Piden una importante suma de dinero para liberar al actor. Mannix, será el encargado de intervenir para pagar el rescate y evitar que la prensa se entere. Unos medios de comunicación sensacionalistas, encarnados -otro toque surrealista- por dos gemelas, rivales acérrimas, Thora y Thessaly Thacker (Tilda Swinton en un papel doble).

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Estamos ante una comedia que homenajea al Hollywood dorado de los años 50, a la industria del entretenimiento por antonomasia, al mundo cinematográfico. Pero también constituye una airada crítica. Los grandes estudios pasaban por un momento crítico. Sentían la amenaza de ese ingenio «molesto»: la televisión que popularizó las series de TV y que recluía a los espectadores en sus casas. La II Guerra Mundial había dejado un país devastado por la pérdida de ciudadanos y «los rojos versus comunistas» surgieron con la Guerra Fría como un peligro que ponía en cuestión el estado del bienestar. Y la caza de brujas y la persecución a los rojos estaba muy presente en aquellos momentos.

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Para contrarrestar todo esto, Hollywood se embarcó en una serie de superproducciones (una de ellas ¡Ave, César! de epopeyas bíblicas, con grandes actores y miles de extras en pantallas panorámicas para atraer a los espectadores y que trataran de dejar a un lado sus penurias y recelos. Cine de evasión. Construyeron prototipos de hombres y mujeres a los que emular. Los principales actores eran sus mejores activos y lo controlaban todo en torno a ellos. Nada se les escapaba.

El bagaje de la pareja de directores estadounidenses es impresionante. Han tocado el cine negro (Muerte entre las flores, El hombre que nunca estuvo allí), la comedia (Arizona Baby, O Brothers!, Quemar después de leer) o mezclando ambos géneros (Fargo, El gran Lebowski, Barton Fink). En total han dirigido diecinueve películas. A esto hay que añadir trabajos para otros directores como son el caso de las recientes El puente de los espías para Steven Spielberg o Invencible para Angelina Jolie. Sus obras tienen un estilo propio, reconocible, con una estética y puesta en escena muy cuidada, acompañadas de una buena banda sonora. Tienen personalidad. En sus creaciones –manejan sabiamente el guion- abundan potentes personajes.

Los mimbres de ¡Ave, César! de los hermanos Coen son excelentes. Pero tiene una pega muy gorda: abarca mucho y el sentido último se pierde entre tanta trama, resultando una película sin cohesión. Hay momentos excelentes que tienen que ver con ese rendido homenaje a la edad de oro de Hollywood. La película La hija de Jonás protagonizada por Scarlett Johannsson nos recuerda a Esther Williams (actriz de la Metro-Golwyn Mayer) y su maravillosa Escuela de Sirenas (George Sidney, 1944). Los Coen recrean de forma magnífica los planos cenitales con las nadadoras enfundadas en unos coloridos trajes de baño que producen unas imágenes casi hipnóticas. El musical protagonizado por Channing Tatum, nos adentra en ese género que popularizó Gene Kelly. De la mano de Frank Sinatra nos dejaron la mítica Un día en Nueva York (Stanley Donen, Gene Kelly, 1949). Los Coen logran recrear en un bar una de las escenas que pasaran a engrosar como mejor escena de baile en las próximas listas. Los marineros, con una gran carga erótica del mundo gay –ahí radica la parodia- bailan claqué encima de unas minúsculas mesas redondas. Maravillosa.

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Si estas secuencias son dignas de reseñar, quizá la escena que mejor puede definir la película y que capta ese mundo disparatado del cine de los hermanos Coen, es cuando Mannix se reúne con los distintos líderes religiosos (un sacerdote católico, un pope ortodoxo, un rabino judío, y un reverendo protestante) para saber el punto de vista sobre el papel de Cristo en la película ¡Ave, César! Quiere saber su opinión para no molestar a ningún miembro de estos colectivos. Se produce una serie de discusiones sobre la idea de si Cristo es el hijo de Dios, o si es el mismo Dios, o si su esencia está bien representada. Se arma un buen follón (uno de ellos llega a decir que es inverosímil que un soldado pueda saltar de un carro a otro a esa velocidad). Surrealista total en línea con La vida de Brian (Terry Jones, 1979) –por cierto, esta película seguro que hoy en día rebasaría lo políticamente correcto y tendría «problemas» en salir adelante-. Sin olvidarnos de las disquisiciones bizantinas que se producen con la reunión de comunistas (muchos de ellos guionistas que reivindican su papel fundamental dentro de la industria –ahí poco ha cambiado la cosa-) delante del propio secuestrado.

Su mejor baza lo constituyen los apartados técnicos: la recreación de los escenarios de los estudios de Hollywood de los 50; los platós con los distintos decorados de cada producción o el vestuario variadísimo. Todo ello con una cuidada fotografía y el apoyo de una buena banda sonora a cargo de Carter Burwell.

El plantel de actores es de lo mejorcito del panorama actual. George Clooney algo pasado (incluso parece estar gordo), Scarlett Johansson, con una actitud choni, está desaprovechada; Channing Tatum, muy brillante como bailarín; Ralph Fiennes, gracioso y convincente en su papel de director tratando de enseñar a vocalizar a un actor Hobie Doyle (interpretado por Alden Ehrenreich). Ehrenreich constituye una revelación, y, por último, un inconmensurable Josh Broslin, que se convierte en astro por el cual gira todo el universo de los Coen. Casi como cameos se pueden definir los papeles de Tilda Swinton, quien por muy doble papel que tenga se queda en algo simbólico, sin desarrollar; o Frances McDormand (esposa de Joel Coen) graciosa técnico de montaje que deja su impronta.

¡Ave, César! es una comedia absurda, extravagante, con toques surrealistas en la que vamos saltando de un plató a otro, con brillantes escenas que tocan todos los géneros, mientras la principal figura es secuestrada por un grupo de comunistas. Mayor disparate creativo, imposible. Brillante narración aunque le falta unidad. Nos recrea una serie de géneros un tanto olvidados (casi desparecidos) como son el western, las coreografías musicales, o la del musical americano. Sin olvidarnos las superproducciones bíblicas con presencia de romanos. O incluso una película con submarino (con su inconfundible sonido de sónar de fondo). Pero no estamos ante una de romanos, sino ante una película que rinde homenaje, algo satírico, a una época del cine donde las grandes productoras ejercían un gran poder sobre el producto final, desde las estrellas hasta la difusión, con la figura de esa especie de manager/ejecutivo apagafuegos y solucionador de problemas. Un homenaje a aquella fábrica de sueños que era el dorado Hollywood, la Meca del cine. Tal vez los hermanos Coen tendrían que haber contratado a un supervisor que les hubiera ayudado en la cohesión de las distintas tramas para haber alcanzado una brillante producción. No será su mejor película, pero merece la pena por su originalidad y puesta en escena.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus

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