Exposición Jean Auguste Dominique Ingres en el Museo del Prado

Exposición Jean Auguste Dominique Ingres en el Museo del Prado

El Museo del Prado ha presentado el día 24 de noviembre una de las exposiciones más esperadas por el público, quien se arremolinaba en las taquillas para conseguir su entrada y poder disfrutar de las obras. El autor que ha suscitado tanto revuelo es Jean-Auguste-Dominique Ingres, nacido en 1780 en el sur de Francia. Era tan solo un niño cuando hizo sus primeros retratos, apoyado por su padre, quien se encargó de que frecuentase la Academia de arte de Tolouse. Allí fue donde recibió numerosos premios y consiguió dar el paso decisivo para emprender su carrera.

La Sra. Moitessier Jean-Auguste Dominique Ingres Óleo sobre lienzo, 120 x 92 cm 1856 Londres, The National Gallery, Bought 1936 6. La
La Sra. Moitessier
Jean-Auguste Dominique Ingres
Óleo sobre lienzo, 120 x 92 cm
1856
Londres, The National Gallery, Bought 1936

Si bien es famoso por sus magníficos retratos como es el caso de Madame Moitessier sentada, Louis-François Bertin o La vizcondesa Louise-Albertine d´Haussonville y por sus desnudos femeninos como La gran Odalisca o La pequeña bañista, lo que de verdad le interesaba era ser reconocido por sus obras de historia. Esta comprendía tanto la antigüedad clásica romana y griega como la Historia Sagrada, para llevarlo a cabo estudió la obra de su maestro Jacques-Louis David, en concreto El juramento de los Horacios.

La escuela de Bellas Artes de París concedía anualmente una beca para estudiar en Roma y tras presentarse por segunda vez ganó el concurso. Su estancia empezó en 1806, sin embargo no abandonó Italia, sino que probablemente se quedó allí por las duras críticas que estaba recibiendo su pintura en Francia. Aquel lugar le sirvió para desarrollar un gusto por una especie de estilización medieval que queda patente en sus cuadros, ya que Rafael era uno de sus modelos a seguir, por ello quizá la acusación de «gótico» no parece del todo injustificada.

En su obra nos encontramos una cierta ambigüedad, por un lado era un hombre cuyos principios estaban regidos por la racionalidad y por tanto ilustrado; esta postura se correspondía con el neoclasicismo pero en sus cuadros podemos ver paraísos de sensualidad y de emoción que le muestran como si fuese un pintor romántico.

Las mujeres van a estar presentes en muchas de sus pinturas, pero no van a estar tratadas todas del mismo modo, sino que podemos hacer una distinción entre la mujer seductora y por tanto prohibida y la mujer pura, de formas delicadas y semejantes a las Madonas rafaelescas. Pero Ingres no va a ser el único en representar esta duplicidad en cuanto al tema femenino en el arte, Munch, por ejemplo, también hará esta separación, distinguiéndose en sus figuras la «femme fatale» y la «femme fragile».

Dentro del tema de la seducción nos encontramos con la La gran Odalisca, la cual no dejó indiferente a nadie de su tiempo y a día de hoy sigue siendo una de las obras más aclamadas, tal y como se puede ver en el museo. Está representando a una mujer desnuda rodeada por un ambiente exótico como se observa en el abanico de plumas, la pipa de la que brota humo, los cortinajes azules o el pañuelo que lleva en la cabeza que nos transporta al mundo oriental. Esto es una característica propia del romanticismo, sin embargo se preocupa por la línea, creando una figura acompañada de luz y color que le da un aspecto volumétrico. Si bien esta obra fue criticada duramente por sus contemporáneos, quienes veían en ella un cierto primitivismo, será apreciada más tarde por un pintor español, se trata de Picasso, quien realizará una versión de esta pintura.

La gran Odalisca Jean-Auguste Dominique Ingres Óleo sobre lienzo, 91 x 162 cm 1814 París, Musée du Louvre, département des Peintures, Acquis en 1899
La gran Odalisca
Jean-Auguste Dominique Ingres
Óleo sobre lienzo, 91 x 162 cm
1814
París, Musée du Louvre, département des Peintures, Acquis en 1899

Por otro lado tenemos un ejemplo de la mujer virtuosa en Estratónice. Para realizar la obra de Antíoco y Estratónice se basó en Plutarco, escritor de la antigüedad clásica y en una pintura que lleva el mismo nombre de su maestro David. El padre de Estratónice decide casarla con un viejo rey, el cual tenía un hijo llamado Antíoco que se enamora perdidamente de la joven, quien le corresponde. Entristecido por tener que ocultárselo a su padre, Antíoco cae enfermo. Aquí se representa el momento en el que Antíoco está tendido en la cama con su padre y Estratónice entra en la habitación. El gesto de horror del enfermo hace que su padre comprenda el mal que aqueja a su hijo, por lo que decide apartarse y dejar que ambos tengan un futuro juntos. Aunque el tema pertenezca a la tradición clásica, típico del neoclasicismo, el momento que está representando se aleja completamente de esto, acercándose más al romanticismo. La joven aparece pensativa, recogiéndose, en cierto modo podría recordarnos a una estatua, con el rostro dulce bañado por la luz.

Ingres fue un magnífico retratista, pese a que solo los realizaba por el beneficio económico que le reportaban, esto es una semejanza más que comparte con su maestro David. Lo que más llama la atención es la verosimilitud con la que representa las texturas, las calidades que consigue, las cuales incitan a palpar la pintura para ver si de verdad se trata de tela o si nuestra mente nos ha engañado y simplemente encontraremos óleo. A veces utilizaba paisajes como telón de fondo para sus retratos como es el caso de François-Marius Granet pero después empezó a utilizar los espacios cerrados. La idea que poseía de la belleza le hizo escoger a unos modelos con los que sentía que podía remarcar su talento. Una de las frases que más repetía a sus discípulos era «le calme est la première beauté du corps», es decir, que para él la belleza se transmitía por medio de la calma, por eso en su obra nos encontramos retratos que aparecen ligeramente recostados o apoyados en algún sitio.

Louis-François Bertin Jean-Auguste-Dominique Ingres Óleo sobre lienzo, 116 x 95 cm 1832 París, Musée du Louvre, Département des peintures, acquis des descendants du modèle, en 1897, RF 1071
Louis-François Bertin
Jean-Auguste-Dominique Ingres
Óleo sobre lienzo, 116 x 95 cm
1832
París, Musée du Louvre, Département des peintures, acquis des descendants du modèle, en
1897, RF 1071

Louis-François Bertin es el retrato masculino que más destacó. El hecho de que represente a este hombre, que era burgués, nos habla del ascenso social que estaba teniendo su clase. Bertin era seguidor de la Revolución Francesa (1789) y fundó junto a su hermano pequeño un periódico. Sin embargo tras la llegada de Napoleón se vio obligado a exiliarse a Elba, pero ese no fue su final, dado que decidió volver a Francia de forma ilegal para continuar su trabajo en el periódico y poco después el gobierno le secuestró. Será tras la caída de Napoleón cuando consiga retomar su labor periodística. Estos y más encontronazos con la justicia por sus escritos le hicieron famoso, probablemente Ingres tomase todo esto como referencia, puesto que en lo que más se ha centrado ha sido en las manos, con las cuales Bertin escribía y era ahí donde radicaba su poder. Monsieur aparece sentado sobre una silla pero la pose de sus brazos nos hace deducir que estaba a punto de levantarse. Si bien es cierto que son sus manos lo más llamativo, no se queda atrás la mirada desafiante y fiera que lanza. Un reflejo en las gafas y en la silla nos lleva a recordar a los pintores holandeses y a Rafael, a quienes tenía como referentes.

La vizcondesa Louise Albertine d´Hausonville también es uno de los retratos más famosos que tiene, se cuenta que este cuadro fue expuesto junto al anterior y que ambos suscitaron una gran atracción, tal y como indica el poeta Baudelaire. Aparece en primer plano apoyada sobre un tocador, esto representaba la belleza mediante la calma. Aparece con una mirada limpia e inocente por lo que sería una mujer pura, semejante a Estratónice. Utiliza el recurso del espejo para mostrarnos la figura completa, pero no solo lo hará en este cuadro, sino que será algo muy recurrente en su producción. El color azul baña la mayor parte de la composición aunque podemos ver toques de rojo en el lazo y en algunas de las flores. Parece ser que la condesa fue una mujer independiente, que amaba las artes y la música.

Napoleón I en su trono imperial Jean-Auguste Dominique Ingres Óleo sobre lienzo, 259 x 162 cm 1806 París, depôt du Musée du Louvre au Musée de l’Armée 1832
Napoleón I en su trono imperial
Jean-Auguste Dominique Ingres
Óleo sobre lienzo, 259 x 162 cm
1806
París, depôt du Musée du Louvre au Musée de l’Armée 1832

Aparte de los retratos también practicó la pintura de historia. Ingres fue criticado duramente tras exponer en el Salón de 1806 Napoleón I en su trono, la cual no había pintado por encargo, sino que la pintó por iniciativa propia, quizá por eso se sintió tan desalentado. Napoleón aparece en el centro de la composición sentado en el trono, que parece una aureola y mirándonos de frente, a su vez sostenía unos elementos que eran sus atributos, el cetro con la mano respondería a la justicia que imparten los reyes franceses. Está ataviado con ricas vestiduras de distintos colores que resaltan sobre el fondo neutro. En la parte inferior vemos una alfombra con el dibujo de un águila, atributo de Júpiter, como padre de los dioses. La crítica estimó que era una figura demasiado gótica y por tanto arcaica, pero esto no le hizo apartarse de sus objetivos, sino que le reafirmaron más, de este momento es su famosa frase: «sí, el arte necesita ser reformado; y yo quiero ser ese revolucionario».

Será bajo el dominio borbónico cuando su obra histórica encuentre un mayor reconocimiento. Entrelazó la política con la religión en varias ocasiones, una de ellas es El voto de Luis XIII, quien se había encomendado a la virgen para que protegiese Francia. Es uno de los cuadros más problemáticos con los que se encontró Ingres, había ocasiones en las que decía que el lienzo se estaba pintando solo pero se produjeron multitud de inconvenientes que hicieron que este cuadro estuviese realizándose cuatro años. La postura de la virgen le causó bastantes inquietudes, incluso el propio Ingres, desesperado, pidió a sus discípulos que le pintasen en la pose idónea para después trasladarlo a su obra. La escena está dividida en dos, debajo está Luis XIII en el mundo terrenal y en la parte superior la virgen con el niño acompañada de ángeles representando el mundo celestial. Las vestiduras del rey están ricamente tratadas, recordándonos a la figura de Napoleón, mientras que la virgen nos recuerda a las madonas de Rafael. Él está de espaldas y arrodillado entregando el cetro y la corona, lo que nos conmina a seguirle. Se han dado varias versiones sobre la obra, en una de ellas se hace una interpretación del encuentro entre un hombre y una mujer, al aparecer arrodillado parece que está haciendo una propuesta de matrimonio, o bien rogándola y pidiendo perdón, esto solía ir acompañado de joyas, las cuales podemos encontrar en el cetro y la corona, pero solo son conjeturas.

Juana de Arco en la coronación de Carlos VII es la otra obra donde vuelve a enlazar la política y la religión. Parece ser que Ingres está autorrepresentándose en la figura de caballero que se encuentra a la izquierda y para Juana habría tomado como modelo a su segunda esposa Delphine. Juana de Arco tuvo una vida bastante trágica pero aquí no se está representando ninguno de esos acontecimientos sino que unió la obra al poder de la monarquía, además aparece con una aureola, esto no significa que fuese santa, ya que su canonización será en 1920, pero sí que está remarcando que debía ser reconocida como tal. En la izquierda tenemos a varios personajes arrodillados y el casco y los guantes del traje de combate de Juana, mientras que a la derecha vemos una mesa dorada con distintos relieves y encima de ella aparecen varios objetos litúrgicos; del incensario brota humo, esto no sería tan raro sino fuese porque ya lo habíamos visto antes en su Odalisca, de esta forma da un toque sensual a Juana, quien está reforzando su anatomía femenina con la coraza. Ella alza su mirada hacia arriba, se sitúa en el centro de la composición, apoyando la mano derecha en la mesa y sosteniendo con la otra un asta rojiza del que colgaba la bandera. Juana consiguió derrotar al ejército inglés, con lo que Carlos VII pudo coronarse y reinar, esto cuestionaba el papel que las mujeres habían tenido a lo largo de la historia, quienes siempre habían estado relegadas.

El dibujo era una de sus virtudes, hacía innumerables bocetos y dibujos preparatorios antes de realizar la obra definitiva, en muchos casos hacía a los personajes desnudos y después pasaba a vestirlos. Se han conservado muchos de estos bocetos y es sorprendente la gran maestría que tenía. Aunque sobre esto también se ha especulado, se decía que utilizaba una camera lucida a la hora de hacer sus retratos, esto explicaría alguna de las distorsiones anatómicas que se producen a veces, pero no por esto su obra tiene menos valor.

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La familia Forestier Jean-Auguste Dominique Ingres Grafito sobre papel, 233 x 309 mm París, Musée du Louvre, département des Arts graphiques: Collection Coutan. Don Hauguet, Schubert et Milliet, 1883

 

Es un pintor que va a tener una gran trascendencia, ya hablaba antes de Picasso, pero no va a ser el único en tomarle como referente, sino que Edgar Degas, Dalí o Man Ray también. Degas era un pintor impresionista francés que tomará de Ingres la representación de cuerpos femeninos, que plasmará en sus famosas bailarinas, y la precisión de los volúmenes. El pintor vanguardista Picasso conoció su obra cuando visitó Montauban, ciudad natal de Ingres, después de esto se puede apreciar que las formas en sus composiciones van a cambiar, llegando incluso a denominar una etapa como ingresca. A Dalí se le ha relacionado con Ingres por su cuadro Gala de espaldas que recordaría mucho a las bañistas y Man Ray va a realizar una foto, famosa en la actualidad, en la que aparece una mujer de espaldas convertida en instrumento musical.

Esta exposición en el Museo del Prado finaliza el 27 de marzo y es una oportunidad única para poder contemplar todas estas magníficas piezas que se han prestado desde distintos países, destaca el Louvre pero también hay piezas de colecciones estadounidenses, inglesas, belgas, italianas…

Isabel Escalera Fernández

Revista Atticus

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