Frank Sinatra: los cien años de un gran actor

Frank Sinatra

Los cien años de un gran actor (primera parte)

Con motivo del centenario del nacimiento de Frank Sinatra, 12 de diciembre de 1915, reproducimos este artículo que acabamos de publicar en nuestro monográfico dedicado a la 60 edición de la SEMINCI. Puedes consultar el reportaje completo realizado por Katy Villagrá Saura en el siguiente enlace:

Revista Atticus monográfico 11

La excelente carrera de Frank Sinatra como cantante ha ensombrecido, indudablemente, su faceta de actor. Dotado de una asombrosa voz y de un innegable talento para interpretar la música popular, Sinatra nos dejó no pocas actuaciones memorables en la gran pantalla. Lo recordamos entrañable y divertido en los magníficos musicales de la Metro, junto a Gene Kelly; conmovedor, en De aquí a la eternidad, papel por el que obtuvo su único Oscar; conquistador incansable, en Pal Joey o El solterón y el amor; cruel y despiadado, en De repente; frágil, en El hombre del brazo de oro; desengañado y escéptico, en El detective… De todos sus trabajos, quizá sea Como un torrente, el mejor; el gran Minelli supo extraer, de sus expresivos ojos azules, todos los matices dramáticos requeridos para su personaje. Su naturalidad ante las cámaras, producto, al decir de muchos, de la aversión del cantante a repetir las tomas (esto le valió el sobrenombre de «One Take Man»), tenía mucho de interiorización del guión, de sensibilidad y de inteligencia. Sinatra era auténtico. Su autenticidad, indiscutible delante de un micrófono, lo era igualmente, delante de una cámara. Nadie como él para transmitirnos, a través de la profundidad de su mirada o la tersura de su voz, el significado del vacío, la soledad o la melancolía.

The House I Live In (Mervin LeRoy, 1945)
The House I Live In (Mervin LeRoy, 1945)

Francis Albert Sinatra nació el 12 de diciembre de 1915 en Hoboken (nueva Jersey) en el seno de una familia de clase humilde. El parto fue difícil y eso le dejaría una cicatriz en la cara que nunca se operó. Con el tiempo sería una singularidad más de su imagen. Ya, de niño le gustaba cantar en un bar que tenía su padre, acompañado de una pianola. «Un día alguien me dio cinco centavos… Y así empezó todo», recordaría el propio Sinatra. A los dieciocho años, dejó los estudios y empezó a ganarse la vida como repartidor de prensa y, más tarde, cronista deportivo, camarero y cantante en clubes nocturnos. En 1935, gana un premio en un concurso de radio y sale de gira con un cuarteto de músicos por distintas emisoras del país. De regreso, no le queda más remedio que volver a servir mesas en un restaurante hasta que el trompetista Harry James le descubre para su orquesta a finales de los treinta. Pero sería con la orquesta de Tommy Dorsey, ya en los cuarenta, cuando Sinatra empiece a destacar como vocalista. Por entonces ya se le empieza a llamar «The Voice», había grabado All or Nothing at All y había nacido su hija Nancy, de su unión con Nancy Barbato. Años después nacerían sus otros dos hijos: Frank (1944) y Tina (1948). Con la orquesta de Dorsey, realiza su primera aparición en el cine con Las Vegas Nights (R. Murphy, 1941). Al año siguiente, decide abandonar la orquesta y esta decisión lo catapulta a la fama. Empieza el fenómeno del “swoonatra” (“desmayonatra”, literalmente). Las quinceañeras lo persiguen, se desmayan, quieren tocarle, robarle su pajarita, le piden autógrafos… La RKO le firma un contrato y surgen dos modestos pero entrañables musicales, dirigidos con destreza y muchas tablas por Tim Whelan: Cada vez más arriba, en 1943, con la maravillosa actriz francesa Michèle Morgan y Jack Haley y Un joven a la aventura, en 1944, con el gran Adolphe Menjou y George Murphy. En la primera, el cantante hace de sí mismo («No es Bing; es ¡bang, bang Sinatra!»). Hay alusiones constantes a su éxito con las adolescentes («Voy a escuchar a Bing Crosby», le dice enfadada la teenager del filme) y la incursión de Sinatra, como músico que, desde la ventana, entabla amistad con la protagonista, no puede ser más acertada. En la segunda, interpreta el papel de un dramaturgo que, gracias a su increíble voz y a su irresistible encanto con las mujeres consigue salvar de la ruina al productor de un espectáculo. Un jovencísimo Franky se lo pasa de lo lindo con las situaciones hilarantes y divertidas de esta alocada comedia teatral. Entretanto, Sinatra prosigue con su carrera radiofónica, donde se codea con Orson Welles y con Bing Crosby, con el que mantendrá una gran amistad el resto de su vida. Como cantante melódico está en la cumbre: más de treinta mil fans se aglomeraron para venerar a “La Voz” en su actuación del once de octubre de 1944.

Una divertida imagen de las tres inolvidables parejas de Un día en Nueva York (Donen y Kelly, 1949)
Una divertida imagen de las tres inolvidables parejas de Un día en Nueva York (Donen y Kelly, 1949)

De arraigados ideales demócratas, participa en The House I Live In (Mervin LeRoy, 1945), un cortometraje que denunciaba la intolerancia racial y religiosa. Frank, incluso visitó colegios para propagar ideas liberales. El documental recibió un Oscar de la Academia. Además, apoyaría la reelección del Presidente Roosevelt. Ese mismo año, la Metro Goldwyn Mayer, adivinando su potencial taquillero, lo contrata para el estupendo musical Levando anclas, de George Sidney, junto a Gene Kelly, que le enseñó sus primeros pasos de baile. Las críticas no pudieron ser mejores: «Todo el mundo sabe que Frank puede cantar —decía el Motion Picture Herald—; ahora resulta que también puede actuar». Dejando a un lado el buen hacer de sus dos míticos protagonistas, Kelly y Sinatra, destacamos la innovadora escena en la que el primero baila con el ratón Jerry, uniendo en un mismo plano dibujo animado e imagen real. El cantante intervino, al año siguiente en un biopic musical basado en la vida del gran compositor Jerome Kern titulado Mientras las nubes pasan. Aparece al final de la cinta, en la cima de un impresionante decorado, cantando el famosísimo tema de Magnolia, Old Man River.
Después de la fallida El milagro de las campanas (1948), al estilo de Siguiendo mi camino, pero sin su calidad, y de otros productos menores, el estudio vuelve a unir a Sinatra y a Kelly en una agradable comedia en torno al béisbol, Llévame a ver el partido, de Busby Berkeley. Les acompañaba la guapa nadadora y estrella de la Metro Esther Williams. Ese mismo año, en 1949, Sinatra se embarca con Kelly en el clásico Un día en Nueva York, de Stanley Donen y Gene Kelly. Esta obra maestra del séptimo arte revolucionó el género: hubo un antes y un después desde su estreno. Los números musicales ya no necesitaban ninguna excusa, dentro de la trama, para ejecutarse; es más: estaban totalmente integrados en la acción, al mismo nivel que las escenas de comedia. La película narra, con la exactitud de un reloj, las veinticuatro horas de un día de permiso de tres marineros en la ciudad de Nueva York. Un filme fresco, novedoso, optimista, con números memorables, como el de Prehistoric Man, situaciones ocurrentes y un elenco de actores en estado de gracia: Betty Garret, como la atrevida taxista que “acosa” a Franky («Sólo si éste se sienta aquí»); la alocada antropóloga, interpretada por la inolvidable actriz y bailarina Anne Miller; la encantadora Vera Ellen, pareja de baile de Kelly; y el gracioso comediante Jules Munshin, como tercer marinero. La partitura de Berstein ganaría un Oscar. Y Sinatra demostraría que estaba hecho para la comedia musical americana.

Ava Gadner y Frank Sinatra, una de las parejas más atractivas del cine
Ava Gadner y Frank Sinatra, una de las parejas más atractivas del cine

Los cincuenta empiezan muy movidos para el cantante, que es objetivo de la prensa rosa por sus romances y flirteos, entre otras, con Lana Turner, que suponen un quebradero de cabeza para el jefe de publicidad del estudio. Rompe su contrato con la Metro, se divorcia de Nancy y se casa, finalmente, en 1951, con Ava Gardner, de la que estaba terriblemente enamorado. Su tormentosa relación con la bellísima actriz, que hizo, ya en su época, correr ríos de tinta, acabará tristemente en divorció en 1957. Todos tenemos en mente el momento en que Frank aterriza en Madrid, en pleno rodaje de Pandora y el holandés errante, por culpa de un tal Mario Cabré, torero y actor ocasional. Entretanto, las películas de Sinatra fracasaban en taquilla y sus discos no se vendían como antes. Atrás quedaban éxitos como Embraceable you, de Ira y George Gerswin o Night and Day, de Cole Porter. Ni Don Dólar, simpática y entretenida cinta con Jane Russell y Groucho Marx, que fue retirada de la circulación por su productor Hugues ni Meet Danny Wilson, donde se alejaba de sus papeles anteriores, dieron los resultados apetecidos. Por si esto fuera poco, Frank tenía serios problemas de garganta (llegó a quedarse sin voz en un concierto). Fue una época dura en la que vivía a la sombra de Ava y parecía que su estrella se iba apagando definitivamente.

De aquí a la eternidad (Fred Zinnemann, 1953)
De aquí a la eternidad (Fred Zinnemann, 1953)

Estando con su mujer en Kenia, durante el rodaje de Mogambo, llegó a sus oídos que la Columbia preparaba una adaptación del best seller de James Jones De aquí a la eternidad. El cantante había leído el libro y estaba convencido de que podía afrontar con éxito el papel del soldado Maggio. De todos es sabido cómo Ava convenció al todo poderoso Harry Cohn para que incluyera a Sinatra en el reparto. Incluso el actor rebajó drásticamente su sueldo. Su espléndido trabajo sería recompensado con un Oscar al Mejor Actor Secundario en 1954 y un Globo de Oro, además de que le servía para demostrar al mundo sus posibilidades como actor dramático. Fue muy aplaudida la escena de la muerte de Maggio en brazos de Monty Cliff, por su realismo y emotividad. «Su vehemencia, su rabia —recordaba su compañero en el filme, Burt Lancaster—, su amargura, tenían algo que ver con el personaje de Maggio, pero también con todo aquello por lo que había pasado en los últimos años: lo embargaba una sensación de derrota y de que el mundo se le había venido encima… se notaba que aquel hombrecillo furioso era también una buena persona. Monty Cliff, al observar la filmación de un primer plano de Frank, pronosticó: Va a ganar el Oscar». A Sinatra le gustaba trabajar solo, leyendo y releyendo el guión hasta que comprendía todos sus matices, del mismo modo en que se aprendía las canciones, por lo que sus actuaciones, sin ensayos, resultaban espontáneas. Este método, el de la “toma única” le granjearía más adelante más de un problema con los directores. Esta extraordinaria película de Fred Zinneman, un especialista de la audacia narrativa, se alzó con ocho estatuillas de las trece a las que fue candidata y Sinatra volvió a escribir con letras doradas, su paso por el cine. De entre las escenas más recordadas por los aficionados está aquella en la que Maggio abre la puerta, enseñando una botella a unos sonrientes Monty y Donna Reed, inolvidable en su papel de Loren, por el que consiguió una estatuilla a la Mejor Actriz Secundaria.

Carátula disco  con el tema Young anf Heart
Carátula disco con el tema Young anf Heart

Con un Oscar en la mano, Frank no teme embarcarse en papeles menos amables. Suddenly (De repente, 1954), de Lewis Allen, es un estupendo filme noir de bajo presupuesto que contaba con el impagable Sterling Hayden. Sinatra interpreta de forma convincente a un implacable asesino a sueldo que intentaba acabar con la vida del Presidente de Estados Unidos. Sus ojos azules se nos muestran en esta ocasión tan fríos como sus palabras: «El problema de matarte a ti, a él o a ella —dice— es que no me pagarían por ello y no me gusta regalar nada». En Siempre tú y yo (Young and Heart, 1954), de Gordon Douglas, Frank es un músico a quien la fortuna («los de arriba, ya sabe») siempre le ha dejado de lado y tiene que mal vivir como arreglista y piano man en tugurios y restaurantes. El cantante borda su papel de perdedor nato. Se nos muestra escéptico, susceptible, amargado y, a su vez, avergonzado, dolorido, cercano. Su rostro, con un cigarro en los labios, refleja toda la angustia y desesperación en la terrible y dramática escena del coche, donde, apagado el parabrisas, deja que la nieve cubra por entero el cristal. Este melancólico y triste melodrama musical (a ratos, dulce y familiar) contaba con un fantástico reparto: Doris Day, Ethel Barrymore, Dorothy Malone y Gig Young, entre otros. Sin duda, con buenos momentos, no encuentra el tono adecuado. La canción Young and Heart volvió a situarle entre lo más alto (vendió millones de discos).

 

Suddenly (De repente, 1954, Lewis Allen)
Suddenly (De repente, 1954, Lewis Allen)

El solterón y el amor, de Charles Walters (1955) es una deliciosa comedia romántica que contiene también una profunda reflexión sobre las relaciones de pareja. No en vano, estaba basada en una pieza teatral de Max Shulman y Robert Paul Smith. Sinatra, con su charme habitual, interpretaba el papel de un solterón neoyorquino, vividor y mujeriego, con alergia al matrimonio. Una ingenua Debbie Reynolds le convencerá de lo contrario. Completaban el reparto David wayne, Celeste Holm y Caroline Jones. El actor repetirá este papel, con algunas variantes, en varias ocasiones. Destacamos, de entre todas, Pal Joel (George Sidney, 1957) junto a Rita Hayworth y Kim Novak, y Gallardo y calavera, en 1963. Con la primera, obtuvo un Globo de Oro y con la segunda, una candidatura al mismo.

(continuará)

Katy Villagrá Saura

Revista Atticus

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