Crítica película El puente de los espías de Steven Spielberg

El puente de los espías
Cuando la guerra es por la información

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Película: El puente de los espías.
Título original: Bridge of spies.
Dirección: Steven Spielberg.
Reparto: Tom Hanks, Alan Alda, Amy Ryan, Mark Rylance.
País: USA. Año: 2015.
Duración: 141 min.
Género: Thriller.
Guion: Matt Charman, Ethan Coen y Joel Coen.
Producción: Kristie Macosko Krieger, Marc Platt y Steven Spielberg.
Música: Thomas Newman.
Fotografía: Janusz Kaminski.
Estreno en España: 4 Diciembre 2015.
Calificación por edades: No recomendada para menores de 12 años.

Sinopsis
James Donovan (Tom Hanks) es un abogado de Brooklyn que se ve súbitamente inmerso en las entrañas de la Guerra Fría cuando la CIA le envía con el encargo casi imposible de negociar la liberación de un piloto de un avión U-2 estadounidense capturado. Los guionistas Matt Charman y los hermanos Ethan y Joel Coen han entrelazado esta extraordinaria experiencia en la vida de Donovan con una historia basada en hechos reales que capta la esencia de un hombre que lo arriesgó todo y que refleja vívidamente el proceso que sufre a nivel personal.

Comentario

Tras tres años de Lincoln, Steven Spielberg vuelve a dirigir una película. En esta ocasión nos presenta un drama histórico basado en hechos reales. James B Donovan es un abogado de Brooklyn que se dedica los seguros, pero por encargo del Estado, tendrá que hacerse cargo de la defensa de Rudolf Abel. Después de ello, y en plena Guerra Fría, la CIA le encomienda la misión de negociar con la Unión Soviética la liberación de Francis Gary Powers (Austin Stowell), piloto estadounidense de un U-2 (un avión de vigilancia a gran altitud) abatido por los soviéticos cuando estaba en una misión de reconocimiento en territorio enemigo. Se trata de un intercambio de prisioneros, una negociación muy peligrosa que los dos gobiernos negarían cualquier implicación en el canje.

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De una manera general, El puente de los espías nos mete de lleno en la Guerra Fría., denominada así a una situación de enfrentamiento en el campo tanto político como económico, social y, en menor medida militar, tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Los contendientes eran, por un lado, el bloque occidental/capitalista capitaneados por los Estados Unidos, y, por el otro, el bloque oriental/comunista liderado por la Unión Soviética (Unión de Repúblicas Socialistas soviéticas, URSS). Y de una manera más concreta la acción que narra El puente de los espías se sitúa en el momento en que se produce la división entre Berlín Oriental y Occidental por medio de la construcción de un muro que dividía el Berlín Occidental de la República Democrática Alemana. El muro se empezó a construir el domingo 13 de agosto de 1961. Los berlineses casi ni se enteraron. Se cerraron de golpe 193 calles y se cortó el tráfico subterráneo del metro, así como el tren de superficie. Con ello se produjo la división de la ciudad en dos, quedando familias enteras divididas al uno y al otro lado del «muro de la vergüenza». Un muro que acabaría derribándose en noviembre de 1989 tras 339 meses.

Con este clima bélico, las relaciones entre ambos países eran muy tensas. Bastaba el estallido de un insignificante petardo en las fronteras, para que se produjera un incidente diplomático que echara por tierra la paz lograda unos años antes. Los países querían saber que pasaba al otro lado de sus confines y los espías (hoy sustituidos por los hackers) engrosaban la nómina de cada estado. Cuando Rudolf Abel (Mark Rylance) es apresado en suelo americano y acusado de espionaje, el Estado nombrará a un prestigioso abogado para su defensa, James Donovan (Tom Hanks).

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Donovan es un hombre que persigue la justicia universal de forma admirable. Antepone sus valores a su bienestar personal. Si se ha hecho cargo de la difícil tarea es porque cree en el principio de que toda persona tiene derecho a una defensa justa, sea cual sea su delito, por muy execrable que pueda ser. Es uno de los cimientos del estado: toda persona tiene el derecho fundamental a defenderse ante un tribunal de justicia con plenas garantías de igualdad e independencia. Pero al Estado solo le preocupa la imagen. Al presunto espía únicamente le quieren proporcionar la imagen de un buen abogado para que el mundo sepa que los Estados Unidos vela por la seguridad jurídica del detenido. Pura fachada. Pero resulta que Donovan no está por la labor de hacer el papel de la voz de su amo. No quiere finiquitar el caso sin plantear preguntas. Quiere una defensa de verdad para Rudolf Abel a pesar de que esta decisión haga cuestionar el propio estado de derecho ya que en la detención del acusado no se han tenido en cuenta las mínimas garantías. Este enfrentamiento con la propia justicia le granjeará a Donovan el rechazo de su propio jefe, su familia, la opinión pública y hasta cada uno de los americanos con los que se cruza en su camino ya que su imagen sale a la luz pública como el defensor de un enemigo de los Estados Unidos. La integridad de Donovan se verá más comprometida cuando le encargan que se haga cargo de las negociaciones para llevar a cabo el intercambio de prisioneros. Para ello tendrá que viajar a Berlín y echar mano de la diplomacia.

Es inevitable que surja la comparación con otro papel encarnado por otro padre de familia también preocupado por la aplicación de la justicia en otro tiempo bien diferente pero también crucial en la historia de los Estados Unidos. Me refiero a Atticus Finch (Gregory Peck) en Matar un ruiseñor (Robert Mulligan, 1964). Tiempos distintos; distintos reos, pero misma preocupación: proporcionar al detenido la mejor defensa posible, sea negro o sea espía ruso.

El puente de los espías refleja una sociedad, paranoica e histérica, llena de prejuicios hacia todo aquel que el Estado señala como enemigo. Hay que tener en cuenta el clima postbélico que se vivía en los Estados Unidos. A pesar de ser una película ambientada en la década de los 60, es un tema plenamente actual, en donde hoy se señala al musulmán como enemigo público.

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Todo lo que gira alrededor de El puente de los espías está cuidado al máximo. Vayamos por partes. La puesta en escena cautiva desde el comienzo. Nada que ver con las esperadas escenas iniciales de la saga de James Bond: espectaculares y frenéticas (dejado a un lado el coste económico). Aquí es todo más tranquilo y sutil. Nos presentan a Rudolf Abel pintando su autorretrato con la ayuda de un espejo. Ser pintor es su coartada para extender su caballete y observar en plena calle mientras espera o transmite información. Es un hábil recurso para alertarnos sobre esa condición de espía, de esa doble vida. Todo lo que rodea a ese comienzo ya nos vaticina que estamos ante algo diferente, una cinta inteligente y compleja. El punto culminante, de máxima tensión, es en pleno puente (pero eso lo tendrán que descubrir en la sala oscura, queridos lectores). Janusz Kaminski es el encargado de la fotografía. El fotógrafo polaco es un habitual en las producciones de Steven Spielberg. Desde La lista de Schindler (1993) hasta la ya nombrada Lincoln, pasando por Munich (2005). Su carrera es tan dilatada como la del propio director. Su fotografía se caracteriza por darle a la luz esa carga tan dramática, con el uso (incluso abuso) de fuertes contrastes en los que se puede palpar el polvo en suspensión, o el aliento frío de la respiración. Atrapa esa atmósfera con el uso de una gama fría con predominio de los grises y azules oscuros. La banda sonora también se debe a todo un clásico: Thomas Newman (El hombre que susurraba a los caballos, Robert Redford, 1998, American Beauty, Sam Mendes, 1999, o Camino a la perdición, Sam Mendes, 2002). Ha participado también en la última entrega del Agente 007, Spectre (Sam Mendes, 2015). Ha sido nominado hasta en nueve veces para los Oscars en el apartado de la mejor banda sonora, sin conseguirlo. Y creo que con esta tampoco logrará el preciado galardón, pues ha hecho una banda sonora correcta pero sin sobresalir.

En cuanto a la interpretación, Tom Hanks está en su salsa. Comedido, convincente. Es difícil pensar en la película sin su participación. Encarna a ese maduro héroe americano. No ha disparado ni un solo tiro y consigue el propósito de su empresa. Su interpretación le puede suponer por un lado su sexta candidatura a los Oscars y su tercera estatuilla.
Mark Rylance es el contrapunto de Hanks. Se caracteriza por una actuación muy contenida que se verbaliza en la respuesta que da a su compañero de reparto cuando le pregunta si nunca se altera: «serviría para algo». Le roba protagonismo a su compañero.

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El guion es obra de los hermanos Coen (Ethan y Joel) junto con Matt Charman. A este último le debemos el libreto de la magnífica Suite francesa, ambientada en plena II Guerra Mundial. La mano de los Coen se nota, entre otras cosas, en ese leve toque humorístico presente en algunos pasajes. Han tomado como base los acontecimientos reales para centrarse en la vida de la persona que se encargó primero de la defensa del espía y, después, de su intercambio. Haciendo hincapié en la transformación personal que sufre Donovan, con poca acción y muchos diálogos.

Steven Spielberg con El puente de los espías nos ha devuelto el cine clásico caracterizado por la cuidada puesta en escena y alejado de los grandes efectos especiales. Incluso no se ha olvidado de ese algo rancio tufillo de la superioridad moral estadounidense (la exquisitez en el trato al preso ruso frente a los brutales métodos soviéticos, tan desconsiderados ellos). Es una película bien contada, mejor interpretada, equilibrada en su conjunto, que recupera ese gusto por las películas de corte clásico.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus

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