Crítica de Aprendiendo a conducir de Isabel Coixet

Aprendiendo a conducir
Conduciendo la vida

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Ficha
Película: Aprendiendo a conducir.
Título original: Learning to drive.
Dirección: Isabel Coixet.
Interpretación: Patricia Clarkson (Wendy), Ben Kingsley (Darwan), Grace Gummer (Tasha), Jake Weber (Ted).
País: USA. Año: 2014. Duración: 90 min.
Género: Comedia dramática, romance.
Guion: Sarah Kernochan.
Producción: Daniel Hammond y Dana Friedman.
Música: Dhani Harrison y Paul Hicks.
Fotografía: Manel Ruiz.
Distribuidora: A Contracorriente Films.
Estreno en España: 3 Julio 2015. No recomendada para menores de 12 años.

Sinopsis
Wendy es una escritora de Manhattan que decide sacarse el carnet de conducir mientras su matrimonio se disuelve. Para ello recibe clases de Darwan, un hombre de origen indio que se gana la vida como taxista e instructor en una autoescuela. Mientras conducen por las calles de Nueva York, se alejan de sus problemas cotidianos y surge entre ellos una amistad especial.

Comentario
Una de las experiencias que marcan un hito en la vida de una persona es la de sacar el carnet de conducir. Es una fecha marcada en el calendario. Cuando apenas eres un crío sueñas con cumplir los 18 años. Esa edad te permite votar y también la posibilidad de examinarte para obtener el carnet de conducir. Luego, con el paso del tiempo, optarás o no, por esa decisión de examinarte. Me acuerdo con nitidez cuando me subí a un Renault 5 apenas una semana después de cumplir esa edad con la decisión de sacarme el carnet. Recuerdo perfectamente cuando el profesor me señaló la carretera y dijo: «arranca y vete soltando suavemente el embrague a la vez que aceleras poco a poco». Presa del miedo le dije: «pero si yo nunca he conducido».

LEARNING TO DRIVE
Wendy (Patricia Clarkson), casada, de mediana edad, es una mujer exitosa en el campo laboral –crítica literaria-. Tiene una vida acomodada y rutinaria en Manhattan. La relación sentimental ha quedado relegada a un segundo plano. Su mundo se viene abajo cuando descubre que su marido Ted (Jake Weber) le ha sido infiel con una jovencita (otro cliché). Fruto del matrimonio tienen una hija, Tasha (Grace Gummer). Para que no esté tanto tiempo sola en casa, tras el abandono del hogar de Ted, Tasha aconseja a su madre que se saque el carnet de conducir y así pueda ir a visitarla. Entra en escena Darwan (Ben Kingsley), refugiado político indio, sij (una de las señas más identificativas de los practicantes de esta religión es que apenas se cortan el pelo, de ahí sus largas cabelleras, muchas de las veces las recogen en coloridos turbantes) y pluriempleado (por la noche taxista, por el día profesor de autoescuela). Wendy trata de asumir su nueva condición y no duda en ponerse a las órdenes de Darwan, el ideal de un hombre bueno: honesto, educado, justo; y juntos emprenderán un camino de aprendizaje.

Este es el planteamiento básico de Aprendiendo a conducir. Pero la última entrega de Isabel Coixet es algo más que unas cuantas clases al volante. La directora catalana tiene en su haber una producción variopinta que se caracteriza por los grandes dramas íntimos y personales. Así lo atestiguan Mi vida sin mí (2003), La vida secreta de las palabras (2005), Elegy (2008) y Mapa de los sonidos de Tokyo (2009). Las últimas entregas se desvío de esos dramas personales, desembocando ahora en esta comedia. A pesar de la sencillez en el planteamiento toca varios temas peliagudos como son las relaciones con los inmigrantes, la amistad, el amor, el divorcio, la educación, el respeto a los padres o las tradiciones y el matrimonio concertado.

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La cinta reúne varios lugares comunes como son la infidelidad que conduce a una pareja al punto de no retorno y también el viaje. Cada clase a bordo del coche no deja de ser un viaje de aprendizaje, de maduración, de desarrollo intelectual y emocional. Darwan pretende que aquellos quienes asistan a sus clases, al abandonar el coche sean no solo mejores conductores, sino personas. Podríamos decir que basa sus enseñanzas en una filosofía de andar por casa, pero que en la práctica resulta eficiente: dejar los problemas fuera del coche ayuda a la hora de conducir. Manejar el coche, manejar nuestra vida requiere de toda nuestra atención y no te puedes despistar ni un segundo porque puede ser trágico. Pero Darwan al escuchar a la emocional e impulsiva Wendy también está aprendiendo, porque anda un tanto perdido en esos de expresar los sentimientos.

 

Coixet es conocedora del universo humano como bien ha demostrado en sus anteriores películas. Prueba de ello es la magnífica secuencia en la que materializa en la pantalla el esfuerzo (mental, pero sobre todo físico) de una nueva relación cuando a uno ya le cuesta hasta agacharse para atarse los zapatos y no te digo nada cuando el varón se dedica al sexo tántrico y lo practica hasta la extenuación. Magnífica (solo puedo decir: vayan al cine a verlo).

 

Entre lo más destacable cabe reseñar la interpretación. Vuelven a repetir Patricia Clarkson y Ben Kingsley (lo hicieron en Elegy) y lo hacen de manera más que convincente con su actuación natural, sin alharacas. Se une una actriz con pedigrí y que alterna la gran pantalla con la TV. Se trata de Grace Gummer, hija de Meryl Streep y a la que podemos ver estas semanas en Extant (producida por Steven Spilberg). También tiene un pequeña papel otra de las actrices curtidas, Sarita Choudhury, que interpreta a Jasleen, la pareja concertada para ser la mujer de Darwan. Uno de sus últimos papeles es en la serie Homeland.

LEARNING TO DRIVE
Dentro del apartado «películas veraniegas» (aquellas llenas de efectos, monstruos, superhéroes y grandes villanos que explotan –literalmente- en la pantalla), habría que crear un nuevo género para encuadrar este film; uno que lo definiera como película fresca, agradable de ver, sin más pretensión que la de entretener al espectador con una propuesta básica, sin complicaciones argumentales y haberse rodado sin grandes alardes técnicos, ni excesivas localizaciones. Estamos ante una comedia ligera con algún leve toque dramático sin artificios. Y es ahí donde radica su encanto. Una historia llena de naturalidad que entretiene de forma fresca y agradable.

 

«Pero si yo nunca he conducido». Eso no fue lo terrible en mi aventura en pos de un carnet que te facultara para llevar un coche. Lo peor comienza cuando te tienes que enfrentar a tu primer recorrido. Nada más obtener el carnet, compré un coche, de segunda mano, a un compañero de trabajo. Aquel Simca 900 me pareció el bólido más rápido, bonito y grande de todos los posibles. Nunca se me olvidará el temor de tener que llevarlo desde la oficina hasta mi casa. Qué angustia. Eso es la vida. No hay clases que valgan, solo agarrar el volante, estar atentos, no despistarnos y mirar hacia adelante.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus

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