Una actriz llamada Marilyn Monroe. Katy Villagrá Saura

Una actriz llamada Marilyn Monroe

A glamorous Marilyn Monroe in a red dress. © Sam Shaw Fuente: http://www.thirteen.org/
A glamorous Marilyn Monroe in a red dress. © Sam Shaw
Fuente: http://www.thirteen.org/

Era muy bella (¡espectacular!), sensible, inteligente, encantadora, insegura, frágil, complicada. Y sobre todo, actriz; una magnífica actriz de comedia (pocos recuerdan su Globo de Oro a la mejor actriz por su interpretación en Con faldas y a lo loco) y una conmovedora actriz dramática (Bus Stop, Vidas rebeldes). Su increíble fotogenia atrajo, desde un principio, a los fotógrafos (Bernard of Hollywood, André de Dienes, Milton Greene, Eve Arnold…) y a las revistas (Photoplay, Time, Life, Vogue). Su personal mezcla de sensualidad y ternura la convirtió en una de las personalidades más populares y queridas de su tiempo. Y su repentina, trágica y aún no aclarada muerte (más impactante aún que la de Valentino) hicieron de ella un mito. A día de hoy, el sex-symbol por antonomasia de la historia del cine sigue siendo, tras más de cincuenta años desde su fallecimiento, la rubia más famosa de todos los tiempos.

 

Norma Jeane Baker (Mortensen, en otros documentos) nació el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles, California. Hija de una montadora de cine, Gladys Baker, nunca llegaría a saber quién fue realmente su padre (de niña, le gustaba pensar que era Clark Gable). Su infancia no fue fácil: debido a los problemas mentales de su madre, la vida de Norma Jeane transcurrió entre varios hogares, incluido el orfanato. No es extraño, pues, que el cine despertara en ella, desde muy niña, una atracción especial. La pantalla se convirtió en su refugió más querido, en ese hogar que siempre la acogería sin reservas. “Sabía que pertenecía al público —diría la actriz—, no porque fuera guapa o tuviera talento, sino porque nunca había pertenecido a nadie”. A los dieciséis años, su familia le “arregla” un matrimonio con Jim Dougherty. Ya casada y con su marido en el ejército, atrae la atención de David Conover, un fotógrafo militar, mientras trabaja en una fábrica de paracaídas. Éste les enseña las instantáneas a otros fotógrafos y Norma Jean es contratada por una agencia de modelos. Ya divorciada de Douguerty, consigue sus primeras portadas con el fotógrafo André de Dienes, que se enamora locamente de ella. Sus inicios en el cine son duros: sus primeras apariciones en la pantalla no tienen el éxito esperado por los ejecutivos de la industria y no le renuevan el contrato. Son tiempos difíciles en los que las futuras aspirantes a actrices deben asistir a fiestas para atraer la atención de los magnates de Hollywood. En una de ellas, conoce al acreditado representante Johnny Hyde, que se convierte en su pigmalión. Pese a su quebradiza salud (Marilyn, honesta consigo misma, no acepta su proposición de matrimonio), le consigue dos pequeños pero significativos papeles para su carrera en La jungla de asfalto (John Huston, 1950) y Eva al desnudo (Manckiewick, 1950). Las cartas de los admiradores empiezan a llegar a montones y Marilyn, ilusionada, recibe con orgullo y muchos nervios ser una de las presentadoras de la gala de los Óscar de ese año.

Marilyn Monroe recogiendo el premio Estrella de cristal a la Mejor Actriz por su interpretación en  El príncipe y la corista. Fuente: Internet
Marilyn Monroe recogiendo el premio Estrella de cristal a la Mejor Actriz por su interpretación en
El príncipe y la corista. Fuente: Internet

Como joven promesa de la Fox, realiza, en 1952, la deliciosa comedia No estamos casados; un fallido drama psicológico junto a Richard Widmark, Niebla en el alma, y una desternillante comedia de Howard Hawks, Me siento rejuvenecer, donde comparte cartel con un estupendo Cary Grant y una divertida Ginger Rogers. Por esta época, la popularidad de Marilyn Monroe crece como la espuma, sobre todo, a raíz de las famosas fotos del calendario. En 1949, la actriz había posado desnuda sobre terciopelo rojo para el fotógrafo Tom Kelley y dos de esas fotografías habían servido para ilustrar sendos calendarios que circulaban con gran éxito por bares y talleres de todo el país. La decisión de los estudios y de ella misma fue admitir la verdad. Según la propia actriz “no había nada malo en posar desnuda para un calendario” y además, “necesitaba urgentemente esos 50$ para poder sacar el coche del taller”. Al año siguiente, un valiente y polémico Hugh Heffner elegirá el desnudo de Marilyn para el primer número de su revista Playboy. Había nacido el sex-symbol Marilyn Monroe. “El problema es que un símbolo —diría Marilyn— acaba convirtiéndose en una cosa. Odio ser una cosa, pero si tengo que ser el símbolo de algo, prefiero serlo del sexo antes que de otras cosas de las que también tenemos símbolos”. Niágara (Henry Hathaway, 1953) es su lanzamiento definitivo. Marilyn luce espectacular en un esplendoroso technicolor, compitiendo en belleza, nada más y nada menos, que con las cataratas del Niágara. Desde el primer momento, Marilyn compone un personaje a la altura de las mejores mujeres fatales del cine negro hollywoodiense. Su mirada altiva, desdeñosa; sus labios, de color cereza; su insolente contoneo —que su director acentuó con unos tacones de vértigo—, y su interpretación de la canción Kiss me —dulce, cálida, sensual— son inolvidables.

Marilyn Monroe con el Globo de Oro por su intepretación en Con faldas y a la loco. Fuente: Internet
Marilyn Monroe con el Globo de Oro por su intepretación en Con faldas y a la loco. Fuente: Internet

 

En 1953, Marilyn interpreta junto a Jean Russell la divertida comedia escrita por Anita Loos Los caballeros las prefieren rubias (Howard Hawks). A pesar de los logros artísticos conseguidos, el estudio sigue menospreciando a la actriz: su salario es ridículo en comparación con el de Jean Russell (“el dinero no me importa; sólo quiero ser maravillosa”) y no tiene derecho a un camerino propio. “Recuerda que no eres una estrella”, le dicen. “Sea lo que sea, soy la rubia”, les contesta la actriz con una lógica aplastante (sin ella, obviamente, no habría película). Marilyn logra imponer sus condiciones: ha ganado su primera batalla con la Fox. Y sin embargo, cada vez le resulta más difícil conciliar el sueño, tener confianza en sí misma. Jane Russell es una buena compañera y la ayuda a superar sus miedos. Marilyn trabaja con denuedo y la película es todo un éxito (Diamonds Are a Girl’s Best Friend sigue siendo todo un clásico de la comedia musical americana). Las dos actrices estampan sus huellas en el cemento junto al famoso Teatro chino de Grauman y Marilyn recibe el premio a la mejor actriz de la revista Photoplay.
Su siguiente película es otra comedia igual de divertida y taquillera: Cómo casarse con un millonario. Acompañada por Betty Grable y Lauren Bacall, Marilyn demuestra en ella sus dotes de comediante en diferentes gags de la película. Los críticos elogian su actuación y vuelve a recibir un premio de la revista Photoplay a la actriz más popular. A pesar de ello, Zanuck, el todopoderoso magnate de la Fox, sigue viendo a Marilyn como la “rubia tonta” del estudio y la desaprovecha en cintas como Luces de candilejas o Río sin retorno (“la peor película que he interpretado”). Entretanto, la vida de Marilyn había dado un vuelco al entrar en su vida Joe DiMaggio, el héroe de “los Yankees” de béisbol. Ambos se casan muy enamorados y celebran su luna de miel en Japón. Es entonces cuando Marilyn recibe una invitación para cantar ante las tropas destinadas en Corea. Su entregada actuación es grabada y emitida por los noticiarios de la época.

Marilyn Monroe photographed by Milton Greene during their ballerina sitting. © Milton Greene Fuente: http://www.thirteen.org/
Marilyn Monroe photographed by Milton Greene during their ballerina sitting. © Milton Greene
Fuente: http://www.thirteen.org/

La tentación vive arriba (Billy Wilder, 1955) es su película más famosa. El gran despliegue publicitario del filme incluye el falso rodaje en plena calle de la famosa escena del metro (lo que vemos en el filme, se rodaría finalmente dentro del estudio). Dicha escena, cuyas célebres fotos de Marilyn con la falda levantada del fotógrafo Sam Show siguen siendo todo un icono cinematográfico, le costó su separación de Joe DiMaggio. En la película, repleta de escenas y diálogos hilarantes, la actriz demuestra todo su talento interpretativo (fue candidata al Premio Bafta a la mejor actriz extranjera) en el papel de una sexy e ingenua vecina que trae de cabeza a un desquiciado Tom Ewell.
En un intento por mejorar como actriz y como persona —en sus propias palabras—, marcha a Nueva York y asiste como alumna a las clases del prestigioso Actor’s Studio. El ambiente cultural neoyorkino y las clases de Strasberg le dan fuerzas para imponer sus cláusulas en Hollywood y cambiar de registro interpretativo. Con Bus Stop (Joshua Logan, 1956) obtiene inmejorables críticas; los periódicos se deshacen en elogios (“Marilyn Monroe es puro cine. Raramente necesita hablar. Le basta con sus ojos… y sus leves y casi accidentales gestos”). Pero la Academia ni siquiera la incluye entre los candidatos al Óscar (fue candidata a un Globo de Oro). En 1957, funda su propia productora con su amigo, el fotógrafo Milton Greene. De esta unión surge un proyecto en Inglaterra con Laurence Olivier. A las órdenes de éste, rueda El Príncipe y la corista, pieza teatral de Terence Rattingan. Las desavenencias entre la actriz y Olivier se hacen notar desde el primer momento. Disgustada y enfurecida por las palabras del actor (“Limítate a ser sexy, querida”), hace caso omiso a sus indicaciones y sigue las instrucciones de Paula, mujer de Strasberg. Lo que irrita aún más a Olivier. A esto se une el nulo apoyo que recibe de su nuevo marido, el dramaturgo Arthur Miller, cuyo diario encuentra abierto encima de la mesa (no hace falta decir lo que lee en él). Por si esto fuera poco, sufre un aborto. Descorazonada y hundida, se refugia —por desgracia, no es la primera ni será la última vez— en los fármacos. Sin embargo, tiene el coraje suficiente para acabar el rodaje. Las críticas a su trabajo no pueden ser mejores: recibe el David de Donatello en Italia; la Estrella de Cristal en Francia, y es candidata al premio a la mejor actriz extranjera por la British Academy Awards.

Marilyn Monroe recogiendo el Premio Photoplay Fuente: http://www.channel24.co.za/
Marilyn Monroe recogiendo el Premio Photoplay
Fuente: http://www.channel24.co.za/

A su regreso a Hollywood, rueda de nuevo a las órdenes del gran Billy Wilder Con faldas y a lo loco (1959), cuya interpretación esta vez sí es premiada en su propio país con un Globo de Oro a la mejor actriz de comedia. Sus problemas de concentración en el rodaje comienzan a ser preocupantes; la situación con Miller, insoportable (sufre su segundo aborto). No sin mucha convicción rueda El multimillonario, con Yves Montand con el que tiene un breve romance. Lo más destacable de la cinta, es sin duda la aparición en escena de Marilyn interpretando el clásico de Cole Porter My Heart Belongs to Daddy.
Vidas rebeldes (John Huston, 1960) sería su última película, su excelso canto del cisne. Escrita por el todavía marido de la estrella, Arthur Miller, este western decadente, rodado en Reno, Nevada, contiene magistrales interpretaciones de Clark Gable, Monty Clift y Eli Wallach. Pese a lo complicado del rodaje (Marilyn fue, ¡cómo no!, el chivo expiatorio), el trabajo de la actriz es encomiable; su interpretación, emotiva, conmovedora. La muerte de su adorado Gable de un ataque al corazón, el divorcio de Miller y un agotamiento nervioso sumen a la actriz en una profunda depresión. La doctora Kriss es la responsable de su ingreso en una clínica. Los responsables del centro la encierran en una habitación como si fuera una loca peligrosa. Tras una angustiosa espera de tres días, Joe DiMaggio logra finalmente sacarla de allí y la lleva a una clínica de reposo. Esas navidades las pasarán juntos; es un amigo en quien puede confiar.

Marilyn Monroe on the beach. © Sam Shaw
Marilyn Monroe on the beach. © Sam Shaw

En 1962, Marilyn recibe un Globo de Oro a la actriz Favorita de ese año y empieza a rodar junto a Dean Martin la película Something’s got to give, que no llegará a terminar. En el escaso metraje que se conserva de esta película en color, la actriz luce espléndida e ilusionada. Su belleza es serena y elegante. En la escena de la piscina, Marilyn se desprende de una malla de color carne y posa desnuda para los fotógrafos (se muestra coqueta y sugerente). Las fotos dan la vuelta al mundo. Después de un duro día de trabajo, al día siguiente ya no acude al mismo por encontrarse mal (otitis, fiebre…). La Fox amenaza con despedirla si acude a Washington a la fiesta de cumpleaños del Presidente Kennedy, del que se rumorea que tiene un affaire con Marilyn. A su llegada a Los Ángeles, los estudios cumplen su amenaza. La estrella concede una entrevista, exponiendo los hechos: está dispuesta a luchar por lo que cree justo. La noche del 5 de agosto Marilyn aparece muerta en su dormitorio. Se sabe que esa tarde estuvo hablando muy animadamente con el hijo de Joe DiMaggio, al que le unía un gran cariño, y que perdió el conocimiento mientras hablaba con Peter Lawford. Según su declaración, el actor hizo varias llamadas, preocupado por el estado de Marilyn. Eunice, la empleada de la actriz, tranquilizó a su abogado desde la casa. Ya de madrugada, seis horas después de su muerte, el doctor Greenson, psiquiatra de la actriz, llamó a la policía y certificó su muerte. A día de hoy seguimos preguntándonos por qué no se llamó antes a la policía. ¿Suicidio o negligencia médica? Quizá, si Peter Lawford hubiera tenido los arrestos suficientes para presentarse en casa de Marilyn, esta se hubiera salvado.
Un desconsolado Joe DiMaggio se ocupó de todo: hizo un entierro íntimo, familiar, donde no se dejó asistir a nadie relacionado con el mundo del espectáculo ni de la política. Poco después, salieron a la luz las maravillosas fotos que Marilyn hizo en la playa para Barris y los modernísimos posados para Bern Stern y Vogue. Marilyn, desde esas instantáneas que reproducen una y otra vez revistas y libros de cine —y de arte (recordemos a Andy Warhol)— nos sigue regalando besos, envuelta en su toalla verde y con el pelo mojado por el mar; y dedicando sonrisas, con sus manos cruzadas sobre el pecho (no puede reprimir ese gesto tan suyo), a todos los que, desde la distancia de una pantalla de cine, la amamos de veras.

Este artículo lo puedes encontrar en el ejemplar Revista Atticus 29 que pondremos a vuestra disposición el 10 de junio de 2015.

Si no quieres estar pendiente, mándanos tu email a [email protected] y nosotros te lo enviamos por correo electrónico en su formato digital (pdf).

Katy Villagrá Saura

Revista Atticus

2 Comments

Leave a Reply

Your email address will not be published.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.