Crítica Suite francesa. El amor que traspasa la guerra

Suite francesa
El amor que traspasa la guerra

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Película: Suite francesa.
Título original: Suite française.
Dirección: Saul Dibb.
Interpretación: Michelle Williams, Kristin Scott Thomas, Matthias Schoenaerts, Sam Riley, Ruth Wilson, Margot Robbie, Alexandra Maria Lara, Lambert Wilson.
Países: Reino Unido, Francia y Canadá.
Música: Rael Jones
Año: 2014. Género: Drama, romance, bélico.
Guion: Matt Charman y Saul Dibb; basado en la novela homónima de Irène Némirovsky.
Estreno en España: 8 Mayo 2015.

Sinopsis
Lucile Angellier (Michelle Williams) es una hermosa joven que aguarda noticias de su marido, prisionero de guerra, mientras lleva una sofocante existencia junto a su controladora suegra (Kristin Scott Thomas) en un pequeño pueblo de la Francia de 1940. Ambas viven ajenas a la realidad de la guerra hasta que un grupo de refugiados parisinos llega a la localidad huyendo de la ocupación, al que le sigue un regimiento de soldados alemanes que establecen sus residencias en los hogares de los habitantes del pueblo.
En casa de los Angellier, Lucile intenta en un principio ignorar a Bruno von Falk (Matthias Schoenaerts), el elegante y refinado oficial alemán a quien se le ha encargado vivir con ellas. Pero poco a poco, un poderoso amor les unirá y atrapará en un momento donde el amor queda oscurecido por la infame realidad.

Comentario
La génesis de esta historia es azarosa. El guion es la adaptación de la novela póstuma y homónima de Iréne Némirovsky (Kiev, 1903-Auschwitz, 1942). Escritora de origen judío fue trasladada a Auschwitz (Polonia) en 1942 falleciendo de tifus a los pocos meses de su ingreso. Némirovsky estaba casada con el banquero Michel Epstein con el que tuvo dos hija: Denise, la mayor, y Elizabeth, siete años y medio más pequeña, muerta de cáncer en 1996. Denise Epstein guardó celosamente el manuscrito que su madre había escrito sobre la cruel reacción del pueblo francés a la ocupación alemana. No lo había leído para evitar el sufrimiento pues pensaba que se trataba de un diario elaborado por Iréne. Pero al hacerlo descubrió un relato novelado que enseguida transcribió para publicar la novela en 2004 (y convertirse en un éxito) con el nombre de Suite francesa. Lo que Némirovsky había escrito era una obra dividida en siete capítulos. Tenía completos los dos primeros, y del resto apenas conservaba el título. Pero el libro no tardaría en convertirse en todo un fenómeno internacional. Fue la novela más popular de la última década de Francia y pronto traspasó las fronteras con versiones en español e inglés. Esta circunstancia posibilitó la publicación de anteriores novelas y la adaptación al cine de Suite francesa. Unos meses antes de que se empezara a rodar la película, en abril de 2013, murió Denise Epstein con la satisfacción de haber dado vida al relato de su madre y así evitar que los nazis se salieran con la suya: silenciar una voz.

080813SH_273.nefLa acción que recoge la novela Suite francesa y, por consiguiente la película, transcurre en territorio francés, en 1940 cuando Francia ha claudicado y las tropas alemanas toman el control en su marcha hasta la capital, París. La guerra lo trastoca todo. Pero la vida continúa. Mientras que los hombres, padres, esposos e hijos, se encuentran en el frente, las mujeres se tienen que hacer cargo de seguir adelante para poder seguir viviendo. Las fuertes estructuras sociales no se han derrumbado y se mantiene incluso con mayor encono. Así el vizconde sigue siendo el «amo» del pueblo; la aristócrata tiene que seguir cobrando la renta de sus tierra a pesar de que no hay mercado para vender los productos; y el pueblo llano, los campesinos tiene que ingeniárselas para poder subsistir.

unnamedLo mejor que tiene Suite francesa es el ver cómo responden los vecinos a la ocupación alemana. El 10 de junio la ciudad de París fue abandona y el grueso de su población se marchó. La acción de Suite francesa transcurre en Bussy una población cercana a París que asiste por un lado a ver la peregrinación de parisinos que huyen y por el otro a la llegada del ejército alemán. Ni uno ni otros son bien recibidos. A los primeros porque no hay recursos para todos y se tienen que dedicar al pillaje para huir de la pobreza y a los segundos por que son los enemigos. Pero aún siendo los enemigos hay quien mantiene cierta actitud complaciente. Es terrible ver la cantidad de anónimos que le llegan a un oficial nazi con la delación de vecinos. Se ponen de manifiesto las viejas rencillas, las envidias que se han sembrado durante años y que ahora aprovecha para sacar a la luz. Es la condición humana. «No me hagas a mi nada, que yo soy de los vuestros, vete a por el vecino que tiene escondidas las gallinas o que su mujer es una fresca». Se acentúan más las diferencias sociales. Y así, «la señora», madame Angellier, la dueña de varias fincas, madre de un soldado que está en el frente y suegra de Lucille Angellier, tendrá que sortear peligros para cobrar la renta, pero por supuesto, que no lo va a perdonar. Lucille tiene que soportar ese ambiente opresivo, con su suegra en la nuca. Al conocer al teniente de la Wehrmacht Bruno, sus dudas sobre su marido, soldado, al que apenas ha podido conocer, se acentuarán. Con apariencia de artista bajo el uniforme, el buen alemán, guapetón, galante y de gustos refinados, tendrá su lado oscuro. ¿Qué hacer ante la orden de un superior? La obediencia debida mostrará que un amante de la buena música, del mantel, del buen gusto también puede ser un nazi. Ejemplos hay muchos, pero tener uno junto a ti y que el corazón te haga tilín al verlo, hum. Todo el mundo ve mal que Lucille y Bruno se relacionen. A ella la ponen de vuelta y media, pero algunos vecinos no dudarán en acudir a ella para beneficiarse de esta relación intercediendo con los alemanes. El desencadenante del odio no vendrá de la mano de los principales protagonistas, sino de unos secundarios de lujo bien perfilados. La pareja aristocrática. Unos aristócratas que quieren mantener su estatus porque ellos no son como todos. Ellos están por encima del bien y del mal. Ellos son vizcondeses y negocian con los alemanes sus beneficios. La arpía de su mujer malmete a su marido (a la sazón alcalde) y va a revolucionar a todo el pueblo y a sus ocupantes. Hay una frase que resume todo esto. No me acuerdo qué protagonista la dice al principio de la cinta: «Si quieres saber de verdad cómo es la gente, cómo es cada persona, monta una guerra». Terrible.

El director no se ha querido centrar en una tórrida relación, donde primaran las imágenes con exposición física. Se ha centrado más en lo sutil, en lo común que une a ambos que se identifica en su amor por la música, la suite que está componiendo Bruno, el oficial nazi. Así lo manifiesta desde el primer momento mostrándonos como Lucille se siente atraída por Bruno en el momento en que oye la melodía que él interpreta. El buen alemán trata a Lucille como a una dama a la que quiere conquistar sin estar por medio el uniforme, la guerra. Pero es un amor imposible por racional. Es todo lo contrario a lo que supone el enamoramiento, el flechazo: la pérdida de juicio. ¿Cómo vas a querer a alguien que es capaz de ejecutar una orden que conlleva la muerte? ¿Cómo vas a querer a alguien que ha invadido tu casa? La razón se tiene que imponer al corazón. Y la lucha se establece.

Saul Dibb (La Duquesa, 2009), director y guionista, ha sacado brillo a la novela. Ha sabido escoger un buen puñado de actores para elaborar un drama romántico contenido. Al frente Michelle Williams (Blue Valentine, 2010; Mi semana con Marilyn, 2011), se muestra contenida y muy convincente con su gran interpretación. A su lado un pletórico Matthias Schoenaerts (De óxido y hueso, 2012), alto, rubio, sinónimo del buen alemán con su alma oscura por el malentendido deber patriótico. Grande. Junto a ellos es destacable la siempre eficiente Kristin Scott Thomas. También en un pequeño papel, otra mujer. Se trata de Margot Robbie. La destaco porque recientemente la hemos visto como una rubia despampanante, luciendo palmito, compañera de Willy Smith en Focus (Glenn Ficarra y John Requa, 2014) y aquí está «enmascarada», discreta, pero muy convincente. Hay una circunstancia que chirría para aquellos que han visto la versión original. No entienden que este elenco de actores hable en inglés tan ricamente cuando en teoría se trata de una población francesa arraigada en ese país. Esto parece obedecer a la tradición del cine clásico en el que, fuera el país que fuera, la ambientación de la historia se rodaba en inglés. Pero ahora esto se ha quedado un poco anacrónico.

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La puesta en escena es brillante. No han escatimado medios para recrear con todo lujo de detalle el pueblo, el vestuario, en definitiva la ambientación de una época. La llegada de los nazis a Bussy sobrecoge por el estruendo del ejército y la parafernalia que conlleva y que hemos visto muchas veces. Rael Jones compone su primera banda sonora para un largometraje. Una música, con esos acordes de la suite, que ayuda a que todo ello, todo el conjunto, rezume un aire de cine clásico.
Suite francesa nos relata una historia que tiene que ver con el amor, con la guerra y, sobre todo, de la condición humana. Son muchas las películas que tienen estos ingredientes en su receta. También hay algunas cintas que tienen como protagonistas el amor entre dos personas de distinto bando. Quizás lo que convierte esta historia en única, y merecedora de llevarse a la gran pantalla, es la propia historia de la concepción de la novela. El drama contenido de un amor furtivo cuando todo a tu alrededor se derrumba.

Os dejo un tráiler:

 

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus

 

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