Crítica película Magical girl de Carlos Vermut

Magical girl
Cuando las matemáticas no ordenan el mundo

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Ficha
Película: Magical girl.
Dirección y guion: Carlos Vermut.
Interpretación: José Sacristán (Damián), Bárbara Lennie (Bárbara), Luis Bermejo (Luis), Lucía Pollán (Alicia), Israel Elejalde (Alfredo), Elisabet Gelabert (Ada), Miquel Insúa (Oliver), Teresa Soria Ruano (Adela), David Pareja (Javier), Eva Llorach (Laura).
País: España. Año: 2014. Duración: 127 min.
Género: Drama.
Producción: Álvaro Portanet Hernández, Amadeo Hernández Bueno y Pedro Hernández Santos.
Fotografía: Santiago Racaj. Montaje: Emma Tusell.
Diseño de producción: Montse Lacruz.
Vestuario: Iratxe Sanz.
Distribuidora: Avalon.
Estreno en España: 17 Octubre 2014.
Calificación por edades: No recomendada para menores de 16 años.

 

Sinopsis
Alicia (Lucía Pollán), una niña enferma, sueña con el vestido de la serie japonesa «Magical Girl Yukiko». Luis (Luis Bermejo), su padre, hará todo lo que esté en su mano para conseguirlo. Su destino se cruza con el de Bárbara (Bárbara Lennie), una atractiva joven con desórdenes mentales, y con el de Damián (José Sacristán), un profesor retirado de todo menos de su tormentoso pasado. Luis, Bárbara y Damián quedarán atrapados en una red de oscuros chantajes, en la que instintos y razón se debatirán en una trágica lucha.

Comentario
La única verdad evidente son las matemáticas. La película arranca con una suma: 2 más 2 son 4, nos recuerda José Sacristán en su papel de Damián, profesor de matemáticas. El director parece alertarnos: las matemáticas son lo que mueven al mundo. El hombre siempre ha tenido la necesidad de contar, de medir, de establecer unos patrones. A partir de esa cuantificación palpable, «verdadera», montar una serie de teorías matemáticas que han constituido a los largo de los siglos una herramienta para el desarrollo de la humanidad. Damián es interrumpido en su clase, en su templo, cuando está en pleno discurso por una insolente, pero chiquilla Bárbara. Una chiquilla que amenaza el orden de Damián y que se nos muestra al espectador en los primeros momentos de la película a través de su impecable y pulcra mesa de trabajo: todo en orden, todo alineado, todo se debe a una razón. Ese orden se ve amenazado por tres grandes peligros (por lo menos para el mundo cristiano): mundo, demonio y carne. Y estos tres «enemigos» conforman los tres capítulos de Magicarl girl de Carlos Vermut.

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Mundo
El mundo en que vivimos no es de color de rosa como lo es el mundo mágico de los mangas, de los dibujos animados japoneses. Alicia (Lucía Pollán) es una niña de apenas doce años que padece una grave enfermedad. Alicia, al igual que sus dos amigas, tiene apodo del cómic. Ella se hace llamar Yukiko y anhela tener un vestido de una «magical girl», una de esas niñas mágicas niponas que tienen un poder oculto. Un deseo que solo se atreve a confesar en su diario. Su padre Luis (Luis Bermejo) está en el paro. Era profesor de literatura y ahora con poco más de cuarenta años se encuentra sin trabajo y a punto de la desesperación. Quiere darle todo a su hija consciente de que tal vez no pueda cumplir otros deseos. El problema que se encuentra Luis es que el vestido vale cerca de siete mil euros. No duda en vender su herramienta de trabajo como son los libros. Pide dinero a todas sus amistades sin éxito. Recurre a los créditos y a los préstamos de esas entidades usureras de desorbitados intereses. Todo ello sin éxito.

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Carne
La carne supone una tentación para el alma. Es una tentación que produce nuestro propio cuerpo. La tentación en sí no es mala, sino lo verdaderamente malo (pecado) es consentirla. Para ello el buen cristiano tiene que sortear una serie de peligros. Entre ellos se encuentra las amistades –las malas compañías-. Y eso lo sabe muy bien Bárbara (Bárbara Lennie). Una mujer atormentada, oscura, enferma, que está casada con Alfredo (Israel Elejalde), un siquiatra muy dominante que no duda en someter a una serie de vejaciones a Bárbara «por su propio bien».

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Demonio
El demonio tiene muchos rostros, qué se lo pregunten a Damián (José Sacristán). Ahora ya jubilado, fue profesor de matemáticas y desde que conoció en el aula a Bárbara su vida ha sido un infierno. Ha pasado diez años en la cárcel. Tras llevar un año viviendo una vida tranquila sus temores volverán a escena.

 

Estos tres capítulos constituyen tres tramas, historias cruzadas, que el director y guionista Carlos Vermut desarrolla en una estructura circular. La amenaza, el miedo, el chantaje, la venganza, la redención son algunas de las claves de esta segunda propuesta de Vermut. Pero también abarca temas sociales como el paro, la educación, esa España cañí son su seña de identidad que es la tauromaquia, la fidelidad de la pareja, el amor paterno filial, la crisis, las enfermedades mentales o el cáncer y la prostitución (o las obsesiones sexuales).
Luis supedita la razón a lo emocional. Sufre un pequeño chantaje por parte de su hija Alicia. Ella es consciente de su grave enfermedad y quiere vivir deprisa, saltarse etapas. Su padre no tiene fuerza moral para prohibirle beberse un gin-tonic o fumarse su primer cigarro, delante de él. De igual manera que no puede, al enterarse, negarle uno de sus deseos: vestirse de Yukiko, una magical gil que tiene poderes mágicos. Luis apenas tiene dinero para subsistir. Tiene que malvender sus libros. Lo hace al peso, sin importar si vale más un premio Nobel o una guía turística. El gran problema es que el vestido cuesta cerca de siete mil euros. Cuando está a punto de realizar un acto desesperado, se cruza en su camino una joven Bárbara.
Bárbara es una mujer impredecible. De mirada fría, de aspecto frágil y enigmático. Tiene un pasado oscuro, muy oscuro que apenas conseguimos ver. Solo se nos transmite cuando en su cuerpo desnudo descubrimos las cicatrices de la carne, las heridas del alma. Es una mujer veleidosa que sufre la tentación constante. Su dolor la conduce a más dolor, a autolesionarse como castigo. Su herida en la frente es una especie de estigma, es una seña evidente de su martirio. Es una cruz. A su lado tiene a Alfredo. Es un padre/maestro/siquiatra/pareja en una sola persona. Trata de dominar la voluntad de Bárbara sometiéndola a un férreo control y disciplina. Por su debilidad con la carne, Bárbara va a sufrir un inmerecido chantaje que provocará que esos demonios del pasado vuelvan a salir a la superficie. Pero sabrá darle un retorcido giro a ese chantaje y buscará vengarse de los hombres. Aflorará una temible mujer fatal.

 
Damián es el hombre ordenado, meticuloso que un buen día perdió el norte y su vida se desestabilizó. Creemos que se debe a que conoció la debilidad de la carne y traspasó la línea que lo llevo a prisión. Hago un inciso para alabar una de las bonanzas que tiene Magical girl: dejar al espectador el suficiente espacio para que los huecos en las vidas de los personajes, los rellene con la información que el propio film nos ha ido suministrando de forma sutil. Esa pieza que falta en el puzle de Damián, esa jodida pieza que no encuentras tras haber dedicado horas ahora por arte de magia ha desaparecido, no está. Será el espectador el que encaje esa última pieza en Magical girl. Volviendo a Damián, un hombre que sufre por su pasado y que teme encontrase con él. Es un hombre que siente la culpa y que cree que está en deuda con Bárbara. Tiene sus dudas pero ve claro lo que tiene que hacer. Su demonio le revelará como un auténtico profesional del hampa. Otra vez la razón sometida a la emoción. Sus actos generaran una espiral de violencia proporcionando uno de los finales más plausibles de cine en los últimos tiempos.
Carlos Vermut (Carlos López del Rey, Madrid, 1980) es un director joven que dejó su impronta en su anterior película Diamond Flash (2011) y que nos hace concebir grandes esperanzas de estar ante un gran talento. Todo en Magical girl está medido, todo tiene su razón de ser. No deja nada al azar. Los nombres tienen su porqué (Alicia, Luis –Luis Carroll-, Oliver Zoco –OZ-, Damián). Maneja de forma magistral la puesta en escena con planos fijos; en el uso de los silencios y los misterios recreando una atmósfera un tanto irreal. Y también en el fuera de campo, en eso que no vemos pero que da sentido a un personaje. Aun recuerdo el magistral uso que hacía de esta técnica John Ford con aquellas míticas escenas de los desmanes de los apaches, de sus torturas y cortes de cabellera fuera de campo. No veíamos nada, pero sentíamos la repulsión. La imaginación era más poderosa. Su obra se muestra muy cercana a grandes directores como David Lynch, Pedro Almodóvar, Alex de la Iglesia, los hermanos Coen, Michael Haneke o Lars von Triers. En Magical girl se muestra como maestro en el arte de la insinuación. Su sutileza en mostrarnos la puerta donde se refugian los demonios del alma y solo ver el lagarto que está encima de su dintel es prodigiosa. Todo ello se basa en un guion soberbio elaborado por el propio Vermut.

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José Sacristán es la voz. No, no va a quitar ese trono Frank Sinatra. Él, Sacristán, disfruta de su trono de la interpretación. Su voz pesa más que su rostro. Esa gravedad ha conformado grandes papeles como los que interpretó en Un lugar en el mundo (1992) o Roma (2004) de Adolfo Aristarain –por poner solo dos ejemplos-. Aquí se muestra al principio de forma tenue para al final aparecer en todo su esplendor. Magnífico.

 

El papel de Bárbara Lennie es un regalo que todo actor debe de agradecer. Y que a todo buen actor se le debiera de presentar en su vida para demostrar el alcance de su valía. Está lleno de matices. Es difícil mostrar el tormento interior, las convulsiones de unas dudas atroces, el cómo tienes que domar los demonios que te roen las entrañas, el peso del pasado frente al espejo. Pero Lennie lo solventa con maestría. Ella es la encargada de personificar ese lado oscuro del ser humano, ese mundo tenebroso que se ha construido en torno a la misteriosa puerta del lagarto negro. Es ella la que traspasa la línea. Cuando surge de las tinieblas y la vemos postrada en la cama, con el alma y el cuerpo destrozado se nos revuelven las tripas. Se puebla la pantalla de apaches. Grande, muy grande su actuación.
Luis Bermejo da vida a un hombre corriente, que, lamentablemente, vive una vida corriente muy habitual en nuestros días. En alguna escena peca de inexpresivo, pero en la mayoría luce con naturalidad esa desesperación a la que tiene que recurrir ante los problemas que le surgen. Llegado el momento (al igual que sucede con el papel de Sacristán) se muestra como verdadero profesional del crimen.

 

Lucía Pollán representa un hallazgo, una mirada propia de una actriz. Actúa con naturalidad y ejerce un gran magnetismo ante la cámara. Se le reserva un papel importante en la trama para el final. Prometedora.
La película de Carlos Vermut carece de banda sonora. A lo largo de la misma suenan dos o tres temas. Uno de ellos es La niña de fuego, interpretado por Manolo Caracol. La canción ofrece mucho ya que su letra parece haber inspirado la propia película.

 
No estoy nada de acuerdo con quienes califican esta película de comedia negra. Sí que es verdad que a lo largo de la cinta podemos ver algún que otro toque de humor que sirve para desengrasar tanta vileza. Magical girl es, sin duda, un poderoso film negro, un drama de planteamiento sencillo, pero revestido con complejidad, con una atmósfera inquietante, enrarecida, construida a base de silencios y pasiones contenidas.
Como síntesis de Magical Girl destacaría la escena del bar donde toman contacto Damián y Luis. Con una conversación banal, con cigarro de por medio, que deriva, de forma magnífica, en el planteamiento que hace Damián a Luis para la resolución del conflicto. Todo está medido, y perfectamente planificado. Tenemos fotografía (una luz con tonos pasteles), los diálogos (brillantes), los actores (inmensos), el guion, montaje. Todo. No recuerdo si lleva algún subrayado de música, pero simplemente es una escena magnífica.
Magical Girl ganó la Concha de Plata al Mejor Director (Carlos Vermut) y de Oro a Mejor Película en la Sección Oficial de la 62 edición del Festival de San Sebastián.

Magical girl es un cuento. Tiene como protagonista a una niña, Alicia, que con su poderes mágicos quiere cambiar el mundo. Pero su mundo no es de color de rosa y está amenazado por el demonio y la carne. Cuenta con unos personajes atormentados que son bondadosos pero que por circunstancias se ven abocados a lucir el lado salvaje y oscuro que albergan en su interior. Mundo, demonio y carne en un solo trino: el hombre.
A lo largo de este comentario pensaba haber escrito la letra de La niña de fuego. Pero lo he pensado mejor y os ofrezco esta grabación histórica. Está entrepretada por el propio Manolo Caracol y baila… Lola Flores. Data de 1947, casi nada.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus

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