Crítica de la película El abuelo que saltó por la ventana…

El abuelo que saltó por la ventana y se largó

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Película: El abuelo que saltó por la ventana y se largó.
Título original: Hundraåringen som klev ut genom fönstret och försvann.
Interpretación: Robert Gustafsson (Allan Karlsson), Iwar Wiklander (Julius), David Wiberg (Benny), Mia Skäringer (Gunilla), Jens Hultén, Bianca Cruzeiro, Alan Ford (Pim).
Dirección: Felix Herngren. País: Suecia.
Año: 2013. Duración: 114 min. Género: Comedia dramática.
Guion: Felix herngren y hans Ingemansson; basado en la novela de Jonas Jonasson.
Producción: Malte Forssell, Felix Herngren, Henrik Jansson-Schweizer y Patrick Nebout. Fotografía: Göran Hallberg. Montaje: Henrik Källberg.
Diseño de producción: Mikael Varhelyi. Vestuario: Madeleine Thor.
Distribuidora: A Contracorriente Films.
Estreno en Suecia: 25 Diciembre 2013. Estreno en España: 11 Julio 2014.

Sinopsis
Basada en el sorprendente fenómeno literario de Jonas Jonasson. El día que va a cumplir 100 años, un abuelo se fuga de la residencia en la que vive y de forma casual se ve inmerso en una delirante trama criminal. No gran cosa para un hombre que vivió los acontecimientos más importantes del siglo XX conociendo a Einstein, Franco, Stalin, Mao, Reagan y Gorbachov. Un abuelo excéntrico que no está dispuesto a renunciar al placer de estar vivo.

Comentario
El abuelo que saltó por la ventana y se largó está basada en la novela homónima de Jonas Jonasson. El libro tiene unas cifras envidiables. En Suecia se han vendido más de un millón de ejemplares (cada sueco debe de tener un ejemplar encima de la mesilla); se ha publicado en treinta y ocho países; y han vendido más de seis millones de ejemplares en todo el mundo. Estoy seguro que este currículo ha sido muy determinante a la hora de llevar este proyecto a la pantalla.
En su día leí el libro. Dos son los recuerdos que me quedaron con nitidez. Por un lado la narración hilarante de los hechos y por otro la azarosa vida de su protagonista. A lo largo de sus cien años, Allan Karlsson, el protagonista, ha sido testigo en alguno de los acontecimientos históricos más relevantes del siglo XX. La conjunción de ambas circunstancia me agradó. Recuerdo haber consultado en algún momento alguna biografía o alguna fecha para ver si era posible tal o cual coincidencia.
Con curiosidad (y cierto recelo) me acerqué a ver la película de Felix Herngren. Sigue con bastante fidelidad el libro lo cual lo encorseta un poco y le impide disfrutar de mayor libertad a la hora de afrontar las distintas tramas. Es muy difícil llevar al cine la adaptación de una novela, pero es más difícil todavía reflejar en cerca de dos horas todas las circunstancias y personajes que desfilan por la vida de Allan Karlsson. Por la pantalla discurren de forma paralela las dos tramas principales: la vida actual (el arranque de la cinta es el momento en que el abuelo salta por la ventana el día de su centenario cumpleaños) y el recuerdo de los principales hitos de la centenaria vida de Allan y su afición por hacer explotar las cosas. Ese es el principal quid de la cuestión. Allan siente una desmedida afición por todo aquello que estalla. Comienza con la simple travesura de hacer explotar un petardo hasta… la ayuda en la construcción de la bomba atómica. Este episodio se conoce como el Proyecto Manhattan. Los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial llevó a los Estados Unidos (con la ayuda de Reino Unido y Canadá) a desarrollar la bomba atómica antes de que los nazis lo consiguieran. El proyecto lo dirigía Julius Robert Oppenheimer. Este físico estaba atascado en sus investigaciones cuando apareció por allí nuestro personajes para «echarle una mano» con su simple pero efectiva visión de las cosas. Y es así como nos podemos recrear con este vejete visitando a personajes tan dispares como Einstein, Franco, Stalin, Mao, Reagan o Gorbachov; así como viajar por medio mundo. Recala en el propio Manhattan y hasta trabaja en la construcción, en 1930, del mítico Empire State (curiosa y desternillante secuencia con un martillo de por medio propia de los Hermanos Marx). Y a todo esto hay que añadir la pandilla de amigos que encuentra en su huida. Una huida que no tendría mas consecuencia que los disgustos que le hubiera causado a la propia institución de la que se escapa Allan y a sus amigos y familiares, sino fuera porque se queda con una maleta ajena. Esta trama es la que más situaciónes cómicas (con jugosos diálogos) proporciona. La maleta pertenece a una banda criminal y está llena de dinero. Una serie de sicarios (y hasta el propio jefe de la banda) tratará de hacerse con ella. El anciano y sus «compinches» irán esquivando (¡y de qué manera!) los distintos peligros que les van saliendo por el camino. Importante papel tiene también en la historia el policía (al más puro estilo del inspector Clousseau) que se encarga de la investigación.

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Lógicamente el motor de todo la narracción se sustenta en el anciano Allan. La única premisa que parece tener en su cabeza (además de su aficción por el vodka y de hacer saltar por lo aires todo lo que se proponga) es la de «las cosas son como son y así seguirán siendo». Esta ingenuidad unida a una relativa inocencia y falta de responsabilidad hacen de Allan un personaje que se desenvuelve magistralmente entre los mayores tiranos o los presidentes de las grandes potencias mundiales.

Todo ello hacen de El abuelo… la película más taquillera del cine sueco (por encima de Ingmar Bergman) cargándose de un plumazo aquello de que este era escueto, pesado y frío. No era misión fácil llevar al cine esta adaptación. Cumple perfectamente con el entretenimiento de los espectadores. Estamos en verano y es una alternativa a las megaproducciones de golpes y efectos especiales (con o sin 3D) habituales en esta época (y, lamentablemente, cada vez con mayor presencia durante el resto del año).

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Os dejo un tráiler:

 

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus

 

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