El Skylab. Evocadores recuerdos y grandes sentimientos.

Película El Skylab

Evocadores recuerdos y grandes sentimientos.

Ficha

Película: El Skylab.

Título original: Le Skylab.

Dirección y guion: Julie Delpy.

País: Francia.  Año: 2011.

Duración: 113 min. Género: Comedia.

Interpretación: Julie Delpy (Anna), Lou Alvarez (Albertine), Eric Elmosnino (Jean), Aure Atika (Linette), Noémie Lvovsky (Monique), Bernadette Lafont (Mamie), Emmanuelle Riva (Mémé), Marc Ruchmann (tío Loulou), Vincent Lacoste (Christian), Sophie Quinton (Clémentine), Valérie Bonneton (Micheline), Karin Viard (Albertine adulta).

Producción: Michael Gentile.

Fotografía: Lubomir Bakchev. Montaje: Isabelle Devinck. Dirección artística: Yves Fournier. Vestuario: Pierre-Yves Gayraud.

Distribuidora: Alta Classics.

Estreno en Francia: 5 Octubre 2011. Estreno en España: 27 julio 2012.

Calificación por edades: No recomendada para menores de 7 años.

Sinopsis

Skylab fue la primera estación espacial estadounidense. Al final de su existencia tuvo que hacer un aterrizaje imprevisto en la Tierra y no se tenía muy claro donde iba a caer la estación espacial. Esto sucedía en julio de 1979. En esos momentos de incertidumbre, Albertine, una niña de diez años, acude con su familia, en un viaje en tren, a la reunión familiar en casa de su abuela para celebrar su cumpleaños. Allí, en la Bretaña francesa acudirán hermanos, primos, cuñados e hijos alrededor de una buena mesa para compartir no solo la comida sino las penas, alegrías y hasta la duda de dónde caerá el Skylab y las consecuencias que ello tendrá.

 

Comentario

Fresca comedia francesa que llega a nuestras pantallas justo ahora casi treinta y tres años después del suceso principal que pone título a esta película de la directora (y también intérprete en esta cinta) Julie Delpy y que se llevó el Premio especial del Jurado en el pasado festival de San Sebastián.

La película arranca, en la actualidad, en un tren de alta velocidad donde Albertine, que frisa los cuarentaypico, trata de sentarse junto a su familia. Pero al no haber solicitado los cuatro asientos juntos tiene que viajar unos detrás de otros. Esto le permite distraerse y es así como Albertine comienza su ensoñación (mediante el flashback) que la transporta a su infancia, cuando apenas contaba con diez años e iba de viaje para celebrar el cumpleaños de su abuela paterna, en la casa que su tía Suzette tiene en la Bretaña. A partir de ese momento desfilan por la pantalla una serie de recuerdos cuyo nexo de unión es el final de la década de los años 70. Ahí cabe de todo: Hablar de sexo y las costumbres sexuales de cada cual; los chistes verdes de los niños(y su escenificación ante los mayores); la playa nudista (con esos vellos púbicos desorbitados, y ese «vámonos papá, ya»); la ropa ceñida y colores vivos (¡qué cortos y ajustados eran los pantalones de deporte!); el papel pintado en las paredes de las habitaciones; el primer amor; la primera regla; los recuerdos del mayo del 68; los ecos lejanos de las guerras del Vietnam y de Argelia (es conveniente recordar que Francia tenía bajo su protectorado a Argelia librando una batalla desde 1954 hasta 1962 año en que consiguió su independencia). Ah, y la música disco. Tres o cuatro canciones súper conocidísimas pondrán una nota de color y alegría para los más nostálgicos entre los que seguro se encuentran aquellos que echan de menos los bailes agarrados (que también están presentes en la cinta). No es que me encuentre entre los nostálgico que echen de menos la disco, pero sí que mi juventud giró alrededor de esos años. Una estética que se ha puesto sobre la mesa con la serie Cuéntame, cómo pasó. Es decir, que somos muchos los que podemos ir a ver El Skylab y, de una manera u otra, sentirnos retratados.

Porque de eso va El Skylab, del retrato de una familia de clase media que se cita, de forma anual, para celebrar el cumpleaños de la matriarca. Un gran banquete es la excusa perfecta para la reunión. El vino hará su labor y todos empezarán a soltar la lengua. Las mujeres hablarán de sus maridos y hasta alguna alardeará de su encuentros sexuales desmedidos («pero ¿y no te duele el coño?» -genial-), y ellos de lo suyo (no solo hablarán de fútbol, sino que lo llevaran a la práctica). También los adolescentes e infantes tendrán su mesa y sus conversaciones. Alguno de sus miembros protestando por estar sentado allí y no en la de los mayores. Y solo será Albertine la que se muestra preocupada por saber dónde caerá el Skylab (cuyas últimas noticias auguraban que caería en el oeste de Francia, en la Bretaña).

Los padres de Albertine son de izquierda, actores, que lucharon en el mayo del 68 para conseguir la libertad que ahora disfruta y tratan de inculcar en sus hijos estos mismos valores. Sin embargo, sus tíos son de derecha (incluso de la más rancia que añora la guerra y los desmanes que se cometen en su nombre) y esto supone un punto de conflicto en el momento en que cada uno quiere hacer valer sus ideales frente a los otros. ¿Quién no ha vivido una situación como esta? Todos pondremos nuestras caras y nombres a cada uno de los miembros en esas citas periódicas y repetitivas cuya temática son los dimes y diretes sin precisar en más detalles no siendo que la cosa acabe en bronca. Seguro que en más de una casa se dice aquello de «aquí no se habla de política» como sucede en esta singular familia.

La amenaza del desastre planea sobre la familia. Está a punto de estallar el conflicto como está a punto de caer sobre ellos el Skylab. Pero solo Albertine, su protagonista, es la que más parece darse cuenta de la amenaza, quizás porque es consciente de lo mucho que perdería al ser destruida su infancia, su familia, su incipiente amor, sus primeras experiencias en el flirteo.

La suma de todo ello da como resultado final una película fresca, con cierto grado de comicidad, pero que en muchos momentos se echa en falta una mayor profundización en tal o cual tema y que no vaya a salto de mata. Esto es muy posible que obedezca en que en la realidad, en las familias, en esas situaciones de convivencia, precisamente se caracterizan por eso, por una falta de guion establecido y que se empieza en una cosa y se acaba en otra. Tal vez eso que constituya su principal crítica sea una de sus virtudes: la espontaneidad.

La narración corre a cargo de Albertine (Lou Alvarez), de su mirada inocente (que se come la pantalla) y de cómo vive todas estas nuevas experiencias que para ella son su iniciación a la vida adulta. Gran actuación, con ternura e inocencia a partes iguales. El resto de los variopintos personajes están esbozados con una simple pincelada (a veces puede parecer un topicazo) pero de forma eficaz. Así tenemos al tío sanguinario que no encuentra su lugar después de haber ejercido matando civiles en diferentes conflictos (solo así, descerebrado, podemos llegar a entender una incomprensible actitud que tiene con una de sus cuñadas, como la respuesta de su hermano); el tío Hubert (el propio padre de la directora, Julie Delpy) está «sembrado» con su brillante actuación de estar colgado por la medicación y dar la sensación de no enterarse de nada; o los chavales junto con los adolescentes, en especial, el primo chuleta, ligón de playa y rey de la pista.

Y hablando de la disco, a lo largo de El Skylab suenan tres/cuatro canciones de sobra conocida por la mayoría de los espectadores y que nos traen recuerdos de otros días en los que contábamos con más ganas de marcha y unos cuantos años menos. Patrick Hernandez con su Born to Be Alive, o Gilbert O’Sullivan con su evocadora Alone Again o una de las preferidas de la directora Ni trop tôt, ni trop tard, de Jeanne Moreau.

Parece que el tema de la familia es un filón para los guionistas. Echo la vista atrás y veo que ya hemos comentado en Revista Atticus En familie del danés Pernille Fischer Christensen, con un brutal final que se presentó en la SEMINCI de 2010. O me viene a la mente otra finlandesa titulada Hermanos (Veljekset) que resultó ser una gran retrato satírico del reencuentro de tres hermanos con su padre. En definitiva que son muchas las películas que tiene a la familia como hilo conductor. El merito de Delpy, al abordar «su particular familia» como directora radica en saber transmitirnos, por un lado, el ambiente de una época; por otro, las relaciones humanas con sus grandezas y sus miserias; y por un tercer lado, las incertidumbres (aprovechando la caída del Skylab) de su joven protagonista en su preadolescencia. En definitiva nos da la sensación de que sabe de lo que habla, no sé si por experiencia propia pero sí que se puede decir, que de primera mano. En su contra está el haber querido tratar demasiados temas y no profundizar en casi ninguno (se nota mucho como ha metido, casi con calzador, dos o tres historietas, de corte popular, a modo de cuento dentro del relato).

En resumidas palabras:  El Skylab es una película hecha de evocadores recuerdos y de grandes sentimientos cuyo resultado es una película amable, fresca y entretenida que puede constituir una buena elección para una tarde/noche de verano.

Un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus

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