Amador de Fernando León (toma 2ª)

Amador por Barlovento

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Comentario:

Amador es una película esencialmente bella y poética, con la belleza y la poesía del hombre en su más descarnada humanidad. Una película que se teje, como la vida, con instantes y con silencios. Por eso su protagonista no podría haber estado mejor escogida: Magaly Solier dice más cuando calla que cuando habla, con una mirada que cuenta, revela o esconde, sueña o sonríe según el momento. Tiene ese aire hermético tan andino, y la terca determinación que conoce quien haya observado a una mujer soportando una situación extrema. Magaly conmueve, enamora, nos arranca las lágrimas y la carcajada con cambios de registro tan sutiles como imperceptibles, sin alardes, pero certera. Como los actores de otro tiempo.

Junto a ella, otro actor de los que llenan la pantalla con la esencia del cine verdadero: Celso Bugallo, talismán e icono de Fernando León y pieza excepcional y clave en este entramado de sensaciones, descubrimientos y afectos. Él y Magaly crean algunos de los momentos más hermosos de la película, mostrándonos la relación que se establece entre Amador y Marcela, sus diálogos deliciosos, la insólita química que surge entre ambos. Y todo enmarcado por ese preciosismo callado de León de Aranoa, con una fotografía deslumbrante, una iluminación más allá de lo perfecto y planos maravillosos. Plásticamente, Amador es una joya. Pero además se sustenta en un guión redondo, cuidadísimo, cuajado de detalles. Algunos, como el de la carta devuelta y la reacción de Marcela, de una hondura que desarma. Otros de una magia cercana, desprovista de artificio o cursilería, como la sirena. Detalles agridulces y un par de concesiones al humor negro que hacen reir con ganas, sobre todo cuando interviene Puri, el personaje interpretado por Fanny de Castro, que brilla a la cabeza de un extraordinario elenco de actores de reparto.
El ritmo lento está plenamente justificado, especialmente dentro de la casa, y es necesario para dotar a la película de toda su carga poética y plástica; también para poder saborear esos momentos de intensa emoción, o los más cómicos. Paladear en suma el gusto agridulce de la condición humana plasmada en una trama con pies, cabeza y mucha sabiduría cinematográfica, no exenta del tinte social característico del director y preciso dados los protagonistas de la historia. La ternura jamás traspasa la línea de la cursilería, el humor negro se administra en mínimas dosis, el drama se despliega con naturalidad, como la vida y la muerte. Fernando León se nos muestra una vez más como el gran director de cine, el guionista brillante y el alma sensible que conocemos de películas anteriores. Quizá esta sea la más íntima y pausada de sus obras, pero tiene su sello inconfundible, y ningún amante del cine debería perdérsela.

por Barlovento

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