Exposición Luces de Bohemia en la Fundación Mapfre

Exposición Luces de Bohemia en la Fundación Mapfre

El pasado 1 de febrero de 2013 se presentó en sociedad la exposición Luces de Bohemia. Artistas, gitanos y la definición del mundo moderno en la sede del Paseo de Recoletos de la Fundación Mapfre. La muestra trata de aportar una visión de la bohemia artística y su relación con la representación de los gitanos y vagabundos en el arte.

Cerca de un centenar de obras de grandes artistas nos narran una historia, es la historia de la creación de la bohemia artística, y de cómo esta historia se entremezcla con la idea de un mundo que suscita admiración: el de los vagabundos y los gitanos.

Podemos contemplar obras de Francisco de Goya (Autorretrato ante el caballete, 1790-95), Van Gogh (Las caravanas, campamento gitano cerca de Arlés, 1888 o Un par de botas, 1886), Édouard Manet (El bebedor de agua, 1862-72), Paul Signac (El Moulin de la Galette, 1884), J. S. Sargent (Campamento gitano, 1912-13), Kees van Dongen (Gitana, 1911) y de Pablo Picasso (Azoteas de Barcelona, 1902) entre otros muchos artistas (y muchas más obras). Esta colección de obras ha sido posible a los prestamos realizados por prestigiosas instituciones como: Art Institute de Chicago, la New York Public Library, la Morgan Library and Museum y la Hispanic Society, de Nueva York, el State Hermitage Museum de San Petersburgo, el Musée d’Orsay, el Musée du Louvre y el Centre Pompidou, de París, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid, el Museo Picasso de Barcelona, el Museo Van Gogh de Ámsterdam o la Tate de Londres, entre otras instituciones.

Esta exposición ha sido organizada conjuntamente por la Fundación Mapfre y la Réunion des Musées Nationaux-Grand Palais de París. Anteriormente se pudo ver en el Grand Palais de París, bajo el título genérico de Bohèmes. Con gran acierto en Madrid se ha cambiado el título por el de la famosa obra teatral de Ramón María del Valle-Inclán, Luces de Bohemia, publicada en 1920. En la muestra madrileña se han incorporado grandes cambios que hacen hincapié en la imagen de los artistas internacionales sobre los gitanos españoles o en la importancia que el mito de la bohemia parisina tuvo para Picasso y otros grandes conformadores de la modernidad.

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Gitana con pandereta, c. 1865
Jean-Baptiste Camille Corot. Óleo sobre lienzo 55 x 38 cm

 

Introducción

La muestra se articula en torno al concepto de la vida bohemia artística. A mediados del siglo XIX, entre el Romanticismo (movimiento que surge contra el Racionalismo de la Ilustración) y el Realismo (que supone una ruptura del Romanticismo), se empieza a valorar por encima de todo, la libertad creativa del artista. Abandonan lo académico para enfrentarse a nuevos retos no sujetos a corsés, lo que va a provocar un enfrentamiento y, por ende, un cierto alejamiento de la sociedad. Los artistas miraran con benevolencia a ese colectivo de bohemios –etnias gitanas errantes- que surcan con sus carromatos buena parte de Europa.

Pintura, literatura, música y posteriormente, el cine y la prensa se encargan de divulgar historias que tienen que ver con jóvenes talentos condenados a vivir en la marginación para defender su arte. Historias que se nutrirán con un imaginario colectivo que gira alrededor de los gitanos y vagabundos. Nace así uno de los grandes mitos de la modernidad: la vida bohemia. Entendiendo como vida bohemia aquella que se identifica como el símbolo de una vida sin reglas y sin ataduras. Es en este momento, mediados del siglo XIX, cuando en París muchos jóvenes artistas que rechazan las normas se refugian en pequeños guetos como son las buhardillas o las tabernas. Muchos son genios del arte, son conscientes de su talento pero son incomprendidos por la crítica, y por lo tanto, la sociedad parisina del momento. Compartirán marginalidad y miseria con los bohemios tradicionales y, poco a poco, este colectivo se convertirá en un mito identificándolo como garantía de libertad artística y espiritual. Estos bohemios constituyen el antecedente de los hippies de los años sesenta del pasado siglo. Tradicionalmente se veía al bohemio como una persona despreocupada con su aspecto, por lo tanto algo desaliñado y en contraposición con lo imperante en la sociedad del momento que es todo lo contrario donde predomina unas reglas y una estética. Los bohemios se inclinan hacia el pensamiento, hacia las artes en general, cultivando la mente y enriqueciendo su intelecto (más que su bolsillo). Son creadores artísticos.

La muestra trata de proporcionar una visión de esta historia en común de los vagabundos, de los gitanos y de los artistas bohemios.

 

La ruta: La imagen de los gitanos en el arte occidental

Los gitanos, conocidos también como pueblo rom, roma o romaní, tienen un origen incierto. Los primeros movimientos migratorios del siglo X ya dan cuenta de su existencia. Su llegada a Europa la envuelven, ellos mismos, en un aire legendario y misterioso.

En el siglo XV, debido fundamentalmente a las incesantes guerras entre bizantinos y los pueblos turcos y tártaros los gitanos iniciaran una migración masiva desde territorios indoeuropeos. En 1416 se tiene constancia de la existencia de gitanos en Rumania, en Alemania y en Bohemia (República Checa). Será el rey de Bohemia, Segismundo, quien les dará un salvoconducto para deambular libremente por media Europa.

La llegada de los gitanos al Viejo continente ejercerá una gran fascinación entre pintores y escritores. Sus orígenes legendarios y su ligazón con el teatro, el baile, la danza, la farándula, y ese vivir de forma nómada, de acá para allá, crearon un gran número de protagonistas y situaciones pintorescas. Así Fernando de Rojas creó La Celestina hacia 1499 y el célebre Miguel de Cervantes escribió La Gitanilla en 1613, donde figura una preciosa gitana de quince años criada en Sevilla. Un ejemplo temprano de representación de una gitana es la obra de Boccaccio Boccaccino (1466-1525), La joven gitana (1505, Galeria Uffici, Florencia). Un tema que suscita cierta pasión entre los pintores es el de la buenaventura (como personas que te leen la mano augurándote un futuro). Una de las razones de la proliferación de este tema es la renuncia de los grandes artistas a copiar obras de la antigüedad. Frans Hals (1580-85 – 1666) pintor neerlandés de la escuela barroca flamenca es el autor de Gitana (1628-30, Museo del Louvre). Este cuadro también es conocido como La Bohémienne. Se trata de un personaje de los bajos fondos de Harlem destacando por la expresión desenvuelta y algo descarada de la modelo. Caravaggio (1571 – 1610) no dudó en tomar como modelo a una gitana para realizar su famosa obra de La buenaventura y demostrar así su valía. Un madrigal de de Gaspare Murtola de 1603 se hacía eco de esta leyenda:

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Un par de botas, 1886. Vincent van Gogh. Óleo sobre lienzo, 37,5 x 47,5 cm
Van Gogh Museum (Vincent van Gogh Foundation), Ámsterdam

 

Llamó a una gitana que casualmente pasaba por la calle y, llevándola al mesón, la retrató en actitud de decir la buena ventura, como suelen hacer estas mujeres de raza egipcia. Pintó también a un joven que pone una mano con el guante sobre la espada y tiende la otra mano, descubierta, a la mujer que la retiene y la mira.

El artista italiano realizó dos versiones de La buenaventura (h. 1594, Museos Capitolinos, Roma y 1595 Museo del Louvre). Un motivo que le sirvió al artista, entre otras cosas, para experimentar con la luz. La obra La Diseuse de bonne aventure de George de La Tour (1593-1652) está realizada entre 1632 y 1635 y se encuentra en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York.

Hay que tener muy presente que El Concilio de Trento (1545-1563) condenó las artes adivinatorias con lo cual consigue redoblar el recelo hacia los gitanos. Incluso esto los llevará a estar perseguidos por los tribunales inquisitoriales.

Son múltiples los ejemplos de este tema la mayoría influencias por el artista milanés. Por destacar algún ejemplo más está la obra, del mismo título, de Simon Vouet (1590-1649) realizada en 1618-20 y que se encuentra en Otawa, Canadá.

La gitana, la echadora de cartas o la buenaventura han sido un motivo muy recurrente a lo largo de la historia de la pintura. Un ejemplo tres siglos posterior es el bello cuadro de Julio Romero de Torres. Se trata de La buenaventura (1922, Museo Carmen Thyssen, Málaga) un cuadro de compleja lectura al incluir otra escena en el fondo del mismo.

 

Dejamos atrás esta pequeña presentación para centrarnos en las obras que podemos disfrutar en las salas de la Fundación Mapfre de Recoletos en Madrid.

Los campamentos bohemios se van a convertir también en un tema muy representado. El contacto con la naturaleza y la asociación que se hacía de la vida errante y los gitanos es el motivo que lleva a diversos pintores a retratarlos. Teniers (1610-1690) tiene Paisaje con gitanos, 1641-45, Museo del Prado. En esta obra es prácticamente una nota pintoresca pero que viene a encarna esa nueva armonía entre el hombre y la naturaleza.

El retrato de estas clases marginales va a permitir a los artistas la posibilidad de tener otro motivo para luchar contra la estrecha jerarquía de los géneros académicos. Dos bellos ejemplos nos encontramos de la mano de Courbet y Manet.

La gitana y sus hijos, 1853-54 es obra de Gustave Courbet (1819-1877). El pintor retrata a una familia que recorre el camino con sus hijos con cierto aire melancólico. El bebedor de agua, 1862-72 de Édouard Manet (1832-1883) es un cuadro que capta una instantánea cotidiana alejada de los cánones tradicionales al estar el sujeto de espaldas al espectador. Constituyen un ejemplo del acercamiento a la figura real, al personaje, abandonando lo idealizado del Romanticismo.

 

Siguiendo esta línea, una obra magnífica que incorpora el paisaje es el lienzo de Van Gogh que lleva por título Las caravanas, campamento gitano cerca de Arlés, 1888. Vemos las tartanas con chimenea incluida que constituían una estampa habitual en aquellos tiempos. Esta imagen ha sido elegida para ilustra el catálogo de la exposición. Viene a resumir estos conceptos en torno a la vida errante.

 

El mito de la gitana

Durante el Romanticismo, los temas españoles tuvieron una buena acogida entre los artistas parisinos. Había una especie de obsesión por evidenciar el contraste y buscar la diferencia que conformaba la identidad de un pueblo. La visión que se tenía de España era un tanto exótica y oriental, un pueblo que tenía un profundo y gran sentido católico y una nación un tanto bárbara en algunas de sus tradiciones ancestrales. Era muy diferente al resto de Europa. En la diferencia es donde radica esa atracción. Fueron muchos los artistas que se trasladaron a España. En concreto a Andalucía que se convirtió en la quintaesencia de la imagen romántica de nuestro país. Lo tenía todo: un pasado morisco, el toreo, las gitanas, y, sobre todo, el flamenco. Y si estamos en Andalucía, el estereotipo de la española lo encarnaba la figura de Carmen de Mérimée (una novela corta escrita en 1845 y que posteriormente sirvió de inspiración para el libreto de Georges Bizet). La atracción por la mujer gitana era una atracción hacia una mujer totalmente diferente. Ella era la que podía trasgredir las normas sociales y vestirse con llamativos y provocadores vestidos llenos de color y de cierta lujuria. Podía, libremente, soltarse el pelo, fumar y reír en público y tomarse determinadas licencias con los hombres, ya fuera mientras contemplaban su baile o mientras les echaba las cartas o leía las manos.

 

Gitana con el pecho desnudo, 1869 de Henri Regnault (1843-1871). Esta es una obra que participa de todos los tópicos relacionados con la gitana: libertad, sensualidad, provocación; y que participa de la sencillez velazqueña. En definitiva, y una vez más, es una excusa perfecta para el tratamiento plástico del desnudo. Para muchos, artistas o no, el ideal de la belleza femenina lo representa la gitana con su tez morena, su pelo negro y brillante, labios gruesos y dientes blancos.

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Rincón de Montmartre / El Moulin à Poivre / El Impasse des Deux-Frères, 1887. Vincent van Gogh
Óleo sobre lienzo, 35 x 65,5 cm

También podemos destacar las obras de La Esmeralda, 1839 de Charles von Steuben (1788-1856) con un lienzo con una forma ojival y que destaca en las sala como si de una ventana se tratara; Joaquina la gitana, 1914 de Joaquín Sorolla (1863-1923); y la enigmática Gitana, 1911 de Kees van Dongen (1877-1968).

 

El artista moderno

En el siglo XIX el artista adquiere un nuevo status social. Se convierte en un emblema de libertad e individualismo dejando atrás el ser un ser protegido por distintos mecenazgos. Paralelamente a este desarrollo surge el concepto de genio. Un concepto que desarrolla Kant en su Crítica del juicio, 1790, donde lo define como: «el talento que da la regla al arte», y el talento como capacidad espiritual innata (ingenium), a través de la cual la naturaleza da la regla al arte. De lo que se desprende que el genio nunca imita a la realidad: es libre, al darse su propia regla.[1]

 

Un aspecto interesante es la manera que tienen los propios artistas de representares así mismos. Un ejemplo presente en la exposición es Autorretrato ante el caballete, 1790-1795 de Francisco de Goya en el que se representa ejerciendo su profesión, dirigiendo su mirada al espectador. Se muestra al exterior seguro de su valía defendiendo el componente intelectual de su oficio.

 

Otro de los autorretratos más significativos es el de Eugéne Delacroix. Autorretato, 1816-1818. Aparentemente insustancial a los ojos de nuestros días, está considerado como emblema del individualismo romántico. Se trata de un primer plano en donde destaca la fortaleza del rostro con una mirada fija y penetrante. El pintor parece salir de las tinieblas en una clara alusión del mundo que puede vivir la pintura en ese momento. Delacroix fue un pintor que lideró la modernidad frente al academicismo que imperaba en ese momento y que tenía en su compatriota Dominique Ingres uno de los máximos exponentes. Defendió la libertad y la creación artística. Supo sobrepasar la formación clásica para «renovar» la pintura llegando su influencia hasta los impresionistas. En sus obras destacan por su maestría en el uso del color, la sensualidad, la pasión y la imaginación. Sus autorretratos se caracterizan por ese toque especial que les da fruto de la mirada.

Arte y libertad, 1849 de Louis Gallait (1810-1887 destaca por su aire melancólico y que encarna el prototipo de hombre bohemio.

 

¡Arte, miseria, desesperación, locura!, 1880 de Jules Blin (1853-1891). El título de este cuadro ya nos da una idea de qué va la obra. Es una imagen un tanto inusual en el arte. A pesar de que encontramos ante un caballete y un pintor con alguno de sus accesorios, poco o nada tienen que ver con el cuadro de Goya. Estamos en lo que parece el taller de un pintor. Los utensilios están desparramados por el suelo. Un cuadro caído al pie de caballete, la silla volcada y una persona de pie, en el centro (posiblemente el propio pintor), pisando otra de sus obras y que porta en su mano derecha una pistola. En la escena esta presenta la desesperación. El pintor parece un ser inadaptado, un ser que ha sufrido algún rechazo, ya sea social o económico y que se ve abocado a plantearse el final de su días. Su aspecto es algo descuidado, con un cierto aire de abandono, a punto de dejarlo todo.

 

Un par de botas, 1886 de Vincent van Gogh (1853-1890). Se ha escrito mucho sobre este par de botas. Van Gogh realizó hasta seis cuadros con este mismo motivo. Varios filósofos han vertido sus puntos de vista que giran en torno a la consideración de lo que hoy en día es una obra de arte. Lo cierto es que se trata de un par de botas, gastadas, que tal vez pudieran pertenecer al propio artista. Sean de un campesino, sean del maestro parecen unas botas que han tenido una vida, que suponemos azarosa y que el pintor nos deja constancia a través de su lienzo que tuvo una enorme repercusión. Para muchos críticos ese desgaste es un icono de un ser vagabundo, de un ser lleno de experiencia de una vida con sus peligros y con sus emociones. Algo así como la esencia del propio artista. Una vida llena de dificultades y un continuo caminar.

 

Montmartre y otras academias de la bohemia

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Gitana, 1911, Kees van Dongen. Óleo sobre lienzo, 54 x 45 cm
Centre Pompidou, Musée National d’Art Moderne / Centre de Création Industrielle, París. Legado por Georges Grammont, 1959.

 

Quienes hayan ido a París, a buen seguro que se han dado un paseo hasta Montmartre. Esta colina también era el destino de muchos de los artistas que allí acudían a finales del siglo XIX.

Cuando Napoleón III, con el Barón Haussmann, decidió hacer de París la ciudad más bella de Europa, muchos de los habitantes del centro se tuvieron que desplazarse hacia los márgenes de la ciudad. Montmartre, a finales del siglo XIX, reunía unas condiciones ideales para convertirse en un lugar de esparcimiento y para vivir (algo decadente, pero en consonancia con el gusto de la época). Artistas como Johan Jongkind o Camille Pissarro comenzaron a habitar Montmartre. Un molino junto a la cumbre se convirtió en restaurante al aire libre. Era El Moulin de la Galette, un lugar mítico donde también se celebraban bailes. El área ha sido retratada por numerosos artistas, tales como Pierre-Auguste Renoir, Henri de Toulouse-Lautrec, Vincent van Gogh, y Pablo Picasso. Algunos de estos artistas se desplazaron a trabajar allí como es el caso de Picasso, al que se le unió Amadeo Modigliani.

 

A esta atracción no pudieron sucumbir los artistas españoles. Hasta la ciudad parisina se desplazaron Santiago Rusiñol y Ramón Casas que viven en primera persona este ambiente y lo tratan de emular en Barcelona. En torno a El Quatre Gats se reunirán una serie de intelectuales que será un lugar de referencia en el modernismo catalán. Largas tertulias y charlas que emulaban los cafés parisinos (y, sobre todo, el cabaret Le Chat Noir).

Pablo Picasso (1881-1973) tuvo contacto con las vanguardias debido a su contacto con ellas en Barcelona. Esto le animó a viajar hasta París de la mano de su amigo Carlos Casagemas (1881 -1901). Casagemas se había enamorado de una bailarina en la ciudad de la luz. Pero no era correspondido. En plena tertulia con sus amigos se pegó un tiro. La noticia de su muerte sumió a Picasso en una gran tristeza y soledad. Es en este momento cuando el artista realiza tres cuadros que tiene como trasfondo la muerte de su amigo. Están realizados en un tono azulado, lleno de melancolía, previo a su periodo azul que abarcaría los siguientes cuatro años de la vida de Picasso. Un ejemplo de estas tres obras es Azoteas de Barcelona, 1902.

 

También destacan en este apartado las obras de:

El bohemio poeta de Montmartre / Retrato de Erik Satie, 1891de Ramón Casas (1866-1932).

Rincón de Montmartre / El Moulin à Poivre / El impasse des Deux-Frères, 1887 de Vincent van Gogh (1853-1890).

El Moulin de la Galette, 1884 de Paul Signac (1863-1935).

 

La exposición se complementa con una serie de actividades y un programa educativo. Asimismo se ha elaborado un extenso catálogo (como viene siendo habitual en la Fundación Mapfre) en el que se recoge una serie de estudios y ensayos científicos de los comisarios de la muestra: Sylvain Amic y Pablo Jiménez Burillo, e importantes historiadores. Constituye un buen complemento a la visita para ahondar en temas específicos. También se incluyen la reproducción de todas las obras que conforman la exposición.

 

La website de la exposición Luces de Bohemia es el siguiente:

http://www.exposicionesmapfrearte.com/lucesdebohemia/

www.exposicionesmapfrearte.com/lucesdebohemia/visita_virtual/visita_virtual.html

 

Luis José Cuadrado Gutiérrez

Artículo publicado en Revista Atticus 21

Marzo 2013

 

 

 


[1]        Página 148 Catálogo Luces de Bohemia. Fundación Mapfre.

 

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