Moonrise Kingdom. El reino de la luna

Moonrise Kingdom

El reino de la luna

Ficha

Película: Moonrise kingdom.

Interpretación: Bruce Willis (capitán Sharp), Edward Norton (jefe de tropa de los scouts), Bill Murray (Sr. Bishop), Tilda Swinton (servicios sociales), Jason Schwartzman (primo Ben), Frances McDormand (Sra. Bishop), Kara Hayward (Suzy), Jared Gilman (Sam).

Dirección: Wes Anderson. País: USA.

Año: 2012. Duración: 95 min.

Género: Comedia dramática.

Guion: Wes Anderson y Roman Coppola.

Producción: Jeremy Dawson, Scott Rudin, Steven Rales y Wes Anderson.

Música: Alexandre Desplat. Fotografía: Robert Yeoman.

Diseño de producción: Adam Stockhausen. Vestuario: Kasia Walicka Maimone.

Distribuidora: Alta Classics.

Estreno en USA: 25 Mayo 2012. Estreno en España: 15 Junio 2012.

Calificación por edades: No recomendada para menores de 7 años.

Sinopsis

Moonrise Kingdom narra la aventura de un chico y una chica que se enamoran y se escapan para vivir su aventura en una isla de la costa de Nueva Inglaterra. La acción transcurre en el verano de 1965. Cuando las autoridades, alertados por las familias de los chicos, salen en su búsqueda, se forma una violenta tormenta en la costa y la comunidad de la pacífica costa se verá alterada dramáticamente.

 

Comentario

Los tráilers preconizan que Moonrise Kigdom es una película «rara». A lo largo de este comentario voy a tratar de definir lo que es raro, que es el adjetivo que mejor define esta película. Ya sé que raro no dice nada, que es una de esas palabras que empleadas para definir, sobre todo, una película, resultan huecas. Pero Moonrise Kigdom es extraordinaria, singular, poco corriente o común o frecuente, que es la definición que el Diccionario de la Real Academia Española nos da para raro (si sigo estirando más del hilo del DRAE hasta me viene bien la segunda y la tercera acepción: escaso en su clase o especie; de comportamiento e ideas extravagantes).

Isla de New Penzance, 1965. Campamento Ivanhoe de los boys scouts caqui. Sam (Jared Gilman) un joven scouts se ha dado a la fuga. Ha conocido a una joven Suzy (Kara Hayward). Están enamorados. Habían coincidido en una representación de teatro escolar y allí surgió el flechazo. Tienen sus libros, se cartean y hacen sus planes para estar juntos. Deciden hacer un pacto secreto que les llevará a la aventura. Suzy, también emprende la fuga de casa de sus padres (los señores Bishop –interpretados por Bill Murray y Frances McDormand-). Sam lo tiene todo bajo aparente control para poder pasar las noches junto a su amada.

El jefe de la tropa de los scouts (Edward Norton) descubre en su rutinario recuento matinal la falta de Sam. Tocan a arrebato y los jóvenes scouts, previa denuncia al jefe de la policía de la isla, capitán Sharp (Bruce Willis), empiezan la búsqueda.

Sam vive con una familia de acogida, mientras que los Bishop constituyen la típica familia americana que viven, allí mismo en la isla, en una de esas enormes casas que, en este caso sobre todo, parecen haber sido diseñadas para las muñecas. Tanto los padres como sus tres hermanos se muestran preocupados por la desaparición de Suzy.

Mientras se procede a la búsqueda de los jóvenes una tremenda tormenta amenaza toda la isla. Un peligro más que acecha el amor de Sam y Suzy que apenas cuentan con doce años de edad.

Hasta aquí no hay nada raro. El planteamiento es tan viejo como el amor. La historia está llena de ejemplos protagonizados por jóvenes que se escapan de casa para vivir su aventura mientras que sus familias no lo consienten (una de las parejas más famosas fueron Romeo y Julieta) y en esa huida hacia adelante, en su camino, tendrán que sortear multitud de peligros para conseguir su objetivo.

Lo extraordinario de Moonrise Kingdom lo constituye la forma en que está narrada la historia. Con un diseño formal maravilloso muy similar a un cuento infantil pero a caballo entre esos libros con desplegables de cartón que al tirar de una lengüeta (siempre me ha resultado mágico y sorprendente ese alarde técnico, por cierto) sale un castillo o la casa de muñecas (a veces parece que estemos ante la casa familiar como si de una de muñecas se tratara). Y sobre todo basada en una acertada y magnífica fotografía que busca y potencia esos colores pasteles.

Moonrise Kingdom arranca con una poderosa escena donde la banda sonora se convierte en su protagonista. En un pequeño tocadiscos portátil suena la Guía de orquesta para jóvenes (1946) de Benjamín Britten. Esta obra tiene por subtítulo Variaciones y fuga sobre un tema de Henry Purcell. En ella, el compositor va a crear una serie de variaciones para cada uno de las secciones de orquesta (comenzando por las maderas, cuerdas, los metales y finalmente los instrumentos de percusión). Luego lleva toda la orquesta completa a una fuga, antes de retomar el tema para concluir la obra. Y atención a los títulos de crédito, porque el director Wes Anderson, de la mano de Alexandre Desplat (El discurso del rey, El curioso caso de Benjamín Button) da una vuelta al disco que nos sorprenderá aun más con su ejercicio de deconstrucción.

Esta pequeña pieza es la clave de toda la película. Estamos oyendo una fuga (como una construcción musical, con un procedimiento de creación y estructura muy determinados) y asistimos a una fuga como aventura de iniciación al amor. Todo en MK parece tener una doble lectura. Por un lado el punto de vista de los adolescentes que viven la aventura, que viven el amor, que dejan a un lado su inocencia de niños y resguardándose en el grupo son capaces, como si fueran una jauría, de acorralar, y tratar de abatir a su compañero boy scout y amigo Sam (¡cuánta violencia subyacente ahí en esas «inocentes» palabras que dice uno de los amigos: -llevamos armas-¡). Y por otro lado tenemos el punto de vista adulto de los padres, del policía, del jefe scouts que quiere detener la aventura amorosa de los niños cuando ellos, a veces, muchas, se comportan como tal. Pero ante las criaturas tienen que dar el do de pecho y representar el papel de adultos aunque, en definitiva, estén deseando, entre otras cosas, salir corriendo de la mano de su aventura, de su amor. Y ¿quién se lo impide? Las convicciones sociales de las que los niños nada saben y todo ignoran en su inocente declaración de amor: tú me gustas y si yo a ti también, nos vamos juntos a descubrir el mundo en forma de playa remota donde brilla la luna.

Moonrise Kigdom refleja una dicotomía del mundo. Por un lado el adolescente reflejado en esa isla como sinónimo de pequeño paraíso, sugerente, infantil, personificado en los dos jóvenes enamorados, donde se darán el primer beso, de ese primer amor (ah, espacio para la melancolía) y nos harán partícipes de un amor incondicional lleno de ternura. Curiosamente van a representar allí el mundo de los adultos (fumando en pipa, es su hogar, y donde mantendrán su primera discusión). Y por el otro el mundo adulto desencantado y retratado con sarcasmo, carente de afecto y esclavo de la rutina, retratado de forma magnífica y sutil en el campamento de los boys scouts (representación del mundo adulto a pequeña escala, es decir, infantil) donde el juego está muy presente: los niños a actuar como mayores y los mayores a mandar (espléndida la pregunta que uno de los niños le hace al jefe de la tropa referente a cuál es su trabajo «de verdad»).

Raro (y por lo tanto, extraordinario, singular y poco corriente) es su director Anderson. Posee una poderosa imaginación que es capaz de llevar a la pantalla a través de una estética retro, entre naif y surrealista, deslumbrante. Al acudir al cine hay que dejar en casa todo convencionalismo y dejarnos atrapar por su mundo imaginario extraño y que las historias vayan surgiendo en la pantalla y, como instrumentos musicales, conformando un todo que lo convierten en un extraordinario director de orquesta. Bajo un cierto humor hilarante y desenfadado no deja títere con cabeza. Si volvemos sobre determinadas escenas y comportamientos encontraremos ese doble sentido al que aludía antes. Retrata a una singular familia de adopción que rechaza y no quiere saber nada de Sam frente a una familia «tradicional» que solo es apariencia (salvo para Suzy) y en donde el amor hace tiempo que no traspasa la puerta del hogar (magnífica Sra Bishop con megáfono en mano para comunicarse con su familia). Lo único que parece unir a la pareja es su pasión por la abogacía. Sin olvidarnos de una representante de los Servicios Sociales (Tilda Swinton) desaprensiva y unos jefes de campamentos patéticos (y ridículos con sus uniformes de pantalón corto) que solo saben jugar a ser mayores. Todo un mundo, con personajes que buscan la felicidad, la necesidad de la familia, el afecto paterno y esa fuerza que proporciona el amor capaz de superar la más devastadora de las tormentas.

En cuanto a los personajes es destacable ese singular, extraño y excéntrico hombre de abrigo rojo que actúa a modo de narrador. Y, por supuesto, al jefe de policía (Bruve Willis) un ser solitario, perdido en su melancolía, que abandona esos registros habituales para destacar, con su papel, del resto de actores. Pero por encima de ellos destaco el trabajo natural y espontáneo y con un gran desparpajo de los dos críos (Jared Gilman y Kara Hayward) que se enfrentan de forma simulada a lo que tal vez haya sido su primer amor.

Por último, me gustaría reseñar la escena en que los jóvenes bailan su amor con la canción Le temps de l’amour  interpretada por la voz sensual y maravillosa de Françoise Hardy.

En definitiva, en este sorprendente mundo barroco de Wes Anderson, la esencia radica en los detalles. Grandiosa obra que fue la encargada de abrir el pasado festival de Cannes. Moonrise Kingdom es una fabula romántica, teñida de colores pasteles, y que la convierten en una película bella, entretenida, original, con un sentido del humor particular y… ¡rara!

Os dejo un tráiler

Y un vídeo de la canción Le temps de l’amour de Françoise Hardy

 Luisjo Cuadrado

Revista Atticus

 

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