La Fundación Juan March conmemora el cuarto centenario de la muerte de Tomás Luis de Victoria

La Fundación Juan March conmemora el cuarto centenario de la muerte de Tomás Luis de Victoria

 

Coincidiendo con el cuarto concierto dedicado a la Música para el Buen Morir, la Fundación Juan March ha dedicado este Lunes Temático a la interpretación por parte del grupo Música Ficta de tres de las grandes obras de Tomás Luis de Victoria.

Este año se conmemoran los cuatrocientos años de la muerte del artista, nacido en Ávila en 1548, y se realizarán diferentes conferencias y conciertos para homenajearle. La Fundación March acogió dentro de su programación musical el primero.

La Escuela Castellana renacentista tiene como figura principal a Tomás Luis de Victoria, seguido por otras dos grandes personalidades: Cristóbal de Morales -principal representante de la Escuela Andaluza- y Francisco Guerrero -discípulo del anterior y maestro de capilla de la Catedral de Sevilla-. Será Victoria el que aporte a este género sus enseñanzas más particulares, aprendidas en Roma, donde marchó con diecisiete años y donde se consagró también sacerdote, llegando a relacionarse con San Filippo Neri. Allí estudió en el Collegium Germanicum, institución de los jesuitas dedicada a impulsar los principios fundamentales de la Contrarreforma Católica. De estos principios partirá gran parte de su inspiración musical.

 

Toda su obra es sacra. Sus características principales son la austeridad y la intensidad de las mismas. Y también, casi todas, tienen una “precisa y concisa funcionalidad litúrgica”, como señala Claudio Gallico en su Historia de la Música. Entre sus composiciones destaca el gusto por el motete, que consiste en una composición polifónica nacida en el siglo XIII, de características religiosas y de tema bíblico fundamentalmente, que irá evolucionando hasta el siglo XVII. Será a partir del XV cuando ya no presente ningún acompañamiento musical, quedando únicamente las voces “a capella”.

Además del motete, y dentro del fervor religioso, destacan por su depurada técnica y el sentimiento de la muerte los Officium Hebdomadae Sactae y el Officium Defunctorum, que es una de las piezas que interpretó Música Ficta.  Este arraigado sentido de la muerte en la tradición patria será muy frecuente en la España del siglo XV, con las Coplas por la Muerte de su Padre, de Jorge Manrique, la influencia de la obra de Dante (Infierno, Purgatorio y Paraíso) en los versos del Marqués de Santillana, ya Prerrenacentista, y sobre todo en la transición del Renacimiento al Barroco, se palpará en las pinturas de Valdés Leal y sus alegorías del Finis Gloriae Mundi.

Su obra es poco abundante. Por ejemplo, frente a las 103 misas de Palestrina, Victoria tan sólo compuso 21. Ello es debido a la gran misión que acometía con la realización de su música: una contribución al “engrandecimiento del Reino de Dios”, según señalan Cercos y Cabré en su monografía del artista. De ello deja constancia en una de las dedicatorias que dirige a Felipe II en un libro de misas: “…emprendí la tarea de poner en mi música, sobre todo, aquella parte que a cada paso se celebra en la Iglesia Católica. Pues, ¿a qué mejor fin debe servir la música, sino a las sagradas alabanzas de aquel Dios inmortal de quien proceden el ritmo y el compás…?”.

Será a partir de 1596 cuando se convierta en maestro de la Emperatriz María, hermana de Felipe II, en el Convento de las Descalzas Reales, donde vivía en clausura. Y será para ella para quien componga el célebre Officium Defunctorum, terminado en 1603, y que se estrenó en 1605 para su funeral en la actual Colegiata de San Isidro, y no en las Descalzas Reales, como se pensó en un principio, ya que las dimensiones de este Monasterio eran demasiado reducidas para un evento tan importante como era el funeral de la hermana del Rey.

 

Este Oficio se basa en la historia de un hombre que le pregunta a Dios por qué debe asustarle con la muerte y las tinieblas cuando la vida ya de por sí es un valle de lágrimas, como señala el director del conjunto, Raúl Mallavibarrena. Tomás Luis de Victoria aportó un claro elemento dramático de la muerte: el hombre debe enfrentarla con misericordia, fe y humildad.

El programa que ofreció Música Ficta fue un claro resumen de lo que supuso la obra del clérigo abulense: los Responsorios de Tinieblas para el Jueves Santo, el Officium Defunctorum y el motete Vadam et circumibo civitatem. Mallavibarrena, destaca de éste último la genial disposición de las voces, en un claro diálogo entre graves y agudas siguiendo los versos del Cantar de los Cantares, característica, por otro lado, ya muy barroca.

El conjunto Música Ficta lleva desde 1992 dedicándose a la interpretación de música y polifonía religiosa del Renacimiento. Su último álbum original es el que han dedicado a Tomás Luis de Victoria con sus Dieciocho Responsorios de Tinieblas. En esta ocasión, los intérpretes fueron:

Rocío de Frutos, soprano

Lore Agustín, soprano

Jordi Abelló, alto

José Pizarro, tenor

Ariel Hernández, tenor

Tomás Maxè, bajo

Raúl Mallavibarrena, director

El Ciclo de Músicas para el Buen Morir se completa el 7 de febrero con el Dies Irae de autores como César Franck o Johann Sebastian Bach; el 7 de marzo con los Réquiem de Schubert y Mozart interpretados por Cuarteto Voce; el 4 de abril con Tombeau. In memóriam, con Ana Guijarro al piano; y por último, el 9 de mayo, los Lamentos, con Giuseppe De Vittorio como tenor y Ensemble Laboratorio ‘600.

Almudena Martínez Martín

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