Teatro – Crítica El Lindo Don Diego de Teatro Arcón de Olid

Teatro Zorrilla, Valladolid estrena El Lindo Don Diego

El Teatro Zorrilla se llenó de carcajadas e ironía gracias al estreno de El Lindo Don Diego, de Teatro Arcón de Olid.

El Lindo Don Diego, fue escrita por el dramaturgo y poeta madrileño Agustín Moreto en 1654, autor del Siglo de Oro español. En la historia original, Don Diego y Don Mendo llegan a Madrid requeridos por Don Tello su tío para tomar como esposas a sus primas Doña Inés y Doña Leonor. Don Juan, enamorado de Inés, se entera de los proyectos de Don Tello de casar a su hija con su sobrino Don Diego, un rival estúpido fanfarrón y petulante. Con la ayuda de Mosquita, su amiga y confidente, tejen un enredo para que el Lindo rechace a Doña Inés por emparentar con una rica condesa viuda. La obra acaba con un final feliz con boda incluida, muy al gusto de la época, y un ridículo Don Diego castigado y humillado ante toda la concurrencia.

Teatro Arcón de Olid, con la versión y dirección de Juan Casado nos describen los enredos que se suscitan alrededor de la figura de Don Diego. Acompañando a este personaje, desfila una galería entrañable de caracteres: Sus dos primas, Inés (Laura Peláez) y Leonor (Virginia Cardeñosa), su tío Don Tello (Pedro Medina), su primo Don Mendo (Néstor Vallejo), su rival y enamorado de Doña Inés, Don Juan (Joaquín Sancho), Lope (Jaime Arévalo) mozo de Don Diego y los infaltables criados, Beatriz (Elena Benito) y Mosquito (Amancio Gil) que aportan la cuota de humor que sigue una línea que se remonta a la Commedia dell’Arte.

Don Diego (Juan Casado), es tan presumido como presuntuoso, dedica su vida por entero a acicalarse y cuando sale a la calle cree que todos los que le miran lo hacen con amor. Guiado por su fanfarronería y egolatría, sume a los personajes que lo rodean en equívocos constantes, plenos de humor y no exentos de una lección moral ya que, la imagen y comportamiento de este “figurón” permite mostrar la repulsa que provoca al ser humano de cualquier lugar y tiempo, el fanfarrón y el narciso en cualquier contexto socio político. Las situaciones son riquísimas y el humor de esta pieza, sumamente actual.

Los actores se desenvuelven en diálogos graciosos, elegantes e inteligentes, juegan con enredos y situaciones cómicas para el deleite del público que llena la sala, y es que, como en toda comedia, el fin último de El Lindo Don Diego es hacer reír, pensar y disfrutar a partes iguales. Así, con esta comedia de enredos en la que se satiriza al personaje «del lindo», el público olvida a los cinco minutos comenzado el espectáculo que está ante una obra escrita en verso, o más bien, comienza a disfrutar de la musicalidad de esos textos cargados de un decir llenos de poesía.

Y aunque la tarea parece sencilla no lo es. Requiere de un gran trabajo por parte de los actores y de la dirección: prosificando el texto y encontrando su “cantar”, apropiándose de los versos para que no pierdan comicidad ni las críticas que encierran, sutilmente, hacia los exacerbados cánones de belleza.

El resultado es exquisito, ya sea por este conjunto de intérpretes de gran talento que, en su estreno estaban como pez en el agua, como por el vestuario a cargo de Isabel Poza o por la destreza con la que Juan Casado, cual experto titiritero, mueve los hilos de sus actores creando puestas de impecable calidad artística.

fotografías: Chuchi Guerra

Luisa Valares – Revista Atticus