Crítica película Gente que viene y bah de Patricia Font

Crítica película Gente que viene y bah

El viento que hincha la vela

Ficha

Directora: Patricia Font

Intérpretes: Clara Lago (Bea), Álex García (Diego), Alexandra Jiménez (Irene), Paula Malia (Débora), Fernando Guallar (Víctor), Carlos Cuevas (León), Carmen Maura (Ángela)

Guionistas: Carlos Montero, Darío Madrona

Basado en la novela: Gente que viene y Bah de Laura Norton

Productor: Francisco Ramos

Productores: Mercedes Gamero, Mikel Lejarza

Productores ejecutivos: Rosa Pérez, Rafael López Manzanara, Iñaki Juaristi

Año producción: 2018

Duración: 97 minutos

 

Sinopsis

La vida de Bea, una joven y talentosa arquitecta, da un vuelco cuando descubre que su prometido, con el que comparte trabajo, se ha liado con una famosa presentadora. Así es como pierde novio y trabajo en el mismo día.

Con el desastre en los talones, Bea no tiene más remedio que volver a su pueblo natal, donde, además de un paisaje idílico, le espera un futuro incierto, una familia como poco peculiar y un “misterioso” y atractivo vecino que pondrá su vida patas arriba.

 

Comentario

Gente que viene y bah es la adaptación de la segunda novela de la española Laura Norton (un auténtico superventas) que lleva a la pantalla de la mano de Patricia Font. Se trata de su ópera prima y Font es la directora del corto Café para llevar protagonizado por Alexandra Jiménez y Daniel Grao ganador del Goya al Mejor cortometraje de ficción en la edición 2015. En ella cuenta, de forma magistral, una historia que desde las tripas llega al corazón. Es una brillante tarjeta de presentación. Muestra una buena parte de los elementos que definen al cine: historia con un buen guion, personajes, ambientación…

La protagonista de esta puesta en largo es Bea (Clara Lago). Joven, arquitecta, guapa, divertida y resuelta. Tiene trabajo y tiene un novio que además ejerce de jefe. Pero una chiquillada va a poner patas arriba lo que creía una vida cómoda, soñada, al lado de la persona que le ha pedido matrimonio, Víctor (Fernando Guallar). Estando en una fiesta, y con un punto más de alcohol, Bea y Víctor ven entrar en la fiesta a una presentadora de TV. Es la chica de moda y para Víctor, en ese juego de adolescentes de confeccionar una lista de con quién te enrollarías con el beneplácito de tu pareja, era la número uno. Empujada por el alcohol, Bea se lanza, le cuenta la fantasía de Víctor y se lo presenta. Error. Ruptura, despido, el caos.

Para tratar de recuperar el karma, Bea se va a casa de su madre, a sus orígenes, al pueblo donde nació. Un lugar idílico situado en el litoral catalán, pero que lejos de encontrar la tranquilidad (por lo menos a nivel sentimental) el pueblo es un microcosmos con sus caciques, con sus chismes, con sus rencillas, con una alcaldesa cuestionada y una familia en el entredicho. Ese microcosmos está protagonizado por diferentes troles femeninos encarnados por la madre y las hijas. A la cabeza tenemos a la madre Ángela (Carmen Maura) que se desenvuelve con cierto pasotismo o, más bien, una práctica del hedonismo. La hermana mayor, Irene (Alexandra Jiménez), es la que ejerce la autoridad, es la alcaldesa del pueblo cuestionada por su trabajo. Para el desarrollo del mismo ejerce el autoritarismo, incluso de manera déspota con lo que se ha granjeado la enemistad de buena parte de sus convecinos. Otra hermana, Débora (Paula Malia) trata de ocultar un secreto. Esta subtrama es la que proporcionará las situaciones más cómicas de la película. Por el contrario, el que quiere gritar al viento su amor es el hermano pequeño de Bea, León (Carlos Cuevas) que mantiene una relación con un policía municipal (Ferran Vilajosana). Al final, todo se resume en una cuestión: ¿eres feliz?

El papel de Carmen Maura es el de la gente que se queda en nuestras vidas. Derrocha ternura, la misma que nos inspira la cinta. Aporta ese punto emotivo. Ella sola es la que puede con todo. Y ella es la que sostiene la película más allá del tirón que tiene Clara Lago, dicharachera, jovial, convincente, pero le falta peso, le falta la madurez de los años. Desde luego que no es la niña de El viaje de Carol (Imanol Uribe, 2002). Con el taquillazo de Ocho apellidos vascos (Emilio Martínez Lázaro, 2015) subió al cajón más alto de la fama aupada por su buen hacer.

La directora, Patricia Font, trabaja la historia del amor romántico desde el punto de vista de que la persona que un día se convierte en el amor de tu vida cambia con el paso del tiempo. Cambia él, pero también cambia ella. Cambiamos todos con la caída de las hojas del calendario. Nos salen arrugas visibles, pero también cicatrices en donde no vemos. Y llega el día que te haces esa pregunta que te ronda la cabeza y que no quieres detenerte a pensar ¿realmente esa es la vida que habías soñado?

 

Bea, en esa vuelta a la infancia, trata de analizar su vida y ver qué es lo que ha pasado con sus proyectos. Ahora se le ofrece la oportunidad de llevar a cabo uno de esos sueños infantiles que le marcaron su vida: la realización de una casa en un árbol. Y esa oportunidad viene de la mano de un buen mozo, Diego (Álex García), con un drama a su espalda. Con esa nueva relación, arranca la comedia romántica. Ese choque de identidades al conocerse dará paso a mostrar un interés y cuestionarse el seguir adentrándose en una relación para la que dicen no estar preparados todavía.

Gente que viene y bah es una película coral. No profundiza en algunos de sus personajes pero que mantiene su interés a lo largo de la misma. Quizás un pero a esta entretenida cinta es la moralina Nos lanza ese mensaje del mundo feliz de Disney que nos recuerda que hay que vivir la vida y preocuparse de las cosas que realmente importa y el amor es una de esas y quién ocupa tu corazón es el viento que hincha la vela.

Os dejo un tráiler:

 

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus