63 SEMINCI Crítica Dogman de Matteo Garrone

63 SEMINCI Crítica Dogman de Matteo Garrone

El pequeño pez y la charca fangosa

 

La trama de Dogman se inspira en la crónica negra de un crimen ocurrido en 1988 que conmocionó a la opinión pública italiana. Pietro De Negri, conocido por sus vecinos como ‘Er Canaro’ (el rapaperros), adicto a la cocaína y dueño de una peluquería canina en Via Magliana, barrio marginal en la periferia de Roma. Hombre de vida tranquila en apariencia, tiene una extraña amistad con Giancarlo Ricci, antiguo boxeador amateur, delincuente y también cocainómano, que entra en su establecimiento cuando gusta, le quita lo que se le antoja, y le humilla y golpea incluso delante de los clientes y de su hija.

Tras el robo fallido en una tienda de ropa, Giancarlo huye y Pietro cumple condena sin delatar a su cómplice, pensando que al salir de la cárcel, Ricci le mostraría algún agradecimiento, pero todo sigue igual.

Harto de tantas vejaciones, Pietro urde un plan para librarse definitivamente de Giancarlo. Le cuenta que debe esconderse para robar cocaína y dinero  a unos traficantes, y le convence para entrar en una de las jaulas que tenía en su establecimiento. Confiesa con todo lujo de detalles las torturas a las que le somete durante siete horas, aunque la autopsia demostró que eran delirios fruto de la cantidad de droga que había consumido para envalentonarse. Lo cierto es que el cadáver se encontró aún humeante tres días después en un vertedero.

Pietro, lejos de estar arrepentido, afirmó que lo volvería a hacer…

Al igual que El taxidermista, Dogman se inspira en la realidad de un hecho aterrador ocurrido en un suburbio mísero. Garrone busca la belleza en la inmundicia para crear una historia simbólica sobre las interrelaciones sociales, emotivas y afectivas, en el microcosmos humano de una sociedad apartada.

El relato se desarrolla en un entorno periférico indefinible, similar a cualquier lugar congelado en el tiempo años después de una catástrofe. Un espacio semidesértico donde todo está destartalado, raído, decrépito… Incluso las personas parecen sombras humanas. Si en algún momento existió algo nuevo, parece que hayan transcurrido varias eternidades…

Marcello (Marcello Fonte) es un peluquero y cuidador de perros con negocio propio, que siente auténtico afecto cargado de delicadeza por todos los canes, por fieros que sean. Perfectamente integrado en la pequeña comunidad y estimado por todos los vecinos del barrio, está relativamente satisfecho con su vida. A pesar de estar separado de su mujer, tiene el dulce cariño de su hija de 12 años, Alida (Alida Baldari Calabria), por la que siente tierna adoración, y emplea el dinero que ‘gana’ llevando a su hija a bucear a lugares lejanos, idílicos. Es durante esas cortas escapadas con Alida cuando Marcelo vive una serena felicidad.

Es un ser sencillo y menudo, de ojos grandes que nos muestran cierta ingenuidad y sonrisa casi permanente. Tranquilo, siempre amable y excesivamente servicial, camina sobre una delgada senda entre luces y sombras. Las luces son su trabajo, el afecto de sus vecinos y su gran sol, Alida. Las sombras son su afición a la cocaína, con la que trafica, pero sólo con conocidos, lo que le lleva a comenzar una desigual camaradería con un boxeador retirado llamado Simone (Edoardo Pesce), un ser inhumano que, como una locomotora descontrolada, arrolla todo y a todos los que se cruzan en su camino con el único derecho de su fuerza bruta y su primitiva animalidad. Marcello, demasiado amable y servicial, va entrando en la oscuridad en su relación con Simone, al que guarda una lealtad casi perruna. Presencia palizas, asesinatos, participa en hurtos,… se va resistiendo cada vez menos hasta que Simone decide utilizar su local para desvalijar el negocio de al lado, el de su vecino, y termina en la cárcel durante un año. Al no delatar a su cómplice, espera ganarse su respeto y cobrar su parte del botín… Pero cuando sale es un apestado en el barrio y con Simone todo sigue igual, hasta que le golpea delante de su hija, a la que ahora ve escasamente, y algo cambia el él. Hasta buceando con Alida la figura brutal de Simone le atenaza. El odio se apodera de Marcelo y maquina un plan para vengarse, asesinarlo…y así recuperar su vida…

Con una atmósfera deliberadamente enrarecida, sucia, nebulosa en tonos azulados, grises y amarronados, los personajes no terminan de identificarse como buenos o malos, y a pesar de la violencia de determinados comportamientos, no es explícita. Hay también pequeños momentos cómicos, como cuando Marcello está masajeando a un mastín napolitano o añadiendo laca a una caniche, o intenta pasar desapercibido cara a una pared,… Es, más bien un retrato sociopsicológico de una pequeña sociedad fronteriza, fangosa… que puede trasladarse a cualquier punto del planeta.

Dogman sería la antítesis de Gomorra, aunque se complementan como las dos caras de la misma moneda. En el segundo caso, los poderosos devoran a los pequeños, y en el primero es el pez chico el que termina eliminando al pez grande, el que apabulla a todos. ¿Quién, en un momento determinado no hemos imaginado al flaco enjaretando un sonoro sopapo a mano abierta al gordo?

No es una película agradable de ver. Aparte de su atmósfera irrespirable y la oscuridad de los personajes, la historia se recrea dilatándose excesivamente. Hubiera sido un más que notable cortometraje. Lástima.

Os dejo un tráiler:

Pilar Cañibano

Revista Atticus