Link, link, Circus – Isabella Rossellini Teatro Calderón

Link, link, Circus en el Teatro Calderón, Valladolid

Isabelle Rossellini

Los aplausos del final resultaron tranquilos, de compromiso, sin continuidad, querían decir a las claras que aquello no había tenido tensión, suspense, sorpresa, efecto…  El único que recibió premio fue Pan, el perro de Isabella Rossellini. Cada cosa que hacía en el escenario su dueña le compensaba con una golosina (o algo parecido). Se nota que es joven, no tiene prohibido el dulce y está educado en la teoría conductista: palo y zanahoria.

Es evidente que los árboles altos cogen más viento. En este caso Isabella Rossellini está más sujeta a críticas que una actriz que acaba de empezar en la profesión. A eso vamos. Esta noche la voz de IR es lo mejor que tiene Link, Link, Circus. Su voz suena bellísima pero lo que dice no encuentra mucho sentido en el patio de butacas. Lo encontraría sentido en una clase de biología. ¿Qué hace un animal? ¿Por qué lo hace? ¿Es posible comprender el comportamiento animal? ¿Tienes los animales memoria, emociones? ¿Los animales tienen la capacidad de reflexionar? ¿Qué es más importante el instinto o la razón? Etcétera, etcétera, etcétera.

Isabella Rossellini tiene un estilo reconocible. Su aspecto escondía y esconde una fuerza interior admirable. Pero esta noche todos los gestos y movimientos que realiza en el escenario no revelan ninguna emoción y como espectador me aburro de lo lindo.

Siempre he tenido una idea activa de la filosofía. Me interesan las cosas prácticas: no tanto como conocer más sino lo más interesante como vivir mejor. Desgraciadamente esta noche me voy a casa teniendo la sensación de que ha habido una distancia prudencial entre lo que he podido entender y controlar y la vacuidad de lo visto y subtitulado.

Me acordé de lo que dice Tony Judt es su libro El refugio de la memoria dice que la abundancia de recursos que dedicamos al entretenimiento solo sirve para escudarnos frente a la pobreza del producto; lo mismo que en política, donde la cháchara incesante y la retórica grandilocuente enmascara una profunda vacuidad.

Marcos Pérez

Revista Atticus