El hundimiento del Museo Patio Herreriano

El hundimiento del Museo Patio Herreriano

Después de salir del Museo Patio Herreriano, de ver Valladolid con carácter, Letras que cuentan, en la Sala O, tengo la sensación de que este Museo ha tocado fondo. De que está la deriva por mucha presentación “ostentorea”  que diría el ínclito Jesús Gil y Gil que realicen las autoridades de turno.

La sensación es la de que estás en un pasillo continuo. Menos mal que es gratis, si no, no creo que entrara nadie. Visitar La Sala 0 esta mañana es recordar el pasillo del colegio donde estaban expuestos los mejores trabajos del mes realizado por los alumnos de 3º de Bachillerato. ¿Y esta es la Sala donde exponen la flor y nata de los artistas locales? ¡Madre mía que despropósito! Mejor que llamarla Sala O, sería Prestigio 0 para decir las cosas por su nombre.

¡La atmósfera lo es todo! Y aquí la atmósfera es desoladora. Sí que está Genovés y Leiro y Antonio López ¿pero y qué? Eso ya nos los sabemos. Lo que necesita este Museo es definirse y no convertirse en un cajón de sastre y vender gato por liebre. ¡Eso, no!

Y un criterio de selección serio, riguroso, honesto y muchas cosas más. Se va a acabar la legislatura y todavía no saben a quién poner de director. Y este Museo sin director es como un jardín sin flores.

De que sirven que le visiten no sé cuántos. De nada. Es necesario hacerle una cura de urgencia por un cirujano solvente que esté dispuesto a jugarse su prestigio para poner a una de las joyas del Ayuntamiento de Valladolid en órbita y dejarse de juegos florales que no van a ningún sitio.

Claro que de esto te das cuenta si le visitas con frecuencia y no el día que van los fotógrafos. El personal del Museo amabilísimo, atiende y cuida las exposiciones con mimo. Pero si comparas otro museo de otras ciudades como Valladolid te das cuenta de que  algo no funciona.

Me decía el otro día una recepcionista de un hotel de aquí que los turistas van poco a ese Museo porque no hay manera de vendérselo (lo mismo vale para un roto que para un descosido), que se van al de Escultura. Pero claro,  allí está María Bolaños, esa joya.

A.M.L.

Revista Atticus