Valladolid candidata a Ciudad Patrimonio de la Humanidad

Valladolid aspira a ser Patrimonio de la Humanidad

«Cuna del Estado moderno»

 

El pasado 1 de marzo, la ciudad de Valladolid y su provincia presentó ante la sociedad su candidatura a convertirse en ciudad Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, dentro de la línea «Conjunto histórico» en su papel de ciudad «cuna del Estado moderno». El acto tuvo lugar en el Museo Nacional de Escultura. Contó con la participación del alcalde de Valladolid, Óscar Puente; el presidente de la Diputación Provincial, Jesús Julio Carnero; el cardenal arzobispo de la ciudad, Ricardo Blázquez; y el rector de la Universidad de Valladolid, Daniel Miguel San José.

 

Todo da comienzo en 1469 en el palacio de los Vivero…

 

La secreta boda entre dos príncipes en el palacio de los Vivero, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, ha provocado en el devenir del mundo tal cúmulo de acontecimientos que, ante la imposibilidad de narrarlos todos en una historia interminable, nos llevan a proporcionar unas breves pinceladas aisladas de lo que no sólo fue, sino que permanece y lo que se desprende de su historia y vivencias a día de hoy.

Sería imposible hablar del descubrimiento de América si los Reyes Católicos no hubieran financiado el viaje de Colón y todas las vicisitudes posteriores que de él se derivaron hasta la actualidad.

La política matrimonial de Isabel y Fernando trajo a Valladolid el primer representante y rey consorte de la casa Habsburgo, que tomó el nombre de Felipe I de Austria, esposo de Juana de Castilla. De esta unión nació el rey emperador Carlos, cuya impronta puede apreciarse no sólo en media Europa sino al otro lado del gran océano  y que hizo de nuestra ciudad su residencia favorita, corte administrativa, religiosa, cultural, jurídica, política y pionera de los derechos humanos.

De su matrimonio con Isabel de Portugal nació el rey Felipe II, que heredó amplias posesiones de su padre en Europa, unió los reinos de España y Portugal, con sus territorios en América y África, continuó y amplió las relaciones con Asia y a punto estuvo de ser rey de Inglaterra. Su grandeza, a pesar de la leyenda negra que le persiguió, retumba hoy en la mente de todos no sólo por el dominio territorial, sino por sus aportaciones en el terreno cultural en general, religioso, administrativo, político, militar, urbanístico, científico, médico e incluso de la moda.

A pesar de tomar la decisión de trasladar la capitalidad real de Valladolid a Madrid a causa del disgusto que provocó en tan católico rey la durísima erradicación de un importante foco luterano en 1559, su respuesta tras el fatídico incendio de 1561 fue inmediata, ayudando y contribuyendo generosamente a la reconstrucción de la ciudad que le vio nacer y de la que tenía tantos recuerdos.

Su hijo, Felipe III, rey que traslada de nuevo la corte a Valladolid durante el llamado lustro dorado, ya que la corte de los Austria alcanza el período de mayor refinamiento conocido hasta entonces, concentrado y dirigido desde esta ciudad. Bien es cierto que no se puede mencionar a Felipe III sin hablar del duque de Lerma. También es verdad que este personaje ha pasado a la historia tristemente por sus puntos negativos, pero su buen hacer y sus consejos lograron que Felipe III y la corte de Valladolid destacasen en política interior y exterior, en el terreno de la diplomacia, impulsaran el desarrollo de la cultura, las artes, ciencias, medicina, moda, gastronomía, etc… alcanzando tales cotas de esplendor que no se han vuelto a repetir aglutinadas en una corte, en tan breve período de tiempo, y mucho menos en una  ciudad y su territorio.

Del matrimonio de Felipe III con Margarita de Austria Estiria nacen en Valladolid: Ana de Austria, esposa de Luis XIII de Francia y madre del Rey Sol; y Felipe IV, llamado El Rey Planeta porque era casi soberano del mismo. A pesar de ser un rey inteligente y preparado dejó el gobierno en manos de un oscuro conde duque de Olivares, con el que comenzó la decadencia de la grandeza de los Austria y continuó, por ende, la de Valladolid.

El deterioro físico del rey Carlos II sólo puede comprenderse debido a la consanguinidad de generaciones. En contra de su mala fama, Carlos II era un rey responsable, inteligente y cultivado, que heredó un imperio en franca decadencia. Era un gran admirador de la figura de su antecesor Carlos I, idolatraba a su bisabuelo Felipe II, y era conocedor del amor paterno filial que se respiraba en la corte de Felipe III, en la que nació su padre. De esta admiración nace su cariño por Valladolid, ciudad a la que quiso venir a casarse y a la que otorgó nuevo impulso mediante favores reales y talleres textiles, que supusieron en su momento un crecimiento económico y social.

Asimismo, la ciudad de Valladolid está íntimamente vinculada con el territorio que le arropa y al que está vinculada, no sólo por proximidad geográfica sino de todas las índoles: cultura, leyes, economía, espiritualidad, arquitectura, cinegética, defensa… El intercambio y trasiego entre todos los habitantes del territorio de Valladolid fue fructífero y constante.

Toda la vida en Valladolid durante siglos ha tenido y tiene no pocas repercusiones en el mundo actual, desde el cine con películas como Juana la Loca (2001) de Vicente Aranda, 1492: La conquista del paraíso (1992) de Ridley Scott, Cristóbal Colón: el descubrimiento (1992) de John Glen, La Misión (1986) de Roland Joffe, Aguirre, la cólera de Dios (1972) de Werner Herzog, La conjura de El Escorial (2008) de Antonio del Real, El rey pasmado (1991) de Imanol Uribe, y las series: Isabel (2012-2014) dirigida por Jordi Frades, Carlos, Rey Emperador (2015-2016) con distintos directores por capítulos, además de varios episodios de la original El Ministerio del Tiempo. Y continuando con el cine, ¿qué sería de todos las películas y series sobre los tres mosqueteros sin la figura de Ana de Austria, nacida en Valladolid?, ¿y de la literatura?  Y hablando de las letras, si el duque de Béjar no hubiera financiado la primera edición del Quijote en Valladolid la pérdida sería irreparable, además del mundo de la literatura hispánica, de todos los investigadores que se han centrado en la figura de Cervantes y su personaje más famoso, Don Quijote y en Lope de Vega y el teatro, o la poesía de Quevedo o Góngora ¿Y qué sería de la larga lista de famosos investigadores hispanistas, que va creciendo cada vez más? ¿Existiría el Instituto Cervantes?

Siguiendo con los numerosísimos interrogantes, si volviésemos de nuevo la vista hacia el mundo de las artes, no veríamos el Kunsthistorische Museum de Viena de la misma forma, porque las salas dedicadas a Pantoja de la Cruz no existirían, ni el Museo del Prado de Madrid sería igual, ni en Valladolid habría un Museo Nacional de Imaginería, entre otros muchos cambios y pérdidas.

¿Serían los estudios de Teología y Literatura religiosa los mismos sin las figuras de Teresa de Jesús o Fray Luis de León? Teología y Literatura que estudió y practicó en Valladolid Quevedo mientras se divertía insultando a Góngora, quien acuñó en esta ciudad el famoso dicho de Ándeme yo caliente y ríase la gente. O cómo Lope pasaba largas temporadas alojado en casa del de Lerma para quien escribió algunas de sus más notables comedias al tiempo que sopesaba ‘colgar o tomar los hábitos’ perseguido por sus escándalos de faldas.

Si las casas principales de las órdenes religiosas no se hubiesen situado en Valladolid y no hubiesen trasladado su religión, enseñanzas, edificaciones, cultura, economía y modo de vida al continente americano, todo ahora sería completamente distinto, incluido Estados Unidos y Canadá, descubierto y explorado por españoles antes de entrar la cultura anglosajona. Brasil no sería el mismo sin las órdenes de los jesuitas y los franciscanos españoles. Y los jesuitas no existirían si los Austria no hubieran traído con ellos la Pietas Austriaca… Las reivindicaciones sobre derechos humanos hubieran salido adelante, sí, pero no de la misma forma ni tan temprano…

Y así sucesivamente, iríamos desmontando la historia que conocemos. Desde la moda del negro como símbolo de elegancia y distinción, pasando por la cocina francesa, o el chocolate que tanto acompaña a medio mundo en el tiempo frío o los cruceros por las costas latinoamericanas, o tantas ciudades en el mundo con nombre español. Sería impensable la imagen de todos los pueblos indígenas americanos sin la compañía de sus caballos… Cierto es que hubo momentos para olvidar, pero las luces superan con creces a las sombras. Y, sobre todo, la historia hubiera continuado, claro que sí, pero sería otra.

Pilar Cañibano – Carlos Ibañez

fotografías: Chuchi Guerra – Luisjo Cuadrado

Revista Atticus