Crítica película La forma del agua de Guillermo del Toro

La forma del agua

La Bella también se puede enamorar de la Bestia

Ficha

Año: 2017

País: EE.UU.

Dirección: Guillermo del Toro

Intérpretes: Sally Hawkins, Michael Shannon, Richard Jenkins, Doug Jones, Michael Stuhlbarg, Octavia Spencer, Nick Searcy, Lauren Lee Smith, David Hewlett, Nigel Bennett, Morgan Kelly, Madison Ferguson, John Kapelos, Allegra Fulton, Stewart Arnott, Martin Roach, Marvin Kaye

Guion: Guillermo del Toro, Vanessa Taylor

Música: Alexandre Desplat

Fotografía: Dan Laustsen

Distribuye en cine: Fox

Sinopsis

Un sobrenatural cuento de hadas que, con el telón de fondo de la Guerra Fría, transcurre en Norteamérica alrededor del año 1962. En el oculto laboratorio gubernamental de alta seguridad donde trabaja, la solitaria Elisa (Sally Hawkins) se halla atrapada en una vida regida por el aislamiento. La vida de Elisa cambia para siempre cuando, junto con su compañera Zelda (Octavia Spencer), descubre un experimento clasificado como secreto.

 

Comentario

«Incapaz de percibir tu forma,

te encuentro a mi alrededor.

Tu presencia llena mis ojos con tu amor.

Mi corazón es humilde entonces,

porque estás en todos lados».

 

La acción se desarrolla en un momento de la Guerra Fría, allá por 1963. Elisa Espósito (Sally Hawkins) es muda pero no sorda. Su vida es rutinaria como la de tantos otros: se levanta, se da un pequeño homenaje en su aseo diario; coge el bus para ir al trabajo; trabaja; vuelve a cogerlo en su regreso dando una cabezadita y de nuevo en su casa. Solo tiene dos amigos: Giles (Richard Jenkins), un tipo sexagenario, homosexual y vecino de Elisa; y Zelda Fuller (Octavia Spencer) mujer afroamericana que es su compañera inseparable. Se comunica con ambos con un rudimentario y pequeño lenguaje de signos. Las dos amigas trabajan en labores de limpieza en una gran empresa, una especie de laboratorio de investigación. Allí, con el máximo secreto posible, se encuentra custodiada una extraña figura, un ser casi mitológico, mitad humano, mitad pez, un hombre anfibio, de cuerpo atlético recubierto de escamas. Fue raptado del Amazonas donde era considerado por las tribus indígenas poco menos que un Dios. Está siendo sometido a todo tipo de vejaciones. Los militares andan detrás de él para enviarlo como experimento a la órbita y ganar la carrera espacial a los rusos.

El papel que desarrolla Elisa era para lucirse. Así lo ha hecho. Habrá un antes y después en la vida de Sally Hawkins. La actriz británica ya ganó un Globo de Oro en 2008 a la mejor actriz de comedia por su interpretación en Happy Go Lucky. Estuvo nominada al Oscar por su papel de Ginger en la película de Woody Allen Blue Jasmine (2013). Logra dar vida a una huérfana, de aspecto frágil y muda a la que no le dan miedo los monstruos. Empatiza desde el primer momento con el rey anfibio. No es de extrañar: es lo más interesante que le pasa en su anodina vida. Es la única distracción que tiene, además de vigilar que su vecino coma algo decente. Esta sintonía tiene que ver con que los dos seres son algo «raros» a los ojos de los demás, a los ojos de la «gente normal». Para mayor enjundia sus dos amigos son otras personas, que de una manera u otra, se les puede considerar de marginales. Una es negra y el otro es homosexual. Son dos matices que no hay que dejar de lado. Octavia Spencer da vida a Zelda como esposa amantísima y trabajadora que no quiere problemas. Un rostro muy conocido a raíz de su interpretación (y premios, Oscar mejor actriz de reparto) en Criadas y señoras (Minny Jackson, 2011). Richard Jenkins se pone en la piel de Giles, un publicista, gay que juguetea con su peluquín tratando de ganar tiempo a la vida o lo que es lo mismo, tratando de retrasar ese reloj biológico que a los hombres se nos marca en la cabeza con la pérdida del cabello. El denominador común de los tres (más el monstruo, interpretado por Doug Jones, actor especializado en mímica) no es otro el de que están ansiosos tanto de dar como recibir amor. Ya vemos, no son tan diferentes a nosotros.

En el otro lado, como antagonista tenemos a un malvado personaje interpretado por Michael Shannon un camaleónico actor con alguna importante nominación. Su papel es de esos que también te dan un empujón en tu carrera. Un monstruo, en este caso, bien diferente al anfibio. Ejerce la fuerza brutal, tirano, desconsiderado, déspota, machista bajo una superficial capa de buen padre que la única obligación que cumple es la práctica en la cama. Un reflejo de su alma ennegrecida son los dos dedos putrefactos que le fueron reimplantados tras un episodio con el rey del Amazonas.

 

El director mexicano Guillermo del Toro vuelve con su fantasía en forma de cuento de hadas. Supone una revisión del mito de la Bella y la Bestia. Un cuento que viene a simbolizar la animalidad que está integrada en la condición humana. Muchos son los cuentos populares que hablan de un príncipe convertido en un monstruo y que es redimido por el beso y el amor de una doncella.

La Bella está encarnada en Elisa, quien a pesar de esa pequeña dificultad que tiene a la hora de comunicarse con los demás, es la única que ha sabido relacionarse con la criatura fantástica. Ha descubierto que si das amor, recibes amor y que si te relacionas con violencia las respuestas irán en ese sentido. Muy obvio pero que pasa desapercibido para aquellos otros que tienen voz y a quienes se les presume mayor capacidad para relacionarse con sus congéneres. Pero se trata más bien de un lenguaje universal. La Bestia, el monstruo marino, pronto dejará de ser un ogro y se mostrará como una criatura marina antropomórfica con su puntito de atracción y de corazón.

Esta fórmula ya la utilizo Guillermo del Toro en su exitosa El laberinto del fauno (2006). Se percibe la mano en el cuidado diseño de producción, en la recreación del animal antropomórfico y en la ambientación, tanto del lugar supersecreto, como de la casa de Elisa.

Su reconocimiento como mejor director en los pasados premios Globo de Oro pone una guinda a ese buen hacer en el cine fantástico. Trece nominaciones a los Oscar y una larga serie de galardones parecen compensar, por fin, a Del Toro, quien ha demostrado en su realización un amor por el cine, dotando a sus creaciones de una personalidad propia. Su colección de monstruos entrañables pasará a la historia del cine. El director demuestra que se puede llorar viendo a un monstruo de cuerpo atlético lleno de escamas que es capaz de arrancar la cabeza a un gato pero también de ser lo más delicado en el abrazo. La película es original en su concepción y máxime en un momento donde los efectos digitales y las grandes explosiones están a la orden del día. Hay dos claros antecedentes por un lado La mujer y el monstruo (Jack Arnold, 1954) donde también había un monstruo marino como protagonista. Y una cinta más cercana y con ciertas reminiscencias en cuanto al amor de un humano y un pez es Un, dos, tres, Splash (Ron Howard, 1984). También existe una película rusa, El hombre anfibio, de Vladimir Chebotaryov y Gennadi Kazansky. Creo que la idea subsiste en las dos más antiguas, pero nada que ver con la creación de Guillermo del Toro. Se pueden ver unos tráiler en YouTube.

Sobresaliente es el apartado de fotografía de la mano de Dan Lausten. Colores fríos, azules y grises ayudan a construir una atmósfera que se convierte en el hábitat ideal para la joven y el rey marino. Todo se puede resumir en la gran escena de la habitación llena de agua.

El otro apartado técnico destacable es la banda sonora. Claro que tampoco nos sorprende mucho al ver a su responsable en los títulos en la gran pantalla: Alexandre Desplat (El Gran Hotel Budapest –ganador de un Oscar- y El discurso del rey por destacar alguna). La simbiosis entre fotografía y música es capaz de expresar todo aquello que no puede decir con su voz la protagonista.

A pesar de todo lo que he escrito hasta el momento, no considero que La forma del agua sea la gran película redonda que esperaba. Viene avalada por un sinfín de galardones y de nominaciones que a buen seguro darán como botín un elevado número de estatuillas. Pero le falta algo. ¿Qué es una película redonda? No lo sé, pero mi sensación al salir del cine es que le faltaba algo. Aun así, es una propuesta que bien merece la pena. Es emotiva y directa al corazón.

La forma del agua es una fábula fantástica pero que a pesar de ese aparente envoltorio bello y banal, nos habla del gran drama humano que constituye el rechazo al ser diferente. Los prejuicios al feo, al marginado, al distinto de color, al diferente en cuanto a su orientación sexual no hacen más que acentuar en ese denominador común de todos ellos: el amor. Todos tenemos capacidad de amar, o de por lo menos poder empatizar con todos ellos. Una bella fábula más necesaria que nunca (por cierto, demencial que acusen a Guillermo del Toro de propugnar la zoofilia). La forma del agua, bajo su aparente ligereza, ofrece una poliédrica visión. Hay una feroz crítica al racismo, a la homofobia, al papel de la mujer dentro de la sociedad y a esa vida acomodada (en este caso americana) que de cara al exterior, en el hogar es todo felicidad y alegría, pero que si escarbas descubres que lo que era modélico solo es un mundo doméstico vacuo, donde el hombre/marido no es más que un miserable. Toque mágico y fantástico para endulzar la podredumbre de la insatisfacción.

La vida es lo que nos queda del naufragio de nuestros planes.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus