Crítica película Hikari (Hacía la luz) de Naomi Kawase 62 SEMINCI

Crítica película Hikari (Hacía la luz) 62 SEMINCI

Naomi Kawase

Tras Una pastelería de Tokyo, (con la que se alzó el premio a la mejor dirección, 2015) Naomi Kawase acude a una nueva cita de la SEMINCI.

La película tiene como protagonista a una joven, Misako, guapa y delicada, que desarrolla la descripción de imágenes para el audio de personas ciegas. Los ciegos acuden a la sala para escuchar el sonido de la película y por medio de un auricular oyen el retrato «de lo que pasa» en la pantalla. Una tarea nada fácil. Puedes caer en ofrecer demasiada información y destruir los silencios o quedarte corto. Esto lo sabe muy bien Nakamori. De profesión fotógrafo, alrededor de 50 años, reputado profesional, huraño en su comportamiento, está sufriendo la pérdida paulatina de la visión. A diferencia del resto de asistentes a estas proyecciones, él ve un pequeño mundo a pesar de ser mínimo su campo de visión.

Hikari (Hacia la luz) se centra en la relación de los dos protagonistas. Masaya Nakamori (Masatoshi Nagase) es muy duro con el trabajo de Misako (Ayame Misaki). Gracias a esto ella va puliendo su estilo. Quiere ser muy precisa. Sus comentarios tienen que ser como microcuentos. En apenas dos líneas concentrar todo. Escribir y reescribir. Pulir constantemente para que su comentario aporte lo que nos es explicito ante nuestro ojos pero no que interprete los sentimientos de los actores. A ella le toca desentrañar que es lo que piensa en su oscuridad traumática Nakamori. El fotógrafo se muestra hierático ante los comentarios que de la película hace Misako. Ambos se irán conociendo y puliendo sus diferencias.

La directora japonesa ha realizado una película bella por sus imágenes, con un abanico de colores cálidos, jugando con los reflejos irisados, con la luz dorada de los atardeceres. Utiliza primeros planos, la mayoría de las veces centrándose en los ojos de los protagonistas, para acentuar el discurso. Pero también una película atractiva por un tema no tan conocido y que aporta luz y hace que nos planteemos que aquellos que tenemos la facultad de ver si somos capaces de explotarla al máximo. Nakamori de su defecto hace una virtud y realiza un bello retrato a la joven Misako.

Kawase vuelve a conjugar el sufrimiento personal con la belleza del entorno, de la naturaleza que rodea a los personajes. Unos personajes bien construidos pero que quizás echemos en falta saber más de la vida de la protagonista. Excelente tratamiento de la luz con un magnífico subrayado en cuánto al sonido y los temas musicales. Muchos de los encuadres resultan admirables poemas visuales.

Una bella metáfora que nos invita a la búsqueda de la luz y que sea cual sea nuestra situación salgamos en busca de ese atardecer diario, que es único e irrepetible.

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus