61 SEMINCI. Crítica Sufat Chol – Sand Storm o Tormenta de arena

61 SEMINCI

Sufat Chol (Tormenta de arena – Sand Storm)

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Dirección: Elite Zexer; Guion: Elite Zexer; Intérpretes: Lamis Ammar, Ruba Blal-Asfour, Haitham Omari, Khadija Alakel, Jalal Masrwa; Productora: 2-Team Productions; Producción: Haim Mecklberg, Estee Yacov-Mecklberg; Fotografía: Shai Peleg, en color; Montaje: Ronit Porat; Música: Ran Bagno; Duración: 87’.

Sinopsis

Comienzan los festejos nupciales en una aldea beduina del sur de Israel y Jalila se ve obligada a pasar por una situación muy incómoda: tendrá que ejercer de anfitriona en la boda de su marido Suliman con una segunda esposa mucho más joven que ella. Durante las celebraciones, Jalila descubre la relación de Layla, su hija mayor, con un joven de su universidad: una relación estrictamente prohibida que avergonzaría a la familia. Además de tener que transigir con la indignidad de que Suliman y su nueva esposa vivan al lado de ella, Jalila intenta frenar el noviazgo de Layla mostrándose rigurosa con esta última. Pero su hija, que es más joven y cuyo espíritu es más libre, quiere vivir una vida distinta…

Comentario

Sufat Chol es una película israelí con la que debuta en la dirección la joven Elite Zexer. La directora ha dejado a un lado el conflicto de su pueblo con Palestina y se ha centrado en mostrar otra parte de ese Israel menos conocido. Se trata de los pueblos beduinos. En este caso de una comunidad de ellos afincada en el sur de Israel, en el desierto de Neguev. Los beduinos habitaban los desiertos de Arabia Saudita, Siria, Jordania, Irak e Israel y también se expandieron por el norte de África. Algunos de los rasgos característicos del pueblo beduino son el honor y su ardor guerrero que forman parte de un conjunto de tradiciones de gran calado en su sociedad. Unas tradiciones que perviven en la actualidad. Entre estas se encuentran la poligamia y que el padre concierte el matrimonio de sus hijas dentro de los hombres de su clan, aunque estos sean unos auténticos desconocidos para ellas. Ambas cosas, poligamia y casamiento a la fuerza, son tratados bajo el prisma de una mujer, lo cual confiere a la cinta un especial interés.

La película arranca con nuestra joven protagonista Layla conduciendo un coche junto a su padre, Suliman. Por un lado nos muestra algo de apertura, eso sí a la llegada del pueblo rápidamente se cambian de posiciones. Y por otro lado vemos una estrecha relación, de gran cariño, entre ambos. Pero la cosa enseguida vemos que no marcha bien. La ceremonia que se celebra es el matrimonio de Suliman con su segunda esposa, algo más joven (y más oronda, todo sea dicho) que no es bien visto por Jalila (la primera) aunque, de cara a la galería, tenga que hacer la vista gorda. Todo sea por el qué dirán.

Jalila, a pesar de saber que esto le podía ocurrir, no está preparada para ello. Por si esto fuera poco, tiene que lidiar con el descubrimiento que acaba de hacer y que no es otro que su hija anda coqueteando con un chico de la universidad. Demasiadas emociones en un mismo día.

Cuando regrese su padre de su luna de miel, Layla está dispuesta a hablar con él y tratar de convencerle para que reciba a su novio y acuerden el matrimonio. Pero Suliman ya tiene otro novio para su hija.

La película funciona. La historia es contada casi como si de un documental se tratara y nos vemos metidos de llenos tanto en las ceremonias como en el cuchitril que tiene por vivienda (eso sí, la primera esposa, porque con la segunda el marido ha tirado la casa por la ventana, gracias a la dote, y justo al lado se ha construido una casa con todas las comodidades, incluso luz, que en la anterior no tiene y que funciona como una metáfora, ya que al marcharse de viaje les ha dejado solo con el generador y encima estropeado, es decir, sin luz).

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Sufat Chol tiene una clara vocación de denuncia. Está poniendo en el objetivo al hombre. El hombre no sale muy bien parado en ella. Es un calzonazos porque hace «lo que tiene que hacer», no lo que quiere hacer. Si un hombre pudiendo, es feliz casándose con dos mujeres y disfruta teniendo dos suegros/suegras y la vida le sonríe en las reuniones familiares con una cuadrilla de cuñados, pues allá él. Si ese ha sido su sueño de toda la vida, qué con su pan se lo coma. Pero que decida el porvenir de su hija y la obligue a casarse con un desconocido prometiéndola que es un hombre bueno «y que le va a tratar bien» pues eso no. Hasta que los hombres no decidan basta, hasta aquí hemos llegado con estas estúpidas ancestrales tradiciones, las luchas de personas encarnadas en el personaje de Layla serán estériles. Van consiguiendo pequeñas libertades (como el hecho de ir a la Universidad o poder salir de su reducida comunidad) pero les queda mucho por hacer, porque ellos, los hombres, están acomodados a las viejas tradiciones, y no me extrañe les va tan bien. Sin embargo, las mujeres, así en general, son mucho más fuertes, apechugan con lo que haga falta. Si tiene que hacer toda una colada a mano porque el sinvergüenza del marido le ha dejado sin luz, pues lo hacen. Y si le tienen que espetar a la cara: ¡sé un hombre! Pues se lo dice, a pesar de que eso le acarreará la ruina.

La frustración que siente Layla da paso a la esperanza. Sobre todo cuando ya está vestida de novia merengue y dirige una última mirada a su hermana pequeña como diciendo: que no te pase como a mí; toma nota y espabila y que para ti no sea tarde. Esa mirada final es emotiva y supone un resquicio a la esperanza, a esa nueva generación que ponga fin a esos matrimonios concertados tan odiosos (y otras deplorables costumbres).

Una ópera prima que técnicamente presenta alguna secuencia rodada con una gran dificultad técnica como es la de rodar en interiores con muy poca luz, casi a oscuras. Constituye toda una carta de presentación ante futuros proyectos. Incluso con nota alta también para el apartado musical, con algunos temas llenos de ritmo.

El único pero que se le puede echar en cara es que es un tema manido. Es un tema que ya lo hemos visto, casi por desgracia, demasiado, incluso en esta misma edición o en el año pasado como fue Mustang.

Layla no es un personaje inolvidable; sí que lo es para recordar, quizás por el hecho de poder haber compartido con una bella Lammis Ammar una charla al término del film. Esto es lo que también hace grande a la SEMINCI.

Os dejo un tráiler (subtitulado en inglés):

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus

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