Caravaggio en Madrid. Exposiciones en el Museo Thyssen-Bornemisza y Palacio Real

Caravaggio en Madrid. Exposiciones en el Museo Thyssen-Bornemisza y Palacio Real

CARAVAGGIO, EL MODELO A SEGUIR DE UNA ÉPOCA

“Cuando se preguntó al artista por qué no escogía como modelo las estatuas antiguas, por toda respuesta extendió la mano hacia una multitud de personas, indicando que la naturaleza le había provisto ya de más que suficientes maestros, y entonces pintó una muchacha sentada en una silla que allí se encontraba, con las manos en el regazo, en actitud de secarse el cabello, y, añadiendo en el suelo un frasco de ungüentos, joyas y piedras preciosas, la hizo pasar por Magdalena”.

Gian Pietro Bellori. Carmona Mato: El arte y sus creadores, nº12

 

En Madrid tenemos la ocasión única de ver obras de Caravaggio en dos grandes exposiciones, tanto el Museo Thyssen-Bornemisza como el Palacio Real acogen en su programación estival una muestra dedicada al artista. Si bien es cierto que resulta incongruente la incapacidad de ambas instituciones por aunar las obras del protagonista con las que contaban, no se puede dejar de subrayar la calidad de las obras reunidas. Eso sí, por lo menos ambas instituciones se han puesto de acuerdo para ofrecer una entrada conjunta a un precio reducido.

 

Aspecto de una de las salas en el Museo Thyssen-Bornemisza
Aspecto de una de las salas en el Museo Thyssen-Bornemisza

Caravaggio y los pintores del norte, comisariada por Gert Jan van der Sman, es el título con que se ha designado a la exposición en el Museo Thyssen -Bornemisza. En ella podemos ver cómo Caravaggio proyectó su influencia hacia el norte de Europa, siendo sus primeros simpatizantes Rubens o Adam Elsheimer, cuya obra Judit y Holofernes se exhibe en el museo. Pero no solo estos, si no que en el recorrido de la exposición se puede ver también a Hendrick ter Brugghen, quien estuvo un tiempo en Roma admirando la obra de Caravaggio y al volver a Utrecht continuó el estilo de este. Además se incluyen obras de los franceses Claude Vignon, Simon Vouet y Valentin de Boulogne entre otros muchos artistas. La muestra reúne alrededor de cincuenta y tres cuadros, procedentes de diversos museos, instituciones y colecciones privadas. Un punto a su favor es la sencillez con la que está todo dispuesto, nada más entrar tenemos a la derecha una pared que explica cronológicamente los diversos acontecimientos del artista y su progreso, además, los colores de las paredes (rojo y amarillo claro) hacen que las obras resalten mucho más, evitando la monotonía, aunque sin duda una de las obras que más llama la atención es El sacrificio de Isaac.

La Buenvaventura, 1595-1596, Caravaggio. Óleo sobre lienzo, 115 x 150 cm. Pinacoteca Musei Capitolini, Roma
La Buenvaventura, 1595-1596, Caravaggio. Óleo sobre lienzo, 115 x 150 cm. Pinacoteca Musei Capitolini, Roma

Por su parte el Palacio Real alberga la exposición  De Caravaggio a Bernini. Obras maestras del seicento italiano en las colecciones reales, organizada por Patrimonio Nacional y comisariada por Gonzalo Redín. Es en el interior del palacio donde podemos  contemplar algunas de las majestuosas pinturas y esculturas realizadas en el siglo XVII en Italia, recibiendo la denominación italiana de Seicento. Se articula en cuatro bloques, ofreciendo un itinerario completo por las diversas escuelas italianas del momento. La primera sección De Bolonia a Roma nos sitúa en dos de las ciudades papales más importantes del momento, las cuales dotaban a las colecciones reales de regalos diplomáticos, como son Lot y sus hijas de Guercino o El triunfo del emperador romano de Lanfranco, pero no solo tenían este fin, sino que es notable el cambio que se producía en los artistas que viajaban a Roma, como es el caso de Velázquez con su obra La Túnica de José, quien supo empaparse de la ciudad y modificar su paleta. En segundo lugar Lujo Real, donde se exhiben obras atesoradas en los conventos de fundación real de la Corona española como son esculturas y relieves, destacando Simone Cantarini, Francesco Albani, Algardi y Giambologna entre otros. De Roma a Nápoles, de Nápoles a España es el tercer bloque de la exposición; estando el territorio napolitano bajo el gobierno español durante dos siglos es natural encontrar esta escuela como la más representada en las colecciones de Patrimonio Nacional. Asimismo es notable la figura de José de Ribera y la de Caravaggio, el primero por tener fundamentalmente una formación italiana y estar activo en Nápoles desde 1616 y el segundo por sus dos estancias en la ciudad. Y para terminar la exposición,  El esplendor del barroco. Grandes palas de altar en la Colección Real. En este bloque destacan el Cristo crucificado de Bernini que tenía como fin presidir el Panteón de Reyes en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, La Vocación de San Andrés de Barocci o el Descendimiento de Romanelli. Todo ello queda patente en cada una de las salas y perfectamente documentado en las paredes, donde aparecen textos explicativos. Sobre una pared oscura destaca la única obra de Caravaggio en la exposición, Salomé con la cabeza de Juan Bautista.

El artista y su obra

Este afamado pintor, también conocido como Michelangelo Merisi, nació en la localidad de Caravaggio, en la provincia de Bérgamo en 1571. Su padre se llamaba Fermo Merisi y  murió al poco de haber nacido su hijo tras una epidemia de peste en Milán en 1576. Trabajaba al servicio de Francesco Sforza cuidando los diversos edificios que tenía, parece ser que su trabajo era similar al de un maestro de obras teniendo conocimientos en arquitectura. Como consecuencia de la muerte de Fermo la familia volvió a trasladarse a Caravaggio, lo que marcará el estilo del joven artista en sus comienzos. La situación de su familia y el hecho de que su padre hubiese ocupado un alto cargo en la corte de la ciudad le dieron la posibilidad de conocer a algunas de las familias italianas más importantes, quienes después se convertirían en sus protectores.

En 1584 Caravaggio decidió regresar a Milán y allí ingresó en el taller de Simón Peterzano, el cual fue un pintor manierista y uno de los principales artífices de la contrarreforma en Italia, se cree que fue el autor de una concepción novedosa del catolicismo cercana a las clases más bajas de la sociedad, lo que pudo haber calado en su aprendiz. Peterzano afirmaba ser discípulo de la pintura de Tiziano, así fue como transmitió a Caravaggio las características pictóricas de la ciudad de Venecia y de la Lombardía. Esto no quiere decir que el joven Michelangelo adquiriese su gusto manierista, pero sí que aprendió algunos recursos como el manejo de la luz o el color, algo que será fundamental en la pintura que realizará con posterioridad. A finales de la década de los 80 su situación se vuelve complicada, su madre enferma y él se ve implicado en una agresión que le llevaría a la cárcel, sin embargo consigue eludir la prisión vendiendo la mayoría de las posesiones de su familia.

La túnica de José, h 1630-1634, Velázquez. Óleo sobre lienzo 213,5 x 284 cm. Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial, Madrid
La túnica de José, h 1630-1634, Velázquez. Óleo sobre lienzo 213,5 x 284 cm. Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial, Madrid

Llegó a Roma en 1593, poco después de que Sixto V llevase a cabo las mejoras urbanísticas en la ciudad, las cuales propiciaron una renovación en el plano intelectual. En un principio se alojó con el cardenal Pandolfo Pucci, quien le puso en contacto con la familia Aldobrandini. En esos años trabajó para otros pintores realizando cabezas o flores como Antiveduto della Grammatica o el Caballero de Arpino. Más adelante conoció al cardenal Francesco del Monte, quien supuso un punto de inflexión en su vida, ya que se convirtió en su protector y le abrió las puertas para entablar relaciones con otras familias importantes del momento. Caravaggio fue uno de los primeros en considerar de igual valor una  pintura de género que una bíblica, esta concepción en la época era bastante novedosa ya que puso el acento en la naturaleza muerta como un género autónomo.

Entre sus obras tempranas encontramos Muchacho cogiendo fruta, Baco enfermo, Los músicos, La Buenaventura o Los jugadores de cartas,  en alguna de las cuales aparece él mismo representado, las cuales fueron realizadas entre 1592 y 1594. Lo que caracterizará fundamentalmente a estas pinturas es su luz, más difusa y menos contrastada que en su etapa de madurez. En La huida a Egipto se aprecian rasgos manieristas como el alargamiento del canon de los personajes o el giro de la Virgen. Sin embargo ya podemos ver un elemento naturalista en la figura de San José, quien aparece representado como un anciano, algo que repetirá en 1603 en su obra El sacrificio de Isaac, donde la luz se ve atraída poderosamente hacia el rostro del joven Isaac.

Con el paso de los años nos encontramos a un Caravaggio diferente, su pintura ha evolucionado y ya no se centrará en representar naturalezas muertas o la figura de Baco, sino que se sirve de los temas bíblicos, pero no lo hará como otros artistas dignificando a los retratados. Será a partir de este momento cuando introduce unos aspectos novedosos en su trabajo, el naturalismo y el tenebrismo, los cuales supo dominar a la perfección convirtiéndose en el máximo exponente del barroco italiano.

En el naturalismo no cabe el idealismo, se representa la naturaleza lo más verazmente posible, buscando así un mayor efectismo en la temática. Se situó frente a las corrientes anteriores e introdujo a las clases más bajas en sus lienzos, así nos encontramos con que tomaba como modelos a prostitutas, mendigos y pordioseros para hacerlos pasar por vírgenes, santos, ángeles…  En cuanto al surgimiento del claroscuro aunque se atribuye su invención al grabador Ugo da Capri, será Caravaggio quien destaque en la técnica, apareciendo así el término de tenebrismo, que se diferencia del claroscuro por la dramatización, destacando las obras que realizó en la capilla Contarelli. En un principio debía realizar dos lienzos para la capilla pero al final terminaron siendo La vocación de San Mateo, El martirio de San Mateo y San Mateo y el ángel. Siendo el primero el más conocido y donde mejor se puede observar el tenebrismo vemos como la luz es de claraboya, proviene de un extremo superior expandiéndose por el cuadro, de esta manera parece que los personajes se encuentran sumergidos en un sótano destacando sobre el fondo oscuro. Será gracias a estas pinturas cuando empieza a cobrar mayor fama en la mítica ciudad de Roma, recibiendo encargos tanto públicos como privados.

Salomé con la cabeza del Bautista, h 1607. Caravaggio. Óleo sobre lienzo 116 x 140 cm. Palacio Real de Madrid
Salomé con la cabeza del Bautista, h 1607. Caravaggio. Óleo sobre lienzo 116 x 140 cm. Palacio Real de Madrid

Sin embargo, esa no será la única capilla que decore. Posteriormente Tiberio Cerasi le encarga dos obras para la capilla Cerasi, la Conversión de San Pablo y el Martirio de San Pedro, ambas con detalles costumbristas y con sus usuales tipos rudos y realistas. Otra de sus obras más conocidas es Judith y Holofernes, la cual inspiró a Artemisia Gentileschi, pintora caravaggista italiana, para representar el mismo tema poco después. Algunas de las últimas obras que llevó a cabo en Roma fueron El entierro de Cristo, La Virgen de los Palafreneros o La muerte de la Virgen, para la cual tomó como modelo a una mujer ahogada en el Tíber. En su etapa de Nápoles destacan retratos a caballeros de la orden de Malta, además amplía el número de figuras en sus composiciones, como en La resurrección de Lázaro, será poco después, en 1610 cuando fallezca. Su intención antes de morir era llegar a Roma y por ello tomó un barco rumbo a la ciudad, sin embargo en la escala que hizo la embarcación en Porto Ercole le retuvieron en la cárcel y al salir, el barco ya había zarpado. Se cuenta que afectado de disentería y débil, comenzó a correr por la playa persiguiendo el navío y a los pocos días murió.

La influencia de este artífice fue muy notoria en la época, influyendo en numerosos artistas, tal y como se puede ver en la exposición del Museo Thyssen, pero si hemos de destacar dos escuelas, sin duda serían la de Roma y la de Nápoles, siendo la primera más abierta y permitiendo una mezcolanza de estilos, mientras que Nápoles alargará la corriente durante más tiempo enfrentándose así a los clasicistas. En la Escuela de Roma destaca Orazio Gentileschi, quien toma el gusto por la luz caravaggiesca pero mantiene su estilo tardomanierista, su hija Artemisia Gentileschi,  Orazio Borgiani, del cual se conserva una obra en el convento de Portacelli en Valladolid y Giovani Baglione entre otros. En contraposición a estos estará la Escuela de Nápoles, donde sobresale en sus técnicas caravaggiescas Il Vatisteo.

Su personalidad, apasionante y polémica no dejó indiferente a nadie, sobre todo en estos últimos años en los que ha vuelto a surgir un espíritu renovador entorno a su figura. De este modo tanto la exposición del Museo Thyssen-Bornemisza como la del Palacio Real nos ofrecen una ingente y sublime retrospectiva sobre los artistas contemporáneos a él, donde podemos comparar unas obras con otras para hallar las semejanzas entre todos ellos pese a sus variados orígenes, donde una vez más destaca Roma, la ciudad Eterna que ha sido cuna para tantos artistas.

 

Isabel Escalera Fernández

Revista Atticus

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