Las edades del hombre 2015. Ávila y Alba de Tormes

Las edades del hombre 2015. Ávila y Alba de Tormes

Segunda entrega

Puedes leer la priemra entrega en este enlace: Las edades del hombre 2015

Tras casi tres meses de Edades del Hombre y medio año de Centenario Teresiano, nosotros continuaremos con nuestra particular visita a la exposición Teresa de Jesús Maestra de Oración.

III-. IGLESIA DE SAN JUAN BAUTISTA (Ávila)
Esta iglesia, ubicada en pleno centro de la ciudad, es una de las parroquias históricas de Ávila. Tiene especial relevancia teresiana, pues aquí se bautizó a Teresa de Cepeda y Ahumada el 4 de abril de 1515. La pila bautismal original, donde tuvo lugar el acontecimiento, se conserva como reliquia valiosa. Por si esto fuera poco reclamo para peregrinos y visitantes, en esta iglesia están enterrados Don Alonso y Doña Beatriz, los padres de la Santa.

Sagrada Familia con San Juan Bautista niño. Bartolomeo Ramenghi. 1510-1540. Óleo sobre tabla.  MM. Carmelitas Descalzas de Valladolid.
Sagrada Familia con San Juan Bautista niño. Bartolomeo Ramenghi. 1510-1540. Óleo sobre tabla.
MM. Carmelitas Descalzas de Valladolid.

Acoge esta emblemática iglesia la parte nuclear de la exposición, la que da cuerpo y título, “Maestra de oración”. A nuestro entender es la parte más potente, la más sustanciosa de obras y de propuesta escenográfica. En esta ocasión el montaje es el adecuado y, en clave simbólica, partiendo de Las Moradas teresianas, se suceden una serie de estancias de puerta corrida. En ellas, el metal y el vidrio son los protagonistas; además compartimentan el espacio. Predominio del color morado en una iglesia que ha desparecido a los ojos del visitante, pues, nada más entrar, será engullido por el montaje y apenas percibirá que está en un templo.

 

Esta parte de la muestra se articula en torno a la humanidad de Cristo, una de las facetas más destacadas por Santa Teresa: “porque es muy buen amigo Cristo, porque le miramos hombre y vémosle con flaquezas y trabajos, y es compañía” (Vida 22, 10). A Teresa de Jesús, del Salvador le interesa todo: desde su nacimiento a su pasión y muerte. Ella siente todo lo relacionado con Cristo de una manera especial e intenta explicar esto de forma cotidiana y sencilla. Todas las imágenes le sirven y la inspiran: le ayudan en su caminar por el mundo.
Como siempre, las piezas expuestas son una mezcla de obras magistrales con imágenes de escaso valor artístico pero de gran devoción popular. Las primeras que nos encontramos están relacionadas con la infancia de Cristo. Entre ellas, vemos imágenes como el Niño Jesús “El Peregrinito”, una escultura anónima de principios del siglo XVII, que, según la tradición, Santa Teresa regaló a la primera monja que profesó en el convento de Carmelitas Descalzas de Valladolid. Es una imagen de vestir, de madera policromada. En ella el niño, de rostro redondeado y agradable, bendice con la mano derecha y sujeta un bordón de peregrino con la izquierda. Lleva zurrón y zapatos de plata, además de un sombrero de terciopelo rojo, a juego con el vestido, y un cíngulo dorado.
En la misma línea temática de irregular calidad artística, están el Niño Jesús Pastorcito, de Francisco Salzillo o el Niño Jesús de Pasión, de Vincenzo Ardía. La última es una obra de finales del siglo XVII que proviene de los Padres Carmelitas de Úbeda (Jaén). Al lado nos encontramos con un Nacimiento, delicioso trío en madera policromada de Luisa Roldana, custodiado por los PP. Carmelitas Descalzos de Córdoba. También podemos ver una Virgen del Carmen, de Nicola Fumo, que data de la última década del siglo XVII. Procede del convento Carmelita Descalzo de Medina del Campo.
En cuanto a la pintura que podemos contemplar en esta primera estancia, destacaremos dos lienzos de calidad indiscutible. El primero es la Sagrada Familia con San Juan Bautista niño. Se trata de un óleo sobre tabla del italiano Bartolomeo Ramenghi, conocido por el nombre de su pueblo natal, “Bagnacavallo”. Está fechado entre 1510-1540, en pleno periodo renacentista. “Il Bagnavallo” fue discípulo de Francesco Francia. Aunque en muchos de sus primeros cuadros se denota una clara dependencia de su maestro, en el que nos ocupa, la influencia más evidente es la de Rafael. La escena se desarrolla en una estancia creada por cortinajes; al fondo, se aprecia un paisaje con puente. San José contempla arrobado a Jesús y el niño San Juanito señala con el dedo al que será el Mesías, que mira hacia el otro lado.

 

Por su parte, la Virgen, ensimismada, sujeta al niño en su regazo. Tanto en la armónica composición, como en las formas elegantes y suaves, en el uso y tratamiento de los colores, de las manos, de los rostros… todo está poseído por un halo de delicadeza rafaelesca.
La otra joya pictórica que podemos admirar en este apartado es la Santa Teresa de Jesús de Francisco de Zurbarán. Es un soberbio retrato de Santa Teresa que está basado en el que hiciera Fray Juan de la Miseria en 1576, cuando la Santa tenía 61 años. Se trata del único retrato que se le hizo en vida a la santa andariega. Lo que hace Zurbarán es rejuvenecer y dulcificar. Idealiza el rostro adusto de mujer enérgica y experimentada que Fray Juan pintó con más voluntad que talento artístico.

Detalle del Cristo de la Expiración. Juan de Juni. Madera policromada. Hacia 1570. Convento de Santa Teresa. MM. Carmelitas Descalzas de Valladolid
Detalle del Cristo de la Expiración. Juan de Juni. Madera policromada. Hacia 1570. Convento de Santa Teresa. MM. Carmelitas Descalzas de Valladolid

Zurbarán nos presenta a la Santa sentada y vestida de carmelita. Tiene la mirada elevada hacia el cielo, inspirada por la paloma del Espíritu Santo, que aparece en la parte superior izquierda atravesando una especie de ventana celeste. Sobre una mesa cuadrada de madera, sujeta delicadamente la pluma de escritora con la mano derecha y las hojas del cuaderno con la izquierda. Hay, además, algunos libros y una calavera, presencia inconfundible de la caducidad de la vida terrena. La escenografía se completa con un cesto de ropa blanca en la esquina inferior derecha y con unos cortinajes que enmarcan la estancia. El tratamiento de las telas, tanto en las arrugas del hábito sobre el reposabrazos del sillón, como en la cortina o en el paño del cesto, es uno de los detalles de calidad de pincelada del maestro extremeño. El manejo de la luz es magistral. Luz creadora, luz inspiradora, luz que modela la composición y que modula el espacio. Todo esto convierte este cuadro en uno de los más logrados de la iconografía de Santa Teresa escribiendo.
Entre los diferentes cristos crucificados que podemos contemplar en este subcapítulo de la “Humanidad de Cristo”, hay algunos que tienen connotaciones sentimentales y de intrahistoria teresiana, como el Cristo de los Piojos, que, según la tradición, salvó al Convento de San José de Ávila de una plaga de piojos. Otros destacan tanto por su factura y calidad estética, como por ser expresión emocionada y patética de la espiritualidad cristiana de la época en la que fueron realizados.
El Cristo de la Expiración, de Juan de Juni, es una de esas imágenes que conjuntan devoción y arte. Es una obra singular, incluso dentro de las creaciones del artista, por tratarse de un Cristo todavía vivo, justo en el momento de la expiración. En la línea escultórica de Juni, se nos presenta una imagen desgarrada, sufriente, contorsionada, que impresiona y conmueve al espectador-devoto. El Crucificado es contemporáneo a Santa Teresa (fechado hacia 1570). Probablemente, se trata un regalo de María de Mendoza para la fundación del Carmelo Descalzo de Santa Teresa en Valladolid en 1569. La misma María de Mendoza (hermana de don Álvaro de Mendoza, obispo de Ávila) encargó a Juan de Juni la escultura en mármol para el sepulcro de San Segundo, conservada en la ermita del santo en Ávila.
No muy lejos del anterior, se exhibe otro Crucificado de gran calidad, el cual se atribuye a Juan Martínez Montañés. Se trata del llamado Cristo de los Desamparados. Como es habitual en la obra de Martínez Montañés, escultor de gran refinamiento en la talla, observamos un Cristo estilizado de armónicas proporciones, de rasgos elegantes y suaves, frontal, muerto. Tiene la cabeza caída a la derecha y un paño de pureza un tanto grandilocuente. Actualmente, preside la capilla sacramental de la iglesia conventual sevillana del Santo Ángel, de religiosos carmelitas descalzos.

Santa Teresa, detalle del lienzo Santa Teresa, San Juan de la Cruz y Fray Luis de León. José Vela Zanetti. 1970  Convento San Lorenzo de los PP. Carmelitas Descalzos de León
Santa Teresa, detalle del lienzo Santa Teresa, San Juan de la Cruz y Fray Luis de León. José Vela Zanetti. 1970
Convento San Lorenzo de los PP. Carmelitas Descalzos de León

En medio de estos enormes crucificados, encontramos un Cristo de marfil de apenas un metro de altura. Es un Cristo Crucificado muy expresivo, de un realismo sobrecogedor, especialmente en el rostro. Tiene una potente anatomía que da gran dinamismo a la figura, movimiento acentuado por el original “perizonium”. Margarita Estella lo relaciona con talleres italianos de principios del siglo XVIII. Se conserva en la iglesia conventual del Carmen de Cádiz. Debido al crecimiento económico de dicho lugar durante los siglos XVII y XVIII, se produjo un aumento en la demanda de objetos suntuarios. Las tallas de marfil (tanto religiosas, como de otro tipo) se multiplican en esos años; por ello, resulta raro encontrar una iglesia o un convento que no tenga alguna pieza. También aparecen en los oratorios particulares de las casas. La pieza que nos ocupa pudiera haber llegado a través de alguna donación privada de las muchas que se hacían en esos años de finales del siglo XVII y principios del XVIII.

 
Entre lienzos y tablas de Santa Teresa en todas las actitudes y escenas posibles, entre esculturas de diversa índole, temática y procedencia y piezas singulares como la edición de la Vita Cristi, de Ludolfo de Sajonia, de 1542, guardada en la Biblioteca Diocesana de Ciudad Rodrigo y, ante la imposibilidad de tratar aquí todas y cada una de las obras expuestas, nos fijamos ahora en otra de las esculturas sobresalientes, Cristo atado a la columna, de Gregorio Fernández.
El Cristo atado a la columna es una de las representaciones cristológicas preferidas por Santa Teresa. “Pues tornando a lo que decía, de pensar a Cristo a la columna, es bueno discurrir un rato y pensar las penas que allí tuvo, y porqué las tuvo, y quién las tuvo, y el amor con que las pasó (Vida 13, 13)”. Es frecuente en los conventos carmelitas, ya que Santa Teresa tuvo una visión de un Cristo en estas circunstancias en el Convento de la Encarnación de Ávila.

 
La talla de Gregorio Fernández es una mezcla de pasión dolorosa en el cuerpo y de dulzura resignada en el rostro. Es una composición bastante clasicista un tanto alejada de la rotundidad de formas más típicas de Fernández, de amplia delicadeza en gestos, postura y actitud. El tratamiento de los músculos de piernas y brazos se ha hecho con gran realismo pero sin estridencias, lo que muestra un concepto barroco más contenido y sugerente.

Dada la extensión de esta entrada, puedes seguir al descargarte el dossier completo. Son más de 40 páginas. Es la primera parte que publicamos en Revista Atticus 28 y la segunda que publicaremos en Revista Atticus 30 (mediados de agosto).

Dossier Las edades del hombre Revista Atticus

Texto: Juan Antonio Sánchez Hernández
Fotos: Cristian Berga Celma

Revista Atticus

 

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