Crítica de Relatos salvajes de Damián Szifron

Relatos salvajes
La venganza en el horizonte

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Ficha
Película: Relatos salvajes.
Dirección y guion: Damián Szifron.
Interpretación: Ricardo Darín (Simón), Óscar Martínez (Mauricio), Darío Grandinetti (Salgado), Rita Cortese (cocinera), Julieta Zylberberg (moza), Érica Rivas (Romina), Leonardo Sbaraglia (Diego).
Países: Argentina y España.
Año: 2014. Duración: 122 min.
Género: Comedia negra.
Producción: Hugo Sigman, Pedro Almodóvar, Agustín Almodóvar, Matias Mosteirin y Esther García.
Música: Gustavo Santaolalla.
Fotografía: Javier Juliá. Montaje: Damián Szifron y Pablo Barbieri.
Diseño de producción: Clara Notari.
Vestuario: Ruth Fischerman.
Distribuidora: Warner Bros. Pictures Intenational España. Estreno en España: 17 Octubre 2014.

Sinopsis
La desigualdad, la injusticia y la exigencia del mundo en que vivimos producen que muchas personas se estresen o se depriman. Algunas de ellas explotan. Esta es una película sobre ellos. Vulnerables ante una realidad que súbitamente se altera y se torna impredecible, los personajes de Relatos salvajes cruzan la delgada frontera que divide la civilización de la barbarie. Una traición amorosa, el retorno de un pasado reprimido, o la violencia contenida en un detalle cotidiano, se presentan para impulsarles al vértigo de perder los estribos, al innegable placer de perder el control.

Comentario
Relatos salvajes aglutina seis pequeños relatos en forma de cortometrajes totalmente independientes entre sí pero con un denominador común: la pérdida del control. Veamos cada uno de ellos con una sinopsis y un breve comentario al margen.

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Este es el relato que abre la cinta y que nos mete en harina incluso antes de los títulos de crédito. La acción se desarrolla en el interior de un avión. Un crítico musical (Dario Grandinetti –hay que ver como la sola presencia de este actor atrae al espectador-) entabla conversación con una pasajera que se encuentra al otro lado del pasillo. Según avanza la charla van descubriendo una serie de casualidades que abarcará a todo el pasaje.

A veces parece que todos se ceban en el más débil. Pero todo tiene un límite. Con un poco de imaginación y mucho delirio, el protagonista, ausente en la acción, realiza su venganza.

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Las ratas

Un bareto de carretera es el punto de encuentro de una camarera y de un ocasional viajero. La camarera reconoce en el arrogante viajero a un «personaje» que hizo la vida imposible a su familia hasta el punto de tener que marcharse de donde estaban viviendo. La cocinera (Rita Cortese) le sugiere una «suculenta» manera de vengarse. Un episodio cortito pero muy potente.

Hay gente que está de vuelta de todo y creen que todo el que hace mal, debe de pagar por ello. Tratan de que la justicia impere a pesar de tener que utilizar unos medios pocos «ortodoxos», para alcanzar su objetivo.

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El más fuerte

Diego Iturralde (Leonardo Sbaraglia) conduce su flamante Audi por los parajes de Salta. Cuando se dispone a rebasar a un destartalado coche, este no le cede el carril de la izquierda impidiéndole el adelantamiento una y otra vez. Cuando al final lo consigue, Diego le dice de todo. Unos cuantos kilómetros más adelante el Audi sufre un pinchazo. A punto de finalizar el cambio del neumático, el «pelotudo» conductor del viejo cacharro (Walter Donado) aparece en el horizonte. La que se lía…

Este episodio trata de gente asocial que van por la vida a su puta bola. No respetan las más mínimas normas de convivencia. Y claro un buen día se topan con otra persona que precisamente no tiene eso, un buen día. En encuentro se transforma en una salvaje lucha de clase.

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Bombita

Un ingeniero especialista en demoliciones al término de su jornada se dispone a recoger una tarta para agasajar a su hija que celebra su fiesta de cumpleaños. Pero en el camino a casa, Simón Fischer (Ricardo Darín), se va a encontrar con la desagradable sensación de ver como la grúa se ha llevado su coche. Simón considera que su coche estaba bien aparcado (Don erre que erre) y que la señal o no existía o no era visible. Y ahí comienza su particular vía crucis con la administración y alguno de sus funcionarios.

El protagonista ha cumplido brillantemente un buen día. Ha sabido derrumbar unos viejos silos (brillantes imágenes), pero es incapaz de derrumbar la férrea burocracia. Un episodio que nos habla de la indignación que sentimos ante los abusos de poder (y la incomprensión). Todo tiene un límite.

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La propuesta

Mauricio (Óscar Martínez), un hombre de negocios al que parece ir muy bien la vida a juzgar por la mansión en la que reside su familia, ve como su tranquilidad se altera. Su hijo ha atropellado a una mujer embarazada y se ha dado a la fuga refugiándose bajo el ala de sus padres. El abogado de Mauricio enreda todo para intentar eludir la responsabilidad del hijo. Aparece en escena un fiscal ambicioso y un jardinero al servicio de la familia.

La corrupción está presente en muchos de los rincones de nuestra sociedad, pero parce ser que, lamentablemente, en la argentina es moneda muy corriente. La codicia es el motor de esta corrupción. Hay quien piensa que con dinero todo se puede solucionar. ¿Todo? ¿La impunidad también? ¿Dónde queda la conciencia y la ética?

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Hasta que la muerte nos separe

Romina (Erica Rivas) y su marido celebran su boda rodeado de familiares y amigos. Un pequeño gesto del marido le hace sospechar que éste le ha sido infiel. Su iniciada nueva vida como esposa se derrumba ante la certeza del engaño. Romina no se puede controlar y se produce la gran hecatombe.

Otra situación estresante que desembocará en una batalla campal. Los nervios de una boda dejaran paso a la ira al conocer algún detallito que el novio obvio contar.

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El conjunto
Damián Szifron nos presenta una nueva película en forma de seis cortometrajes independientes. Hubiera sido la leche que los seis tuvieran un todo en común, un hilo argumental. Aquí ese denominador común radica en que casi todos los protagonistas se toman la justicia por su mano y manifiestan una violencia difícil de contener. Bien es cierto que con el capítulo final podemos encontrar una abrazadera que agrupa a todos y es esa propuesta de reconciliación que nos ofrecen sus protagonistas. Este joven realizador argentino (1975) tiene a sus espaldas unos cuantos cortos y dos largometrajes, El fondo del mar (2003) y Tiempo de valientes (2005). Dos comedias que cosecharon éxito de crítica y público logrando varios galardones. Szifron parece haberse inspirado en esta ocasión en la serie de televisión que realizó Steven Spielberg que llevaba por título Cuentos asombrosos que se emitió en 1985 durante dos años.
Relatos salvajes mantiene ese tono cómico, pero con mucha carga irónica, y mucha mala baba. Szifron es un gran observador de la vida y lo ha sabido plasmar. Las seis historias no brillan con la misma intensidad, pero logran un gran nivel. La primera es de las más cortas y las más flojita, aunque la resolución final constituye un buen prólogo. Y la última quizás es la más extensa, posiblemente la más desarrollada, pero con altibajos que desemboca en un hilarante final que penaliza el conjunto. Lo que habíamos visto merecía acabar de mejor forma.

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El gran mérito de la cinta radica en el fiel reflejo de nuestra sociedad. Hay quienes piensan que vivimos en una sociedad enferma. Las diferentes estructuras están contaminadas. Jueces, funcionarios, policías, y otros trabajadores de los diferentes estamentos que se encargan de velar por el cumplimiento de la leyes parece que han encontrar la corrupción su modo de vida. Vivimos un autentico frenesí. Las ciudades están colapsadas por el tráfico. Gente que va y viene estresada porque no llega. ¿El destino? Pongan ustedes lo que quieran. Siempre tenemos prisa por llegar. Por recoger a nuestros hijos, por llegar puntual al trabajo, a nuestra cita. Por llegar. Y mientras nos olvidamos de vivir la vida. Nunca tenemos tiempo de vivir la vida, de estar en contacto con la naturaleza, de poder descansar sin hacer nada, absolutamente nada. Estamos preocupados, porque tenemos que trabajar para lograr un salario. Y si este falla se derrumba nuestro «solido» estado de bienestar. El mal humor se ha instalado en nuestras vidas. Hay quien lo lleva en la frente escrito y hay quienes lo dejan un poco aparcado. Pero en el momento en que salta la chispa, arde la hoguera como la misma noche de San Juan. El personaje de Leonardo Sbaraglia bien lo sabe. Él es un ciudadano más de este mundo. Parece que le va bien la vida. Ostenta un buen coche, buena ropa, es aparentemente un hombre tranquilo que va escuchando música clásica camino de su destino. Pero en un momento dado, un asocial, un hombre que pasa del mundo y que se caga en él, irrumpe en la vida de Diego (o de Enrique, Miguel, Félix, Luis o pongan ustedes su nombre). Y en principio te acobardas, y huyes para evitar el conflicto, pero te vuelves porque dices, este tío merece un escarmiento y a mí no me va a amargar la vida. Entonces representa a un hombre miedoso, pero encorajinado, altanero, pero cobardica y furioso, muy furioso. Y la cosa se les va de las manos y acaba en una tragedia. Su actuación es convincente, muy natural (esos golpes burdos, toscos, hasta con el extintor). Triste y real como la vida misma. El final es irónico. Resuelto de forma magistral (sobre todo en la frase de cierre): ¡la policía los confunde con unos amantes! Magnífico.
Este episodio es uno de los más logrados. Resume un poco lo que nos vamos a encontrar en Relatos salvajes. Gente corriente, en situaciones normales, pero que ante una complicación la decisión que toman va a volver esa situación mucho más compleja. Gente corriente que explota ante la pasividad de la administración ante nuestra justa reclamación. Se producen encuentros violentos protagonizados por personas que sacan su lado más oscuro al ser llevados al límite. Explotamos porque un funcionario se mofa de nuestra «osadía» o porque un impresentable se caga encima de nosotros o, porque nos quiere chulear, meter mano y, encima, pretender irse de rositas. Situaciones llevadas al límite pero que forman parte del paisaje urbano actual. Si me hubiera llamado el director le habría dado otros dos motivos para otros tantos episodios: el típico jeta que se te cuela en cualquiera de las filas que nos toca esperar, ya sea a pie o en coche (a estos últimos los tengo unas ganas locas de pillar) o el cabroncete que se intenta aprovechar de tu trabajo sin rendir cuentas. Son solo dos ejemplos. Lamentablemente el mundo está poblado de una fauna impresentable, llenos de mal humor y, encima, arrogantes.
El episodio de La propuesta es terrible. Apenas hay violencia física. Y sin embargo, en el fondo, subyace el lado salvaje de la civilización, pues todo aparentemente es civilizado, todo se verbaliza para poder llegar a un acuerdo («no nos vamos a manchar por unos cuantos dólares, ¿no?). La justicia se debilita a golpe de talonario.
La historia que pone fin a la cinta, a pesar de no proporcionar un final adecuado, tiene mucha fuerza y le da un toque almodovariano. Ofrece otra escena muy cotidiana y aunque disparatada basta consultar la hemeroteca para ver que alguna celebración ha acabado como el rosario de la aurora. Apenas nos preguntamos pero ¿Qué ha podido pasar? ¿Cuál ha sido el desencadenante cuando todo parecía ir a la perfección? Sea cual sea la razón Szifron lo ha sabido captar. La cortesía, las sonrisas, los falsos oropeles, los exquisitos modales y, en definitiva, la hipocresía deja paso a las tres «re»: recelos, rencores y reproches. Estalla la batalla entre familias y entre «amistades sospechosas». Humor y cinismo van de la mano en este episodio.
Cada episodio está dotado como un ejercicio de estilo propio, diferente uno del otro, con sus gamas de colores apropiadas y con un ritmo para cada uno. Ahí la dirección de Szifrón se muestra impecable, elegante, sutil, dinámica y atractiva. Es un gran maestro cuando apenas ha cumplido cuarenta años. Tiene todo un futuro por delante.
La música es obra de Gustavo Santaolalla. En algún pasaje nos recuerda a aquellos sonidos de Babel (mexicano Alejandro González Iñárritu, 2007) o Brokeback Mountain, (Ang Lee, 2005) que ya son identificados como su sello de autor. Se integra bien en las historias. En cuanto al trabajo de actores… ¿qué puedo decir? Magistrales los grandes pesos pesados como Darío Grandinetti (¡qué pena que esté en pantalla tan poco tiempo!), Ricardo Darín o Leonardo Sbaraglia y muy destacables actores o actrices menos conocidos por estos lares como Érica Rivas o Óscar Martínez.

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Relatos salvajes es audaz al mostrarnos la naturaleza humana sin tapujos: somos violentos llegados la ocasión. Sales del cine con una cierta sensación de que algunos de estos protagonistas son los justicieros que hace falta en la sociedad. Ricardo Darín (su personaje) reclama un Defensor del Pueblo contra el abuso administrativo que no existe o que por pura burocracia es ineficaz. El de Leonardo Sbaraglia llamó a la policía ante el acoso y miedo que sentía por su agresor, pero la Ley no aparecía por ningún lado. Ni estaba ni se la esperaba. No podemos instigar a la violencia. No podemos hacer apología de ella. No. La justicia si es lenta… desanima y al final no cumple su misión. Total llega un arribista como el personaje de Óscar Martínez y compra las voluntades sepultando la honradez que se le supone a los funcionarios públicos. Así es como se vislumbra la venganza en el horizonte.
Relatos salvajes se presentó en el pasado Festival de Cannes de la mano de los hermanos Almodóvar y ha sido seleccionada para los Oscars y también los Goyas. También se pasea por diferentes festivales. En el de San Sebastián se llevó el premio del público a la mejor película europea. Y en Argentina no para de batir records de asistencia de público.
Estoy seguro de que Relatos salvajes será diseccionada por estudioso y distintos colectivos para extraer ese zumo agridulce. Tiene mucha pulpa. Voy a emplear una expresión que diría un argentino: Cuando termina Relatos salvajes sabés que la tenés que volver a verla.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus

 

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