Crítica de Boyhood (Momentos de una vida) de Richard Linklater

Crítica de Boyhood (Momentos de una vida) de Richard Linklater

Siempre es ahora mismo

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Ficha
Película: Boyhood (Momentos de una vida).
Dirección y guion: Richard Linklater.
Interpretación: Patricia Arquette (Olivia), Ellar Coltrane (Mason), Lorelei Linklater (Samantha), Ethan Hawke (padre).
País: USA. Año: 2014. Duración: 165 min. Género: Drama.
Producción: Richard Linklater y Cathleen Sutherland.
Fotografía: Lee Daniels y Shane Kelly.
Montaje: Sandra Adair. Diseño de producción: Rodney Becker.
Vestuario: Kari Perkins.
Distribuidora: Universal Pictures International Spain.
Estreno en España: 12 Septiembre 2014.
Calificación por edades: No recomendada para menores de 12 años.

Sinopsis
Boyhood (Momentos de una vida) es un drama de ficción rodado con el mismo grupo de actores durante doce años, concretamente desde 2002 a 2013, que trata de un viaje tan épico como íntimo a través de la euforia de la niñez, los sísmicos cambios de una familia moderna y el paso del tiempo.
La película sigue a Mason (Ellar Coltrane) desde los seis años durante algo más de una década poblada de cambios, mudanzas y controversias, relaciones que se tambalean, bodas, diferentes colegios, primeros amores, primeras desilusiones, momentos maravillosos, momentos de miedo y una constante mezcla de desgarro y de sorpresa. Los resultados son totalmente impredecibles, ya que cada momento lleva a otro, uniéndose en la profunda experiencia personal que nos forma mientras crecemos y nos acoplamos a la siempre cambiante naturaleza de nuestra vida.
La historia empieza cuando Mason, un soñador de seis años, se enfrenta a la primera gran convulsión de su vida: su entregada y luchadora madre Olivia (Patricia Arquette) ha decidido que se muda con Mason y su hermana Samantha (Lorelei Linklater) a Houston, justo cuando el padre de sus hijos, Mason Sr (Ethan Hawke) acaba de regresar de Alaska. Así empieza una vida de cambios. Entre una marea de padres y padrastros, novias, profesores, jefes, peligros, deseos y pasión creativa, Mason consigue encontrar su propio camino.

Comentario

«El arte surge de nuestro deseo de contrarrestar el paso del tiempo y la decadencia inevitable que trae consigo».
André Bazin

Como nos dicen en la sinopsis, Boyhood (Momentos de una vida) se trata de un drama de ficción. Pero aquí viene lo bueno: ideado hace más de una década, planificado para desarrollar por espacio de doce años y rodado en tan solo treinta y nueve días (casi a cuatro días por año). Richard Linklater ha tenido que tener una fe en este proyecto inquebrantable. Su fe ha sido premiada. Ha recibido el parabién del público y de la crítica; ha ingresado hasta cuatro veces más del coste; y ha obtenido diferentes galardones entre ellos el Oso de Plata al Mejor Director en el pasado Festival de Berlín y, más recientemente, el Gran Premio FIPRESCI (que otorga la Federación de Críticos de Cine).

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El argumento. Tiene una línea argumental clara y bien definida: el desarrollo de Mason desde que es poco menos que un crío, soñador, inquieto y despierto, hasta el final de la adolescencia con el ingreso en la universidad. No hay ningún giro dramático y tampoco se puede decir que hay un planteamiento, desarrollo y un final (aunque esto puede ser discutible). Pero sí que hay una clara evolución de los personajes. No son los mismos que cuando iniciaron su andadura. Esto es la vida misma. Pero hay que recordar que es ficción. Es un gran proyecto antropológico y cultural.

Mason es un miembro más de la comunidad. Es uno de tantos chavales que ve como fue concebido por unos padres irresponsables que no supieron o no quisieron poner medidas para evitar un embarazo no deseado. Sus padres, Olivia y Mason Sr., inmaduros (sobre todo él) se separan pronto. Olivia se tiene que buscar la vida. A toda costa quiere acabar los estudios porque sabe que esa es la única posibilidad de salir de la miseria y proporcionar a sus hijos un futuro. Se sacrifica y toma decisiones que resultaran no ser la mejores, topándose con el lado oscuro de sus diferentes parejas donde el alcohol, y por ende, la violencia doméstica serán un invitado más a la hora de la cena. Cambios de hogar, discusiones con su hermana, inestabilidad por no tener unos vínculos afectivos claros (sobre todo con sus amigos que tiene que abandonar con frecuencia) y los peligros que acechan a todo crío que está abriéndose a la vida. En su caso se ven aderezados por el acceso a las armas (su primer rifle) y la religión (el regalo de su primera Biblia). Cosas normales para una familia normal en medio de Texas. Por cierto, hay una escena que se desarrolla en el interior de una iglesia y que se produce después de que a Mason le hayan regalado esa primera Biblia. Hay que estar atentos pues en el sermón que pronuncia el religioso está la clave de que esta cinta haya visto la luz. Cristo le dice a Santo Tomás aquella de que palpe sus heridas, y habla de los incrédulos, y también sobre la fe, y «los que creen sin haber visto». Ahí está el quid: la capacidad de algunos de ver en la idea original el planteamiento de una película de gran repercusión. Y tener fe en que al final de esos doce años, al final de ese camino (confiando en el desarrollo no solo del niño Coltrane, sino de los que están a su lado en la ficción) hay un producto exitoso.

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Boyhood ha supuesto un gran ejercicio cinematográfico. No sé si habrá un antes o un después, queda muy bien decirlo, pero desde luego lo que supondrá sin ninguna duda es una referencia en cuanto al tratamiento de las elipsis de tiempo. Son transiciones suaves, montadas de forma magistral, y que resultan casi imperceptibles, sin fundidos a negro ni anotaciones. No creo equivocarme si digo que hasta doce momentos de la vida de Mason se reflejan en la pantalla por medio de cambios corporales. Es decir, casi cada año acudía a la cita con la cámara. Él y sus compañeros de rodaje. Al chico se le nota un cambio brutal, pero a Ethan Hawke ni te cuento (más síquico que físico, pero luego volveré sobre este aspecto). Y cada salto de tiempo está logrado de forma magistral, apenas te das cuenta, un flequillo distinto, el pelo más largo o corto, y que el Mason va ganado en altura. Lo grandioso de este proyecto es ver eso de forma real, natural, lo cual, claro está le dan una gran verosimilitud (a pesar de que se diga que el cine es una gran mentira, que lo es, pero aquí vemos el desarrollo de Mason y su familia «de cine», de forma real). Esto no es un nuevo en la filmografía de Richard Linklater. La afamada trilogía de Antes de… ya tenía sentadas las bases de esto mismo. Es más. En cuestión temporal aquella idea fue antes de esta. El año pasado fue la última entrega con Antes del amanecer (2013) y la primera fue Antes del anochecer (1995). Dieciocho años entre una y otra, con los mismos actores. Boyhood comenzó su andadura en 2002. Creo que la idea es del propio Ethan Hawke, a su vez protagonista (actor fetiche de R .L. y algo más en el equipo técnico) de las cuatro películas. Pero la grandeza de Boyhood radica en que todo ello está en una misma cinta. Eso sí, de 165 minutos.

Son inevitables las comparaciones con la trilogía Antes de… (os recomiendo mi comentario). Ahí hay mucho tema académico. Muchas cosas de la trilogía aparecen en Boyhood. El paseo con la niña en la bicicleta con ese largo plano secuencia; las charlas dentro del coche en el que parece que estemos allí metidos; las discusiones trascendentales sobre la vida. Se nota un estilo. Me resulta gratificante volver a ver al Ethan/Jesse en la pantalla. He recordado sus maneras, sus charlas, su naturalidad. Richard Linklater es un genio en la construcción de diálogos, y Hawke lo ejecuta a la perfección. Y como acabo de ver y analizar El Congreso se me viene a la cabeza la idea de ésta: escanear al actor para así disfrutar por siempre de su presencia (conjugando fisonomía y actuación). Pero claro, nos hubiéramos perdido la evolución. Ahora nos preguntamos ¿cómo evolucionará Mason? ¿Qué será de él después de su paso por la Universidad? ¿Habrán pensado una segunda parte? Seguro que lo han pensado.

El paso del tiempo se tiene que notar en algo más que un simple corte de pelo o en el uso de unas determinadas prendas (aunque más allá de los pantalones acampanados de los años sesenteros de los hippies, no hay una prenda clara que se identifique con un año). Y ahí aparece la tecnología, esa sí que ha experimentado un brusco cambio. Eso ayuda. Y la situación del contexto también. Alusiones a la guerra de Irak, al gobierno de Bush, y las elecciones presidenciales de los EE. UU. con Obama al frente (incluido el Tea Party de la mano de Sarah Palin, quién fue gobernadora de Alaska –donde se refugió Mason Sr. tras su separación-).

En cuanto a los actores es divertido ver cómo evolucionan los más pequeños. La pizpireta Lorelei Linklater (hija del director) tiene su fase de timidez para acabar como una seria joven llena de dudas (excelente la escena en que su padre Mason le habla de la conveniencia de usar métodos anticonceptivos –se muere de vergüenza- tan real y convincente que hasta sentí rubor ajeno). Ellar Coltrane es un portento. Parece que ha nacido para realizar este papel. Le vemos la mala baba que se le está poniendo con su primer padrastro, un vil tirano, que le corta la melena por puro capricho. Todo en él fluye de manera natural. Patricia Arquette es a la que más se le nota el paso del tiempo. Su aspecto físico cambia de forma evidente a lo largo de esos doce años, pero casi más evidentes son sus cambios sentimentales, hasta que explota hacia el final de la cinta. Que por cierto esto es lo más flojo, es un tanto forzado. El abandono del hogar tiene unas consecuencias tremendas en su vida. Tal vez sobreactúa o falta un tanto la justificación, pero ¿quién entiende este tipo de comportamientos en las mujeres? Es inherente a la condición humana. Ethan Hawke ¿qué decir de esta actor? Pues que está soberbio como padre guay, atolondrado, inmaduro, inconsciente, más preocupado por ubicar su ombligo y no atarse al modelo convencional (al cual sucumbe). Es ese Jesse de la primera entrega de Antes de… un idealista. Menos espontáneo cuando de ejerce de padre responsable. Magnífico en su conjunto.

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La música es una parte muy importante en la filmografía de Linklater. Aquí alguno de los temas son muy conocidos, pero no por eso dejan de ser buenos, aunque quizás se note mucho, pero caray, son casi tres horas de película, y al oído le viene bien un relajo.

Antes ya he destacado alguna escena, pero me quedo con la más dramática. Es cuando ese profesor universitario, tan relamido él, se convierte en segundo marido de Oliva. Tan educadito, tan acogedor. Forman una familia envidiable con la aportación al matrimonio de dos hijos cada uno. Los hermanastros se llevan de maravilla. Todo es un primor. Pero ¡ay! El profesor al llegar a casa empieza con un refresco con algo de alcohol, para pasar por un vaso de alcohol con algo de refresco y acabar desechando el refresco. Y la tremenda escena se da (como en tantos otros hogares) a la hora de la cena. Al marido «perfecto » ya no le gusta la bazofia de la comida que hace su mujer. Pierde los papeles, pierde los modales y pierde su razón y lanza un vaso a la mesa con tal violencia que sus cristales llegaron hasta mi butaca. Escalofrío.

La grandeza de Boyhood es que es una película sencilla que juega con la dualidad de la ficción/realidad pero que no es real, a pesar de que es una realidad que se haya rodado por espacio de doce años la vida de un crío (y su familia). Pero es solo eso, una película. Ellar Coltrane y Lorelei Linklater no son hermanos, pero lo han tenido que ser por espacio de doce años. Un álbum familiar llevado a la pantalla. Grande Linklater, grandísima Boyhood.
Os dejo un tráiler:

 

Revista Atticus
Luisjo Cuadrado

 

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