Crítica película La ladrona de libros

La ladrona de libros, optimismo en la tragedia

 

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Ficha

 

Película: La ladrona de libros.

 

Título original: The book thief. 

 

Interpretación: Geoffrey Rush (Hans Hubermann), Emily Watson (Rosa Hubermann), Sophie Nélisse (Liesel), Ben Schnetzer (Max), Nico Liersch (Rudy).

 

Dirección: Brian Percival. Países: USA y Alemania.

 

Año: 2013. Duración: 125 min.

 

Género: Drama, bélico.

 

Guion: Michael Petroni; basado en la novela de Markus Zusak.

 

Producción: Karen Rosenfelt y Ken Blancato.

 

Música: John Williams.

 

Fotografía: Florian Ballhaus. Montaje: John Wilson.

 

Diseño de producción: Simon Elliott.

 

Vestuario: Anne B. Sheppard.

 

Distribuidora: Hispano Foxfilm.

 

Estreno en USA: 8 Noviembre 2013. Estreno en España: 10 Enero 2014.

 

Sinopsis

 

La ladrona de libros, basada en la novela superventas de Markus Zusak, relata la historia de Liesel, una joven que es acogida por una familia en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Sus integrantes, que ocultan a un judío en su hogar, le enseñan a leer. Para Liesel, el poder de las palabras y de la imaginación se convierte en una forma de escapar de los tumultuosos eventos que la rodean.

 

 

 

 

 

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Comentario

 

La ladrona de libros (Brian Percival, coproducción norteamericana – alemana) es una gran paradoja: Una película tierna que tiene a la II Guerra Mundial como escenario. El conflicto bélico sirve para contextualizar una historia real con personajes de gran peso, psicológicamente muy bien descritos y con ingeniosos diálogos. El film encierra, fundamentalmente, dos grandes historias de amor con mayúscula: Liesel (Sophie Nélisse) y su padre adoptivo Hans (Geoffrey Rush) y Liesel y su amigo Rudy (Nico Liersch).

 

La primera de ellas actúa como antídoto ante una existencia gris en un pueblo del interior de Alemania: la llegada de Liesel a la casa familiar es un soplo de aire fresco en la vida de un matrimonio maduro y sin hijos, marcado por la represión nazi a la que intentan sobrevivir sin quedarles más remedio que la resignación. El drama de Liesel (la muerte de su hermano y, posteriormente la separación de su madre, exiliada comunista) es el motor también del comienzo de su aprendizaje de manos de Hans y más tarde del silenciado Max (Ben Schnetzer): la lectura, gran evasión hacia otras realidades más placenteras e interesantes. El descubrimiento de ese nuevo mundo le hace crecer y comenzar un camino imaginativo que sirve como válvula de escape de los acontecimientos traumáticos que le rodean.

 

Al mismo tiempo, la relación entre Liesel y Rudy es una amistad incondicional que se manifiesta especialmente en la última escena de Rudy; es un «adiós a la inocencia», parafraseando la película de Richard Benjamin (1984), desde el primer momento en que Rudy se acerca a Liesel, la niña nueva en la escuela. Una cuestión destacable es la manera en que el film refleja la violencia de los hechos históricos a base de diversos capítulos, puesto que no debemos olvidar que la película es una adaptación al cine del best seller de Markus Zusak: La noche de los cristales rotos (9 de noviembre de 1938) y la quema de libros por parte de los nazis y el reclutamiento de reservistas al final de la guerra se traslada al espectador como una pesadilla y prevalece la idea de un juego infantil para olvidar la cruda realidad e incluso como algo natural que aceptaron porque simplemente, les tocó vivir (en este sentido, llama la atención las imágenes del coro de niños con el uniforme y las banderas nazis). Rudy coincide con Liesel en su afán de superación, su objetivo de ser un gran atleta le convierte en un personaje valiente y luchador incluso contra los convencionalismos sociales y el racismo.

 

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Desde mi perspectiva, las dos mejores escenas de la película se reflejan en la imagen de Liesel y Rudy en el río, imaginando una vida diferente al grito de «Odio a Hitler» y la escena del bombardeo del pueblo: los ojos de Liesel cautivan a la cámara; en medio de la tragedia y la destrucción, aún hay sitio para el optimismo, su personaje remonta nuevamente: jamás olvidará a sus padres pero abraza una nueva vida junto a la mujer del alcalde, su otra «maestra».

 

Por otra parte, la voz en off de la muerte que a todos nos acecha es un gran acierto del guionista Michael Petroni, así como la fotografía de Florian Balhaus y la música de John Williams, recientemente nominada al Óscar como mejor banda sonora.

 

En definitiva, La ladrona de libros es una enseñanza personal, un film lleno de optimismo, de luz en medio de la tiniebla de las dictaduras que transporta al espectador a la niñez y a los sueños por cumplir.

Un tráiler

 

Cristy G. Lozano

Revista Atticus

3 Comments
  1. Dios mío libranos de la maldita guerra. La película me hizo recordar la vida de Audrey Hepburn y su lucha por los necesitados.

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