La Reina Kelly, de Erich von Stroheim, en la Fundación Juan March

La Fundación Juan March presenta sus viernes de cine mudo

La Reina Kelly, de Erich von Stroheim

El pasado 10 de diciembre se presentó, dentro del Ciclo “Melodrama y star-system” que se celebra en la Fundación Juan March de Madrid, “La Reina Kelly” (Queen Kelly, 1928). La obra maestra del director austríaco Eric von Stroheim constituye la tercera proyección de una novedosa iniciativa de la Fundación que está teniendo gran éxito y una estupenda acogida del público.

La serie está coordinada por el Catedrático Emérito de Comunicación Audiovisual de la Facultad de Ciencias de la Información de Barcelona, historiador del Cine y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Roman Gubern. El ciclo se inició en octubre con “El demonio y la carne” (Flesh and the Devil, 1927), y continuó en noviembre con la emblemática “Amanecer” de Murnau (Sunrise, 1927).

La presentación corrió a cargo del escritor, crítico, guionista y director de cine Vicente Molina Foix. Elegida por Gubern debido a que constituye una producción maldita, inacabada, que durante su realización conllevó multitud de problemas. Pero a su vez resulta muy representativa ya que significó la decadencia del cine mudo frente al sonoro y junto con ella,  la de un director joven y extraordinariamente atípico.

Molina Foix destaca todos los inconvenientes que aparecieron en la elaboración del film; entre ellos,  la falta del presupuesto, ya que el primer productor fue Joseph Kennedy, patriarca de la saga y enamorado de la protagonista, que retiró su dinero a tiempo para que no se hiciera público el romance y su carrera política no se tambalease. Tampoco las relaciones entre el director y la diva Swanson fueron muy estables. Las manías y el perfeccionismo de Stroheim minaron la paciencia de actores y productores, llegando a decir de él la artista que “era tan cuidadoso que yo llegaba a perder el sentido del tiempo trabajando con él”.

Y es que lo que otros directores como Raoul Walsh hacían en una hora, él tardaba un día entero. Repetía las tomas en multitud de ocasiones e iba demasiado lento, detalle que a Vicente Molina le retrotrae a los pintores y poetas del Renacimiento veneciano, madrileño o parisino. Pero también hace un parangón con el director de cine actual Stanley Kubrick, que se caracteriza por su perfeccionismo y por ser el terror de los productores -mencionando tan sólo un ejemplo, destacaría las 128 tomas que hizo rodar a Tom Cruise abriendo una puerta en Eyes Wide Shut-. A diferencia de éste, Kubrick siempre ha tenido éxito de crítica y público en casi todas sus obras, mientras que Stroheim tuvo que abandonar la dirección por la actuación -reencuentro con Gloria Swanson en “El Crepúsculo de los Dioses” como su criado- para poder sobrevivir en un mundo donde el cine sonoro se hizo cada vez más competitivo.

La trama se sitúa en un país centroeuropeo ficticio, con capital en Kronberg, y cuya reina, Regina V es una déspota y tirana soberana que va a casarse con el Príncipe Wolfram, que en un encuentro casual conoce a una huérfana (Patricia Kelly) alojada en un convento y queda prendado de ella. En un desesperado intento de rapto preparado por el príncipe, y quemando el convento para llevarse a Kelly, la Reina descubre todo el plan y castiga a la colegiala -difícil creer a Gloria Swanson en tal papel debido a su edad y su aspecto de diva glamourosa de los años 20-. Al mismo tiempo envía a prisión al Príncipe.

La segunda e inacabada parte de la película se desarrolla en África, donde Patricia Kelly va a cuidar a su tía moribunda que le obliga a casarse con el pantagruélico personaje de Jan -extraído  de los personajes del movimiento expresionista alemán-, pero finalmente renuncia a vivir con él. Es en esta segunda parte cuando Stroheim termina el film a base de fotografías fijas, fotogramas cortados y rótulos que intentan explicar un final para este cuento de hadas que se parece más una opereta vienesa en la que se mezcla religión, sexualidad encubierta, la dualidad de bondad y maldad en los personajes -como en las fábulas tradicionales-, y extravagancia en sus protagonistas.

Aún así, con fragmentos mutilados, acortada -la versión más larga prevista por el director duraba casi cuatro horas- y a pesar de la simpleza de su argumento, “La Reina Kelly” constituye la gran obra maestra de Stroheim, su último suspiro como director. Es el legado del ocaso del cine mudo y una obra fundamental de este período.

El ciclo de la Fundación se completa el viernes 21 de enero con “El Séptimo Cielo” (Seventh Heaven, 1927), de Frank Borzage; el 18 de febrero con la proyección de “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” (The Four Horsemen of the Apocalypse, 1921), de Rex Ingram; el 18 de marzo se podrá visionar “La tierra de todos” (The temptress, 1926), con la excepcional y enigmática Greta Garbo; y por último, el viernes 15 de abril “Vírgenes Modernas” (Our Dancing Daughters, 1928), de Harry Beaumont, con Joan Crawford y Anita Page.

Almudena Martínez Martín

Autora del blog:

http://almudenarte.blogspot.com/

 

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